Prólogo

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—¿Por qué no puedo ir—Pregunté por octava vez en el día, yo no podía dejar de estar indignada, no podía creer que ellos, los mismos que me impulsaron a esto, me hagan dejarlo ir.— Saben lo importante que esto es para mi— Mis intentos de convencerlos parecían nulos al ver sus rostros.

La cena quedó por un momento, en un silencio pesado.Mientras veo como no responden, llevo la mirada en mi plato, pensando en porqué siempre me hacían estas cosas, sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
Finalmente, papá rompe el silencio:
—Charlotte, hemos hablado de esto muchas veces. Es demasiado arriesgado ir a Europa sola. ¿Qué pasará si algo sale mal?— Su rostro de preocupación me provocaron un escalofrío, ¿por qué era amable ahora? Siempre me despreció.

—Papá, he trabajado tan duro por esto. Es mi sueño— Las palabras salen solas de mi boca, no puedo frenarlas.

—Lo sabemos, hija, pero tu seguridad es lo más importante para nosotros.— La señora que estuvo callada todo este tiempo por fin habla.

—¿Mi seguridad? Nunca les he importado, desde la muerte de mi abuelo me menospreciaron, ustedes me obligaron a esto y ahora, ustedes me lo quitan— Las últimas palabras salen casi sin aliento, mis ojos se inundan de lágrimas mientras me levanto de la mesa.

Mi padre parece enfurecerse ante la mención del abuelo, el me odiaba por ello, no tengo la menor duda.

—Mira, por nosotros haz lo que se te venga en gana,pero no lo harás fuera del país. Y no vuelvas a mencionar a tu abuelo, después de todo, tú lo mataste.— Dijo, su tono levemente más elevado que antes y las palabras firmes que siento como si fueran cuchillos, que se clavan uno por uno en mi corazón. Me recuerda a la niñez, antes de que él y mamá se separarán, cuando todo era risas y abrazos. Pero ahora lo miro y me doy cuenta que no queda nada de ese hombre.

—Pues parece que mi sueño no loes para ustedes.— Las palabras flotan en el aire un buen minuto, pareciendo que se replantean la idea.— Pero no se preocupen, no necesito de nada de ustedes, estoy a un mes de la mayoría de edad.—Fueron las últimas palabras que dije. No les discutiría lo de mi abuelo, no cuando fue mi culpa.
Justo cuando la discusión parecía querer intensificarse, me encierro en mi habitación, dejando rodar las lágrimas por mis mejillas, dejándome llorar.
Papá tiene razón, el abuelo se fue por mi culpa, yo provoqué todo, si hubiera aprendido a nadar...
A duras penas me recosté en mi cama, boca arriba y con las manos en el pecho, mientras miraba el techo,pensando en porqué él se tuvo que ir.. Si estuviera aquí todo sería tan diferente.

Pierdo la noción del tiempo por un buen rato, pensando en todo y nada a la vez. Sintiendo tanto pero al mismo tiempo tan poco.
Y de la nada, ahí estoy yo; hundiéndome en aquel lago, mientras estiro los brazos hacia arriba en busca de ayuda o algo para sujetarme, pero nada aparece, no hay nada. Hasta que lo veo, la silueta de mi abuelo nadando hacia mi, justo cuando nuestras manos se unen y yo vuelvo a sentir el tacto de su piel, un barco pasa por allí, arrastrando a mi abuelo por el agua. No es hasta que noto como su cuerpo ya no se mueve, cuando me doy cuenta de que se fue, aquel barco le había pegado justo en la columna y, como iba rápido, nada pudieron hacer, ni siquiera encontraron su cuerpo aquella vez..Él sigue perdido en el fondo del lago. Mi vista comienza a nublarse, tornándose de a poco negra, todavía me estoy ahogando, pero esta vez no lucho, dejo que la oscuridad me consuma, como debí hacer aquella vez.

Rápidamente, me siento en mi cama, con la respiración agitada, mi cuerpo sudando frío y mis ojos llenos de lágrimas. Me quedo un momento más allí sentada, intentando tranquilizarme. Esto era algo casi normal para mi, pero está vez fue diferente, nunca vi como el barco se llevaba a mi abuelo, ni siquiera como su cuerpo se hundía.

—Mierda— Digo por lo bajo cuando veo el reloj en mi mesa de luz, tengo una hora para verme con Sam, una jodida hora. Rápidamente me levanto, moviéndome de aquí para allá por la habitación, pensando en qué me pondré y qué haré.

Sombras en la pistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora