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N/O:

Cuando Charlotte por aterrizó en Italia, no pudo evitar verse carcomida por el sentimiento de sus nervios creciendo. Estaría en un lugar completamente nuevo para ella, ni siquiera sabía hablar su idioma. 

Ella inhaló y exhaló, bajando sus nervios y calmándose, si haría esto, lo haría bien. Así que, una vez  que se sintió lista, salió del aeropuerto con su maleta color bordó, dando pasos seguros y firmes, como si no estuviera aterrada por dentro.  

Su rostro sintió una pequeña ráfaga de viento chocarse contra él, el repentino cambio de aires hizo que ella sintiera un escalofrío de los nervios y un pequeñísimo toque de miedo, pero no los demostró en sus rasgos o movimientos; en todo momento se mostró serena. 

Estuvo unos minutos allí parada, como si estuviera intentando acoplarse en el nuevo lugar, aunque para algunos parecía que simplemente estaba esperando un vehículo que la recogiera o una simple turista perdida, por eso nadie se paraba a preguntarle si estaba bien, o tal vez si necesitaba ayuda.

Unos minutos después, Charlotte comenzó a caminar, se adentró en las calles adoquinadas de Roma, con su maleta rodando pesadamente detrás de ella y un mapa en su mano, ya que su teléfono había muerto hace rato, mientras ella intentaba hablar con Sam. El sol del mediodía la envolvía en un cálido abrazo, pero ella aún no podía hacer desaparecer la sensación de desorientación. Los carteles que veía estaban escritos en un idioma que no comprendía, y el bullicio de la cuidad la abrumaba un poco.

De repente, un fuerte aroma a café la hizo detenerse. Una pequeña cafetería con mesas de madera y sillas de mimbre la invitaba a entrar. Se sentó en una de las mesas y pidió un café, que según ella, se veía bien en la carta del menú, con una sonrisa tímida. Mientras esperaba el pedido, observó a los italianos conversando animadamente y se sintió cada vez más pequeña y fuera de lugar.

Mientras aún esperaba, Charlotte, sin darse cuenta había llegado a un punto en el que el aroma a café recién hecho la envolvió, y por un momento se olvidó de que estaba en un país nuevo, del cual no sabía ni su idioma y también de lo ilusa que era por irse así de su casa. Entonces, uno de los italianos que antes hablaba animadamente, se acercó a su mesa. 

—Buongiorno, signorina. Sembra un po' persa. ¿Posso aituarla?— Preguntó él, ganándose una sonrisa tímida de Charlotte, estaba claro que no le entendía nada. Pero mantuvo la calma e intentó comunicarse con él, de algún modo.

—Disculpe... estoy perdida...— Responde ella, mientras habla no muy rápido, buscando algún modo de que aquel hombre alto, pero no mucho, la entendiera.

Él hombre frunce el ceño, pero luego se ilumina. Saca su teléfono y busca algo allí. Poco después, le muestra una aplicación que parece ser de traducción, con un mensaje allí: "¿A dónde vas?". El hombre señala la pantalla y luego a Charlotte.

Ella señala su cabeza y luego un edificio de apartamentos, que por supuesto, no era el suyo, intentando transmitir su mensaje. El hombre asiente y vuelve a teclear algo en su teléfono. La aplicación muestra: "¿Quieres un helado?".

Charlotte se quedó perpleja un segundo. ¿Helado? Sacude la cabeza y señala su mapa, tratando de indicar que necesita ayuda para indicar su camino.

El hombre, cada vez más confundido, le muestra una foto de un cono de helado gigante. Charlotte, desesperada, asiente con la cabeza.

Finalmente, el hombre toma su mano, haciéndola levantarse de su lugar en la mesa, dejando su café allí. Él la lleva hacia una heladería a unas pocas calles de donde estaba antes. Ella, aunque agradecida, se siente un tanto frustrada.

Un rato después, luego de una serie de gestos frustrados y risas nerviosas, Charlotte y el lugareño se encontraban en una pequeña heladería. Ella, con un cono más grande de lo que había pedido, se sentía un poco abrumada. El hombre, que pareció darse cuenta de aquello, sonrió y señaló un cartel con dibujos de diferentes sabores.

Ella negó con la cabeza, intentando comunicarle que estaba más que satisfecha con el helado que ya tenia.

Un rato después, cuando salieron ambos de la heladería, el hombre volvió a notar a Charlotte perdida, entonces decidió prestarle su teléfono para que ella le comunicara lo que le pasaba. Con la ayuda de la aplicación de traducción, Charlotte finalmente logró comunicarle que estaba buscando su apartamento. El hombre asintió con entusiasmo y tomó un lápiz. En una servilleta, dibujó un mapa más sencillo que cualquiera que Charlotte haya visto, señalando en el, los puntos claves para llegar a su destino.

—Via della Croce, via dei Condotti, piazza di Spagna...— murmuró, señalando cada lugar en el mapa. Charlotte asintió, tratando de memorizar las direcciones.

—Grazie— Dijo Charlotte, sintiéndose agradecida.

—Prego— Respondió él, haciendo una reverencia exagerada. —Buon viaggio.

Con el mapa en mano y un corazón lleno de gratitud, Charlotte salió de la heladería. Seguía las indicaciones del hombre con cuidado, pasando por pintorescas plazas y callejones estrechos. Cada vez que se sentía perdida, sacaba el mapa y lo comparaba con los edificios que la rodeaban.Finalmente, llegó a una pequeña calle y encontró un edificio alto, muy parecido al que vio en las reseñas de internet, justo cuando rentó su habitación. Ella sabía que el apartamento era compartido, aunque aún no sabía con quién, estaba dispuesta a convivir con quién fuera, solo para vivir con tranquilidad.

Cuando entró al inmenso edificio color gris, le habló con naturalidad a la de recepción, puesto a que sabía que allí hablaban muchos idiomas.

Cansada, pero también contenta, ella entró al ascensor, cuando las puertas se cerraron, ella no pudo evitar volver a sentir nervios por su nuevo compañero, ¿que tal si se llevaban mal? ¿Si le daba problemas? Ella sacudió la cabeza, intentando remplazar esos pensamientos negativos por unos positivos.

Unos momentos después, Charlotte arrastró su cuerpo cansado junto con su maleta hacia la puerta de su apartamento, respiró hondo y con un suave "click" desbloqueó la puerta. Apenas entró, no pudo evitar admirar todo el lugar; el sofá tan bonito, la cocina tan bien decorada, cuadros por las paredes, alguna que otra plantita por los rincones. Sin duda era el lugar perfecto. Aunque su felicidad recayó cuando vio a una silueta parada justo junto a la cafetera de la cocina. Ella se acercó con timidez, rezando caerle bien.

—Hola.— Dijo en voz baja, intentando llamar la atención de aquella figura masculina. Cuando esa persona se dio la vuelta, las ganas de vivir allí, se esfumaron de la mente de Charlotte, no podía creer a quién estaba viendo, la misma persona, la misma asquerosa sonrisa burlona, los mismos ojos, el mismo cabello. La emoción de Charlotte se rompió.

—¿Que haces aquí?

...




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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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Sombras en la pistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora