Parte única

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Karl tenía un gran sentido del deber y lealtad hacía la realeza. Así es como le habían enseñado y así es como él decidió continuar viviendo hasta la actualidad.

Su lealtad hacía su emperador Sovieshu escalaba su propio ser desde que lo juró ante él, arrodillándose a sus pies y besando su larga túnica el primer día que Sovieshu asumió el trono.

Para Karl, no importaba nada más allá de su emperador. Y aunque a veces Sovieshu fuera algo insoportable (debido a sus cambios de humor desde la llegada de la esclava fugitiva, Rashta) Karl seguía aceptando todo de Sovieshu sin importar nada.

Él era solo un subordinado y debía acatar todas la ordenes de su emperador. A pesar de que a veces no eran las más correctas... Karl haría lo que fuera por Sovieshu. Incluso actos carnales que rozaban lo más impuro.

–¡K-Karl!

Los largos dedos de Karl se deslizan sobre la piel blanquecina del hombre más importante de Oriente, acariciando sus pezones rosados con suavidad y pellizcando de vez en cuando, fascinado por la sensación chispeante de su piel.

Su mano libre se escurre en los muslos temblorosos de Sovieshu y recorren la extensión con suavidad. Sabía que Sovieshu amaba ese toque, así que lo hacía con frecuencia. Sobre todo, cuando era masturbado con tanta vehemencia.

–Uh... Uh...

Sovieshu gime con ansia y Karl sonríe con dulzura besando sobre la oreja enrojecida del emperador. 

–Su majestad... – Karl pide permiso mientras muerde con suavidad el lóbulo de la oreja de Sovieshu–.

–Ah... – Sovieshu se lo da sin decir una palabra. Solo pegando su trasero al miembro erecto y encerrado en los pantalones de Karl, para luego levantar una pierna –. Rápido...

Aquella situación era algo difícil de explicar. Ninguno de los dos sabía el porqué de aquel deseo incontrolable. Era un hechizo que los encerraba a ambos. Un momento en el que el subordinado se sentía dichoso por poder tocar a su emperador y el emperador deseado por alguien de una forma tan intensa.

Karl introduce los dedos mojados en la cavidad an*l de Sovieshu con suavidad. El emperador gime gustoso y pega más su espalda al hombre que le hacía la cucharita por detrás.

–¡Ahn~! ¡Ah!

Sovieshu tiembla y Karl lo estruja en sus brazos. En esos momentos, recordaba las trastadas que su emperador había cometido a lo largo del día y con ello algo de molestia rodean a Karl. Aunque en algún momento su mente se hubiese planteado golpear esas majestuosas nalgas, nunca se atrevió a lastimar a su emperador.

–Su majestad está muy apretado, ¿lo estoy lastimando?

–¡Continúa! ¡No pares! – Le exige Sovieshu retorciéndose en su lugar–.

Karl curva los dedos, masajea la parte más jugosa de Sovieshu, mientras observa esos bellos y carnosos labios abrirse y cerrarse en gemidos constantes. El deseo de besarlo vuelve a salir a flote, pero Karl se resiste con creces. Él era un subordinado, alguien que debía ayudar al emperador en su búsqueda por ser deseado. Por ello, no puede sobrepasar sus límites.

Debido a la presión que siente, Karl atrapa con su boca el pezón derecho de Sovieshu con fuerza, agilizando el movimiento de su mano en la entrada del hombre tembloroso.

–¡M-Marqués!

Sovieshu gime sorprendido ante aquel acto repentino, pero siente un profundo alivio y gusto al ver al otro con tanto líbido en sus ojos. Ese pretensión en saborear su piel eran algo que a  Sovieshu lo hacían enloquecer.

Un nudo en el estómago comienza a formarse y a escalar en su pecho. Sovieshu tira su cabeza y ojos hacía atrás ante la tensión. Estaba a punto de correrse.

–¡Ah!

Karl aumenta la velocidad y es más sensitivo en su toque. Sovieshu comienza a sentir espasmos y moverse de un lado a otro por no saber como sobrellevar aquel estímulo.

En un último gemido lastimero, Sovieshu da rienda suelta a su climax. Chilla en voz alta mientras se retuerce contra el cuerpo de Karl y las sábanas arrugadas. El líquido blanquecino rebota hacía su vientre contraído y su muslos temblorosos.

La mirada de Karl, oscurecida por todo lo pasado, mira con detenimiento el cuerpo agitado de su emperador. Era tan apetecible y lo tenía para él solo.

Un chasquido de realidad lo asoman cuando ese último pensamiento lo azotan.

No podía volverse codicioso. Después de todo, él solo era un subordinado que debía servir a su majestuoso emperador. Aunque a veces le consumía la codicia, arrancando su deseo de arrebatar a Sovieshu del ojo de todos para siempre. No obstante, eso era solo un deseo egoísta que jamás podría cumplirse.

–Su majestad... Se ha puesto perdido... – Comenta con intención de incorporarse y dejar a Sovieshu descansar, pero este no le permite moverse de su posición, sujetando su camisa y tirando de él–. ¿Su majestad?

–Ah... Ah... Más fuerte... Más...

–Pero,su majestad, acaba...

–Karl... – Sovieshu llama y envuelve mientras su pierna alrededor de la cintura del Marqués–. Dame más... Necesito más...  – Las palabras que salen de la boca de Sovieshu ya no parecen una orden–. Más... – Sovieshu se vuelca sobre Karl y se sienta sobre su erecto miembro –. Por favor...

El marqués Karl, el subordinado perfecto del emperador Sovieshu Vitz. Su confidente, su servidor... Incluso si eso conllevaba a cometer actos impuros contra el templo y la sociedad... Karl haría todo y cuánto fuera solo por Sovieshu.

Karl traga saliva sin poder evitar apretar la cadera de Sovieshu, quien gime gustoso. Karl hace una mueca.

–Como ordene, su majestad: El emperador. – Dice el marqués antes de acurrucarse en el cuello de Sovieshu y comenzar a saborear su piel–.

***

No pregunten porqué de esto. Ni yo lo sé, pero me gustó 🤔

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Subordiando [Sovieshu/Karl] | LA EMPERATRIZ DIVORCIADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora