Capítulo 1. Entre el Congreso y Maullidos
Sebastián Orsini tomó su abrigo, poniéndoselo lo más lentamente posible para asegurarse de no crear ni una arruga en su traje. Alzó su muñeca y revisó su reloj. Suspiró al comprobar que todavía faltaba una hora para que diera inicio el cierre del XX Congreso Nacional de Medicina, a cargo del Hospital de la Paz. Su apartamento quedaba a tan solo veinte minutos de distancia, así que se reusaba a salir todavía y quedar en ridículo al ser el primero allí. Por otro lado, lo último que quería era llegar tarde a su propia participación en el foro de cierre. Dio una vuelta en su sala, se quitó su abrigo y se dirigió a su habitación, intentando distraer su cabeza.
¿Para qué negarlo? Estaba demasiado nervioso, y por mucho que intentara decirse a sí mismo que no tenía nada que temer, que tenía sus temas claros y ordenados y que todo saldría bien, su cabeza ya estaba maquinando todo lo que podría salir mal. Podría tartamudear, podría quedar con la mente en blanco, podría resbalarse al subir o bajar del escenario, la lista era infinita, y de repente cada posible pequeño error parecía una oportunidad para destruir su carrera. Intentó recordarse a sí mismo que en general sabía hablar en público (o por lo menos no recordaba ningún incidente desastroso en la universidad). Además, más de la mitad de la audiencia serían caras conocidas.
El Congreso Nacional de Medicina (tema del año: avances médicos y nanotecnología) era un prestigioso evento académico anual del gremio de medicina, organizado ese año por la red de hospitales del Grupo Cielo, cuyo presidente era el multimillonario Calep Aguilar, quien por cierto, estaría allí para dar el brindis del evento. El congreso había durado la última semana, y Sebastián había aprendido bastante de los invitados internacionales que había conocido, de las conferencias que había escuchado y de los posters de internos que había evaluado; ahora, como era tradición, el congreso cerraría con un foro de discusión liderado por cinco personas, entre ellas, un residente en su último año. Generalmente el puesto del residente iba dirigido a aquel que se hubiera destacado más.
Orsini, residente de neurocirugía en su último año y último semestre, había logrado no solo un buen desempeño, la publicación de dos artículos científicos a partir de su trabajo de investigación de grado y presentar una conferencia libre en una de las salas del congreso, había sido el elegido con el honor de ser el residente representante en el foro de cierre. No lo había creído cuando la jefe de residentes le había dado la noticia, y todavía no lo creía, reconociendo que había muchos otros en su grupo que destacaban más que él. Pero por respeto a la decisión de sus superiores, Sebastián había aceptado placenteramente la oportunidad, incluso si dudaba que tuviera mucho que decir en un foro con otras cuatro personas con mucha más trayectoria y conocimiento que él.
Alzó su muñeca y miró el reloj otra vez. Solo había pasado un minuto. Soltó un suspiro y tomó asiento en su cama, intentando relajarse y apagar la voz en su cabeza que le decía que tomara las llaves del auto y saliera ya. Intentando tranquilizarse, miró a su izquierda, para ver la vista de su pecera.
Observó a cada uno de sus peces nadar con elegancia, sin una preocupación en el mundo. Vio a su favorita, Mina, una betta de color rojo; era hermosa y perfecta, nadando como si bailara en el agua. Se acercó a la pecera, listo para alimentar a sus mascotas, cuando se dio cuenta de la catástrofe.
Se había acabado la comida de sus peces. Disfrutando del congreso como lo había hecho, no había notado que se había terminado, habría jurado que todavía tenía un paquete sin abrir. Vio a su pobre pecera con lamento, pidiéndole disculpas a sus mascotas por su falta de responsabilidad.
Revisó el reloj nuevamente. Cincuentainueve minutos para el congreso. El tiempo se reusaba a pasar. Miró a sus peces nuevamente con culpa.
-Discúlpenme chicos, conseguiré la comida de inmediato.- Dijo en voz alta para que los peces supieran de verdad lo mucho que lo lamentaba. También supuso que distraerse con algo sería la mejor forma de sacarse un poco los nervios y hacer que el tiempo empezara a correr más rápido; podría ir por la comida para peces y de allí salir al simposio.
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Estás Aquí
RomanceSebastián Orsini es un médico que encuentra comodidad en su trabajo, viviendo una tranquila y callada vida. Cuando conoce a Noa Cabra, un simpático joven empleado de una tienda de mascotas que desea más que amistad, tendrá que preguntarse si realmen...