BRUCE Y CLARK

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La velada en Metrópolis era un espectáculo de luces, risas y sonrisas forzadas, un evento de caridad donde la hipocresía brillaba más que las joyas en el cuello de los asistentes. Yo estaba allí como Bruce Wayne, el filántropo, pero en realidad, mi mente estaba en Gotham. Necesitaba estar en la oscuridad, no en este bullicio superficial. Sin embargo, había un punto de luz en esta noche: Clark Kent.

Lo vi al otro lado de la habitación, su figura imponente, sus ojos radiantes tras esos malditos anteojos. Cuando finalmente se acercó, su expresión de sorpresa me irritó de alguna manera, como si realmente no esperara encontrarme aquí.

"Bruce, amigo mío, ¿qué haces aquí?", me preguntó, la curiosidad destellando en su voz.

"Lo mismo que tú, supongo. Pretender ser alguien que no soy," respondí, manteniendo mi tono imperturbable.

Un impulso, tal vez el alcohol corriendo por mis venas, me llevó a proponer salir al balcón. Necesitaba aire, y la oscuridad me pareció reconfortante. Allí, con el viento soplando a nuestro alrededor, la conversación se volvió más cruda.

"A veces me pregunto si la gente realmente conocería al verdadero Bruce Wayne," le dije, mis palabras impregnadas de una sinceridad brutal.

"Eres un misterio, Bruce," me dijo, mirándome con esos ojos que podrían ver a través de mi fachada.

"Quizás deberías llevarme a casa. A mi mansión en Gotham," solté, sintiendo que el mundo a nuestro alrededor se desvanecía.

"¿Volando?", replicó, con una mezcla de sorpresa y duda. "No sé si eso sea lo más prudente."

Pero no le di tiempo para responder. "Vamos a tu apartamento," decidí, tomando la delantera.

Cuando llegamos a su lugar, me quité el saco del traje y me dejé llevar por la atmósfera. Clark, el eterno buen chico, se levantó para buscar cervezas. Mientras lo hacía, el aire se volvió denso.

Me acerqué y me arrodillé entre sus piernas, un acto instintivo que no anticipé, pero que se sintió como un movimiento natural.

"Bruce, ¿qué estás haciendo?", preguntó, la sorpresa y la confusión marcando su rostro.

"Quiero disfrutar de este momento," murmuré, desabrochando su cinturón con una determinación que no podía ignorar. Me dejé llevar por una necesidad que había estado latente demasiado tiempo.

"Bruce! ¿Tengo novia recuerdas? Lois" me dijo con su típico temblequeo en su voz de nerd. "No te estás negando," dije en voz baja mientras su polla kryptoniana crecía lentamente mientras apoyaba mis labios en ella.

El mundo exterior, las luces de Metrópolis, la presión de ser Bruce Wayne, todo se desvaneció. Solo quedamos nosotros, el periodista y el vigilante, atrapados en un instante que nunca creí que viviría.

Él intentaba verse serio mientras aguantaba los gemidos que le generaba al chupar su falo extraterrestre, siempre tuve deseos por él desde que lo vi por primera vez, cuando intentó destapar los fondos que yo destinaba para ser Batman a una falsa fundación de arte, su ímpetu por la verdad y la justicia me atrajo a él.

"Oh Bruce" susurro y supe que era el momento, seguí chupando su polla más rápido y sin cansancio, hasta que él gritó de placer y se descargó en el interior de mi garganta.

Al caer la noche, finalmente sucumbí al cansancio y me quedé dormido en su sofá, rodeado de un silencio que rara vez experimentaba. Pero mi reloj a la madrugada recibí un llamado de Alfred y supe que algo estaba mal.

Recibí una señal de la Justice League que interrumpió el silencio. Sin pensarlo, me transformé en Batman y volé hacia la Atalaya.

Al llegar, allí estaba él, vestido de Superman.

"Sobre anoche..." empezó, pero lo interrumpí.

"No hablemos de eso. O sí... Necesitamos ser sinceros."

Sentí una mezcla de incomodidad y vulnerabilidad al darme cuenta de que ambos teníamos secretos.

"Así que tú eres el misterio detrás de Superman," dije con una sonrisa irónica.

"Y tú eres el héroe detrás de Bruce Wayne," respondió sintiendo la tensión en el aire.

Su apartamento fue el escenario perfecto. Nada personal, nada que enrede las cosas. Solo cuerpos encontrando algo de escape en medio del vacío de la noche. Fue simple: una distracción en una vida que apenas deja espacio para respirar. Sin significados, sin lazos. Al final, esto no cambia nada. Tú sigues siendo tú, y yo... yo tengo una guerra que nunca va a acabar.




LO QUE NO SE HABLA DE LOS HEROES +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora