En las sombras de Gotham, Bruce Wayne suelta el control. Entre la adrenalina de la noche y la soledad de sus propias paredes, se permite lo que de día reprime. Cada misión terminada es un pretexto para desahogarse, para liberar esa tensión contenida que lo quema desde dentro. La oscuridad se convierte en su cómplice; ahí, sin límites ni reglas, deja que el deseo lo consuma. Es en esos momentos donde Bruce se entrega, sin máscaras, dejando que el placer lo domine hasta el agotamiento.