Lawrie despertó de golpe, jadeando en la oscuridad de la habitación. Su corazón latía rápido, y tardó varios segundos en entender dónde estaba, y un escalofrío le recorrió el cuerpo, recordándole que estaba solo en la cama. El frío de la noche que lo sentía hasta los huesos, aunque cubierto por las mantas, se tensaba ante la familiar sensación de miedo y soledad que lo asaltaba cada noche.
Con un suspiro, se giró lentamente sobre el colchón, estirando su mano derecha de forma automática, buscando la presencia de Draco a su lado. Los dedos recorrieron solo sábanas vacías, un recordatorio constante de que su esposo llevaba cuatro semanas fuera, sin una sola señal de regreso. Lawrie cerró los ojos un momento, apretando los puños, intentando disipar la incomodidad de aquella ausencia que se hacía cada día más palpable.
Las noches eran las peores. Durante el día, podía concentrarse en sus tareas, revisar el estado de Larry, cambiarle los vendajes, tomarle la temperatura y asegurarse de que tomara sus medicamentos. Pero en esos momentos de calma forzada, cuando caía la noche le era imposible no pensar en Draco, en la discusión que tuvieron antes que saliera.
Incorporándose en la cama, Lawrie dejó que sus ojos se adaptaran a la oscuridad del cuarto, lanzando una mirada hacia la otra cama en la habitación. Allí estaba Larry, su hermano gemelo, descansando por fin después de semanas de agonía. La mitad inferior de su pierna derecha amputada, envuelta en vendajes, estaba levantada sobre una almohada para aliviar la presión. Larry, ahí acostado haciéndolo parecer aún más frágil, más vulnerable. Lawrie soltó un suspiro, cargado con toda la preocupación y agotamiento que había acumulado.
—Draco, ¿dónde estás? pensó, sintiendo un peso en el pecho. No sabía casi nada sobre lo que había pasado. Solo que Draco y Larry habían salido juntos, junto con otros voluntarios, para asegurar una entrega aérea de suministros. Solo eso. Sin más detalles. No le habían dicho por qué tardaron en regresar, ni lo que había pasado realmente en es lugar que casi termina con la vida de su hermano.
Larry se removió en la cama, dejando escapar un leve murmullo. Lawrie se acercó, despacio, observando el rostro adormilado de su hermano. Extendió una mano y la colocó sobre su frente, comprobando su temperatura. No estaba caliente, pero tampoco se atrevía a dormir sabiendo que podría cambiar en un abrir y cerrar de ojo. Había visto cómo la infección destrozaba a las personas, y la mera idea de que Larry pudiera estar al borde de recaer lo aterraba.
Larry abrió un ojo perezosamente, parpadeando ante la presencia de su hermano.
—¿Otra vez revisándome? —murmuró con voz somnolienta, intentando una sonrisa que apenas se dibujaba en su rostro.
Lawrie frunció el ceño, intentando parecer serio, aunque sabía que su mirada realmente lo delataban.
—Alguien tiene que hacerlo. Eres lo suficientemente terco como para empeorar si no te cuido —respondió, su tono áspero, pero no pudo evitar relajar un poco el gesto al ver que Larry seguía consciente.
—Estoy bien, hermano. Solo... cansado, eso es todo —susurró Larry, desviando la mirada hacia el techo. Lawrie notó, su mirada melancolica.
—No exageres. Todavía tienes que recuperarte —replicó Lawrie, apartando la mano, aunque no pudo dejar de lanzar una última mirada preocupada a su pierna. Había aprendido a cambiar los vendajes, a mantener la herida limpia y libre de infecciones, pero el dolor y la fiebre eran constantes.
Larry asintió en silencio, y el cuarto cayó nuevamente en una tranquilidad incómoda. Lawrie no podía dejar de pensar en lo frágil que parecía su hermano ahora. Recordaba al Larry siendo el optimista empedernido que siempre encontraba una razón para reír. Ahora, lo veía ahí, atrapado en su propia angustia, y el cambio era notable.

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Last Day on Earth
Ficção CientíficaEn un mundo arrasado por un apocalipsis zombie, Lawrie lucha por mantener a su familia a salvo. Mientras cuida a su hermano Larry, quien regresó a duras penas de una salida, vive en una comunidad controlada por el ejército, cada día es una batalla e...