1. Aris

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Tras la aniquilación de Aris, me dirigía en busca de un lugar en donde poder establecerme una temporada y rehabilitarme de las heridas, algunas más graves que otras, pero las que más dolían no eran las físicas ¿Cómo olvidar la destrucción total de tu tierra natal? Y peor aún, siendo por tu culpa. Aris era un lugar encantador, un acogedor y precioso pueblo que vivía de la agricultura, protegido por dos murallas: La primera con un hechizo protector, haciendo al pueblo invisible a corazones llenos de maldad, se encargaba de custodiar todas las cosechas y donde nacía una fuente artificial que poseía un gran sistema de canales de agua conectado con el núcleo del pueblo atravesando la segunda muralla, esta poseía aún un hechizo más poderoso puesto que ya se encontraban la mayoría de las personas. La distribución del pueblo era sencilla dentro de la segunda muralla; La zona central donde habitaba el Gran Árbol encargado de que aquellos hechizos nunca dejaran de funcionar, a él llegaban los canales por cuatro calles dispuestas en forma de cruz y alrededor de estos, todas las casas decoradas con flores en los balcones y de paredes y tejados muy vistosos. Todos eran felices en aquel pueblo, hasta el día que aparecí yo. Mi madre era un ángel, la mejor ángel que podía existir, era buena y muy guapa, tenía una larga melena rizada del color de la miel, su piel era tan suave como si de nubes se trataran y su olor me recordaba a lo panecillos aromatizados que tanto me gustaban. Ella se enamoró de mi padre, el paladín del pueblo, era apuesto, con una melenita corta sedosa de color caoba y al igual que mi madre, compartían los mismos sentimientos. Se querían mucho, pero todo lo bueno conlleva algo malo y esta vez no habría excepciones, la unión de humano y angel, engendraría a un ser desconocido y temido por todos, un ghoul. Se sabe poco de ellos pero lo que más importaba era que no sólo comían carne animal, sino humana también, lo que creaba un gran malestar a las personas que tenían que convivir con tal ser y dicha criatura, era yo. Mi infancia fue dura, para que engañaros, los demás niños me tiraban lo que tuvieran en ese momento para arrojar e insultaban mientras sus madres les apartaban de mí, creían que iba a morder a sus pobrecitos, pero nunca llegué a hacerlo ya que no quería crear más problemas a mi madre, después de la ida inesperada de mi padre se puso muy triste, algo en ella se había apagado, aunque no lo dijera e intentara ocultarlo, yo se lo notaba y a los pocos años cayó enferma, me dolía verla en la cama sin ganas de vivir, sin fuerzas para seguir, sabía que era su fin. Los ángeles por naturaleza mueren de tristeza al perder su mitad, la parte que le completa y ella por mucho que lo rogara no sería menos. El día que murió, algo en mí se rompió liberando aquello que hasta yo misma temía. Después de todo lo que hizo por todos los habitantes, de sacrificios sin recompensas, nadie fue capaz de ir a su entierro, y allí estaba yo, ante el único ser que verdaderamente había querido, sin vida, ¿Y ahora? Me pregunté. Tras despedirme por última vez de ella, decidí ir a casa, por las calles, aquellas personas que habían dado al pueblo la imagen de hospitalario y alegre, observaban tras las cortinas, sabían que estaba muy enfadada y disgustada, lo que les creó un alto nivel de miedo irracional. Varios días después, llegó al pueblo un señor que se hacía llamar "El Salvador", vivía de cazar a cualquier criatura que dificultara la vida de un civil siempre y cuando, este hubiera pagado de antemano. Supuse que esta vez su objetivo, era yo, ya se habrían cansado de vivir atemorizados y decidieron eliminar aquello que les inquietaba. Lo único que recuerdo de aquel día, fue cuando aquel incompetente me puso un cuchillo de sierra en la garganta, cuando sentí el frío acero rozandome la piel perdí el total cotrol de mi cuerpo y mente. Mis ojos se tiñieron de negro con las pupilas ensangrentadas, podía sentir como cada latido de mi musculoso corazón retumbaba por todo mi cuerpo, mis dientes y uñas se afilaron más, perfectos para desgarrar cualquier tejido. Cuando más miedo pasé fue al ver la sangre que había en el interior de cada persona que estaba viendo aquel acontecimiento, todos sus vasos sanguíneos y lo que más me estremeció, sus corazones, podía sentir sus latidos, la boca se me hacía agua y lo único que deseaba en ese momento, era matarlos viendo como morían desangrados por un mordisco en el cuello y después saboreando aquel delicioso manjar. Lo habría hecho sino fuera por un flashback que me invadió la mente por pocos segundos, mi madre, mi dulce madre, como consecuencia aquel apetito se convirtió en ira y odio. Antes de que aquel incompetente pudiera dejarme sin vida, mi cuerpo se envolvió en una bola de energía, estallando de tal forma que Aris se convirtió en cenizas, desapareciendo del mapa, todo lo que quise y odié ya no eran más que recuerdos del pasado sabiendo que desde aquel día me acompañarían hasta el final de mis días junto con ese remordimiento de culpa por lo que soy y por lo que hice. Una vez consciente, decidí irme de allí lo más antes posible, por si algún viajero perdido decidiera seguir los caminos hasta aquí y me encontrara a mi, única superviviente, sería extraño, ¿no?

The GhoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora