LYTHOX ── Arcane

PRÓLOGO

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El mundo no es un lugar blanco o negro, las decisiones no se ajustan a hacer el bien o el mal, y la idea de una sociedad justa es meramente una fantasía infantil.

Las intenciones de mejorar el mundo y hacer un cambio jamás estará sujeto únicamente a las acciones correctas, lo bueno no siempre es lo absoluto. Existe una amplia gama de grises que logran reflejar la complejidad de diferentes realidades.

Las personas no luchan por el bien, luchan por lo que creen correcto, incluso si para cumplir un objetivo se deba trabajar con el mismo diablo.

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La fría brisa invernal sacudió las calles de Piltóver, ondeando los banderines en lo alto de las edificaciones y estremeciendo a los pocos ciudadanos que se atrevían a admirar los vestigios de la feria conmemorativa al progreso. Después de todo, la ciudad se encontraba en constante evolución con el paso de los años, acercando su modelo de modernidad a las regiones vecinas.

Sin embargo, lejos de aquel bullicio industrial y la ostentación de sus edificios, casi a las afueras de la ciudad, una figura avanzaba entre los árboles secos, ignorando las ramas que podrían enredar su ropa o el sonido crujiente de las hojas secas bajo sus pies.

Los pasos diminutos se detuvieron entre la maleza y se lanzó sobre suelo, arrastrándose por el lodo hasta posicionar el rifle sobre unas raíces, utilizándolo como estabilizador para apuntar la mirilla hacia su objetivo. Esperó pacientemente unos breves segundos, hasta que finalmente un trozo de madera se alzó del suelo y la joven apretó el gatillo, resonando el eco del disparo en el silencioso bosque.

—¿¡Fallé!? ¡Ahg! —se levantó del suelo acompañado de un grito de frustración y alzó el arma con intenciones de lanzarla lejos, pero logró contenerse, lo suficiente para saber que podría provocar un accidente.

La irá se esfumó, dejando lugar a la tristeza y decepción de sus propios movimientos. Su cuerpo se dejó caer, sentándose contra un tronco mientras abrazaba sus piernas con ambos brazos para ocultar esa mueca de desilusión. Su mente era un torbellino de pensamientos innecesarios: ¿Y si realmente no era lo suficientemente buena? Detestaba la idea de tener un futuro claro y modelo a seguir, y aun así no lograrlo, incluso cuando practicaba constantemente.

Unos pesados pasos se acercaron hasta la menor, pero eso no fue motivo para sacarla de su escondite.

—¿Otra vez? —el tono fue suave y cálido, un susurro cerca de la más pequeña que intentó derribar dichas barreras que la frustración ponía a su alrededor, por suerte lo logró.

Lentamente alzó su rostro e iris lavanda hacia la mujer de expresión ruda, pero en aquel momento de rasgos suavizados. Dejó caer el arma a un lado y se lanzó hacia sus brazos, encontrando calor y confortación que necesitaba en ese momento.

—No es justo, lo estoy intentando... —se quejó entre lágrimas. Aquel día quería demostrarle que podría hacerlo sin ayuda, pero después de varios intentos y fallas consecutivas, finalmente terminó por frustrarse y disparar solo por impotencia—. Nunca seré tan buena como tú...

—Aún eres una niña, algún día serás mejor que yo, eso tenlo por seguro. —acarició suavemente su cabello y sujeto las mejillas redondas para limpiar las pocas lágrimas.

—Lo dices solo porque me cuidas... —pasó el antebrazo por el rostro, ensuciando aún más la piel con la tierra y lodo de su chaqueta.

—Esa es una acusación muy sería, señorita —tomó el arma y se la entregó, guiándola hasta donde falló el disparo—. Inténtalo otra vez, pero debes relajarte y respirar lento...