Punishment

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advertencia: 🔞

Era una rutina y era común que la temperatura fluctuara entre sus piernas.

-¿Está todo bien, hermana? -La voz del padre Charlie cortó tus pensamientos que parecían estar derivando hacia territorio peligroso.

-Sí, sí -respondiste un poco temblorosa, acomodando tu falda como distracción

- ¿Necesitas más ayuda para arreglar la iglesia? El padre Charles te dirigió esa mirada y sonrió, caminando hacia ti, llamas saliendo de sus pupilas y disparándose a través de tu cuerpo como brasas. Desde su llegada a la parroquia, nada parecía haber vuelto a su estado normal.

-Siempre tan dedicada, hermana... -dijo Charlie en un susurro ronco, inclinándose hasta estar a tu altura, levantó tu barbilla con la punta de sus dedos y sus rostros quedaron tan cerca que el aire cálido de su aliento sopló contra tu rostro-. Mereces la mejor recompensa que el cielo tiene para ofrecerte. Con sus dedos alejándose del contacto con tu rostro, lo sentiste sonrojarse y sonreíste tímidamente mientras encogías los hombros.

-¿Me atrevería a preguntarle qué sería, padre Charlie?

-No es una respuesta que pueda dar cuando mi misión es únicamente aplicar castigos.

-Entonces tal vez merezco ser castigada -dices con franqueza, olvidando que estás frente a una autoridad católica, obedeciendo solo al mandato del calor insoportable entre tus muslos

-. ¿Deseas confesarte, hermana? -pregunta antes de entrecerrar los ojos. Encerrada entre las cuatro paredes de madera de un confesionario, tus dedos bajaron el velo que cubría la parte superior de tu cabeza, y desde la vista lateral viste al Padre Charlie sentado en la habitación contigua.

-Padre, dame tu bendición porque he pecado -dices sin apartar la atención de su cuerpo erecto-. Cada noche en mis sueños mi objeto de deseo logra persuadirme, sin ningún esfuerzo, le permito que me tome, que ensucie mi cuerpo con su dulce profanidad y me dé el cáliz del pecado para beber con él. Se está volviendo cada vez más recurrente, ya no soy capaz de separar la ilusión de la realidad y estar cerca de él ha sido una tortura sin recordar las imágenes que experimentamos cada noche.

-No me parece tan grave, hermana -comienza con una voz profunda llenando el confesionario. "No podemos controlar nuestros sueños, no hay necesidad de considerar un pecado tener deseos carnales".

-Ni siquiera si el objeto del deseo, ¿eres tú?

Un silencio angustiado se formó en segundos, desde la vista lateral notaste al padre Charlie cerrar sus dedos sobre su propio muslo, encogiendo la tela de su sotana. No sabías qué significaba con más precisión esa reacción, pero una oleada de arrepentimiento por haber dicho esas palabras emergió lentamente. Seis avemarías y doce padrenuestros fue tu castigo, no exactamente lo que esperabas después de revelarle a tu párroco el delirio desenfrenado que provocaba en tu cabeza todas las noches.

Charlie salió del confesionario en silencio y, con el desánimo de haber cometido el mayor error de tu vida, regresaste a tu habitación al fondo de la iglesia. Agua fría de la ducha sobre tu cuerpo desnudo, ojos cerrados y nada podía contener la enloquecedora agonía de pensar en ese hombre desde que despertaste hasta la hora de irte a dormir. Como un volcán, dejaba un rastro de destrucción abrumadora con solo su embriagadora presencia y el aroma amaderado de su piel. Tus dedos navegaron hasta tus pezones, girando alrededor de ellos en movimientos circulares, permitiendo que tu mente te llevara lo más lejos posible.

Calor, tensión, rigidez en la piel suave, ese era el efecto que tenía sobre ti como si estuviera constantemente electrocutándote con cables de alto voltaje. Toda la vergüenza se esparció en su presencia y tú solo querías sentirlo, solo deseabas que en lugar de que entraran tus dedos, fueran los suyos. En tu centro, realizaste movimientos rotatorios hasta que tu clítoris se puso rígido por el espasmo que generaba tu cuerpo. Un gemido escapó de tus labios, estás en el colmo del placer, no te importó ser escuchada por las otras monjas en la habitación mientras hundías dos dedos más dentro de ti. Entre los mechones de cabello, levantaste la cabeza y notaste una presencia observándote a través de la ventana del baño, pero no te moviste para detenerte al darte cuenta de que tener a alguien del otro lado te excitaba aún más. Un grito corto te indica que te viniste en tus dedos, y un último suspiro de alivio sale de tus labios mientras te relajas en el agua caliente.

MONSTER • || Nicholas Alexander Chavez °》one shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora