Me encontraba de camino a la escuela, el peso de la rutina sobre mis hombros, y la pereza me envolvía como una manta pesada. Sin embargo, había algo que iluminaba mi día, algo que me impulsaba a cruzar las puertas del colegio: mi profesor. Verlo era como un rayo de sol en un día nublado, y aunque sabía que mis sentimientos eran solo un capricho adolescente, no podía evitarlo. La forma en que su voz resonaba en el aula me ponía nerviosa y me hacía sonreír involuntariamente. Pero, claro, ¿quién prestaría atención a una simple estudiante como yo? No era ni bonita ni tenía un cuerpo que llamara la atención; para mí, era una tarea imposible.
-Chicas, hoy hay una evaluación sistemática de la asignatura que te da más problemas que tu propia existencia -anunció Alis con un tono resignado.
-Así es, pero no sé qué va a poner Héctor -respondió Shanys, frunciendo el ceño.
-Ojalá y la ponga fácil porque estoy perdida -agregó Yina con un suspiro.
-Yo no sé nada, así que seguro haré trampa -dijo María con desparpajo.
-Voy a escribirle a ver si me dice qué va a poner en la pregunta escrita -me atreví a decir, sintiendo un cosquilleo en el estómago.
Anais me miró con curiosidad.
-Y de paso pregúntale si la va a hacer hoy.
-¿De verdad crees que te responda? -preguntó Shanys, escéptica.
No lo sabía, pero decidí intentarlo. Con el corazón latiendo desbocado, abrí el chat y escribí. No esperaba respuesta alguna; nuestra relación era cordial, pero no teníamos la suficiente confianza para intercambiar mensajes fuera del aula. Sin embargo, lo inesperado ocurrió: mi teléfono vibró.
Mensaje de voz
Héctor: Hola, sí voy a poner la pregunta escrita hoy y la voy a evaluar similar a los últimos ejercicios que puse en clases.
Cualquier persona en mi lugar probablemente habría agradecido y se habría retirado del chat. Pero yo no era normal. La adrenalina me llevó a escribir algo impulsivo.
-Profe, ¡qué voz más sexy usted tiene! -le envié sin pensar.
MIERDA. ¿Qué acabo de hacer?
Continuará...
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