Arroganci

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Los mocosos le sacaban de sus casillas. Tanto que a veces se preguntaba cómo era que había preferido volver a Fairy Tail antes que la apacible soledad que le acompañó durante su período de exilio.

Intentaba disimularlo, y la verdad era que lo estaba consiguiendo, además, con mejores resultados de los que esperaba. Disimulaba que Natsu y Gray no le sacaban de sus casillas, que Erza resultaba, a veces, la persona más infantil e insoportable que había conocido alguna vez, que Mirajane no le enfurecía cada vez que escondía a la Demonio en su interior para no sacarla jamás –porque, todo hay que decirlo, a Laxus le encantaba el temperamento de Mirajane antes de la supuesta muerte de Lisanna– y, sobre todo, disimulaba mejor que nadie el hecho de que, realmente, él era el mago más poderoso de todo el gremio.

No había encontrado a nadie digno de su fuerza: ni los otros Dragon Slayer, ni Titania, ni su padre. Y tampoco estaba seguro de que el Viejo lograse vencerlo si entablasen una batalla como es debido, es decir, con la suficiente motivación como para enfurecer a Laxus.

En resumen, Laxus no entendía por qué razón no era ya maestro del gremio. ¡Él lo merecía más que nadie! Trató de llevar a cabo una rebelión anti-críos para mejorar la fuerza de los magos de Fairy Tail; sí, estaba de acuerdo con Makarov en que los medios no habían sido los más adecuados, pero, ¡por amor de Dios! ¡Laxus era la persona que más deseaba la gloria del gremio! Y nadie, excepto Fried y el resto de su tropa personal, se lo agradecía. ¡Preferir a Gildarts como maestro antes que a él! Ese maldito vejestorio pasaba más tiempo fuera del gremio que dentro. Era insultante.

Sonrió mientras pensaba en todo ello. Sonrió porque, entre otras cosas, si su plan de infiltración resultaba como él esperaba, obtendría el título de Maestro del Gremio mucho antes de lo esperado. Y entonces les demostraría a todos el verdadero poder de los magos.

-Laxus, quita esa sonrisa arrogante y ve a ayudar a Mirajane con los platos sucios.

El rubio miró con desaprobación al maestro del gremio, su abuelo, y, pese a todo, asintió y se dirigió a la cocina de la taberna para acatar la orden del viejo.

-Algún día conseguirás tu meta, Laxus. –Le dijo una sonriente Mirajane.– Mientras tanto, sé bueno y friega estos platos.

-Vas a ser la primera en desaparecer, mujer –espetó.

La única respuesta de la albina fue una sonrisa inocente y una frase igual de inocente:

Puede ser… Maestro.

-¡Te voy a destrozar, Salamader!

-¡Ni lo sueñes, cabeza de hojalata! –Se escuchaba.– Eh, payaso de hielo, ven aquí, que voy a patearte el culo.

-¿Qué has dicho, cabeza de cerilla! ¡Voy a acabar contigo!

-¡Ánimo, Gray-sama! ¡Gray-sama va a ganar y a tener muchos hijos con Juvia!

-Gihee.

Los alaridos de una nueva y "amenazadora" batalla resonaban por todo el gremio, inundando cada uno de los rincones del mismo. Incluso el segundo piso.

Ah, el segundo piso de Fairy Tail, el lugar donde se encontraban las mejores y más peligrosas misiones. El lugar al que todos los magos del gremio aspiraban a llegar, el sitio por el que muchos de los allí presentes pisarían hasta a sus abuelas con tal de conseguir una plaza en él. Un lugar al que sólo unos cuantos afortunados habían llegado. Sólo cinco personas podían osar pisarlo, y sólo una de ellas se pasaba la vida ahí metido, ajeno a todo lo que ocurría en el primer piso. Alguien vanidoso, arrogante y lo suficientemente fuerte como para plantar cara a la gran Titania.

Hablamos de Laxus Dreyar, por supuesto.

El rubio Dragon Slayer apenas dejaba entrever su presencia en el primer piso, sólo si la situación lo requería, es decir, si tenía que salir a una misión.

Estaba encantado con su situación en Fairy Tail: disfrutaba del privilegio del segundo piso, tenía comida y bebida de la mano de Mirajane cuando a él le daba la gana, y sólo al imbécil de Dragneel se le ocurría molestarlo de vez en cuando. Y no nos olvidemos de su club de fans –como a él le gustaba llamarlos–, los Raijinshuu.

Sí, Laxus Dreyar era un mago feliz.

¿Verdad?

Se asomó levemente, no queriendo ser descubierto, a la barra de madera que conectaba con las escaleras al primer piso y observó la alegría que todos los mocosos, y hasta el Abuelo, mostraban en sus rostros. Las peleas de los chicos, las conversaciones de las chicas, Erza y su pastel, Cana y su barril, Mirajane sonrojando a Lucy… Hasta Ever, Freed y Bickslow se divertían molestando al hombre Strauss.

Suspiró pesadamente mientras apoyaba la cabeza en sus manos y recordaba lo que el Viejo le había comentado un día:

"No es más feliz el más poderoso, Laxus, sino aquel que está rodeado por quienes quiere."

Laxus no le había hecho caso entonces, se había limitado a bufar solemnemente y a rodar los ojos con condescendencia. Simplemente pensó en él como un viejo chiflado.

No obstante, estaba empezando a darse cuenta del significado de aquellas palabras.

Sí, él tenía en su poder el pase VIP al segundo piso de Fairy Tail. De acuerdo, tenía bajo su mandato a tres magos poderosos que, además, eran sus admiradores. Y, por supuesto, gozaba de más poder que cualquiera de los mocosos que se atrevieran a retarlo.

¿De qué servía todo eso si no había nadie con quien charlar ahí arriba? ¿Si aquellos tres admiradores eran sólo eso, admiradores? ¿De qué le servía su poder si nadie quería retarlo?

Estaba solo, completamente solo. No tenía a nadie que lo llamase "Laxus-sama" y que fantasease con tener una familia a su lado. Nadie que le ofreciese un pastel de fresas. Sólo una camarera que le servía todo lo que le pedía sin ni siquiera intentar entablar una conversación con él.

Sacudió la cabeza violentamente. ¿Qué gilipolleces estaba pensando? ¡Él era Laxus Dreyar, Dragon Slayer del rayo de segunda generación, mago de clase S, líder del equipo más fuerte de todo Fairy Tail y el mejor de todos los que allí estaban inscritos! ¿Cómo iba a sentirse solo?

-Laxus, ¿no te sientes solo aquí arriba?

El rubio ladeó la cabeza para poner un rostro a la voz femenina que le había hablado. Efectivamente, Mirajane Strauss, la camarera del gremio que había subido a llevarle una cerveza, había acertado con los pensamientos del mago.

Como siempre.

-Eso no es de tu incumbencia. –Espetó.– Ahora dame mi cerveza y esfúmate.

-Está bien. –Canturreó la dulce joven.– Pero si vas a sentirte abandonado, al menos aparta la vista de los chicos.

En la mirada de Laxus pudo adivinarse un rayo de ira y frustración. Por nada del mundo iba a admitir sus sentimientos delante de alguien, y mucho menos delante de aquella bruja-demonio.

-No me siento solo. –La miró.– ¿Contenta? Ahora lárgate y sigue con tus tareas, mujer. No necesito ayuda de nadie, y menos de ti.

Mirajane ladeó la cabeza con una sonrisa y se despidió.

-Serías mucho más divertido si bajases a jugar alguna vez, oh, gran Dreyar.

-Demonio –fue todo lo que contestó él.

Cuando ella estuvo abajo, el Dragon Slayer echó un trago a su cerveza y volvió a sentarse en el sillón en el que se encontraba al principio.

Sí, se sentía solo. Pero por nada del mundo iba a dejar que descubrieran que Laxus Dreyar podía sentir algo que no fuese el poder

Al mas fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora