Pasión.

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Con dulzura, fue depositando suaves besos a lo largo del cuello de la increíble Mirajane Strauss. Recorría su cuerpo de arriba abajo con las yemas de sus dedos, y la escuchaba soltar suspiros pesados contra su oído.

Todo había empezado de una manera bastante inocente -como siempre. Un simple flirteo en la barra del bar, unas indirectas de la albina dedicadas al rubio y unas cuantas miradas indiscretas por parte del Dragon Slayer del rayo dirigidas a los senos y el trasero de la Demonio.

Laxus no supo en qué momento de la conversación tomó a Strauss por la cintura frente a todo el gremio y se lanzó, junto a ella, hacia las afueras del gremio, al bosque, en busca de una intimidad de la que no gozarían en ninguna parte dentro de la ciudad de Magnolia.

Ella reía contra el cuello del mago, y ligeras corrientes de aire escapaban de sus labios para estrellarse contra la curtida piel del rubio. Laxus aún mantenía su agarre, su brazo y su mano rodeando la cintura de avispa de la joven maga; no pudo evitar tensarse cuando ella le sugirió lo prohibido, aquello que se habían prohibido a sí mismos durante tantos años.

-Laxus, hagámoslo.

Dos palabras fueron suficientes para que el rubio mandase al traste todo su autocontrol.

Tomó a Mirajane de manera que ambos se miraban directamente. Azul contra negro. La mirada inocente de ella no hacía más que pervertir la suya. Ni siquiera pudo susurrarle algún tipo de comentario socarrón, sentía arder dentro de sí un fuego incontrolable, como si un millón de rayos se arremolinasen en su interior.

Y dejó que la pasión lo consumiera.

Tiró desesperadamente de la maga hacia el suelo y se tumbó sobre ella, besando, mordiendo y lamiendo toda piel que se interpusiera en su camino. Apartó de un tirón los pantalones y la camiseta negra de su acompañante y dedicó varios segundos a admirar el tonificado y sensual cuerpo de la maga. Retiró la parte de arriba de su conjunto de lencería negra mientras la palabra "demonio" se formaba en sus labios y Mirajane reía dulcemente.

Acarició los pechos y la locura de la pasión acabó con su cordura. Ya no era Laxus Dreyar, el mago clase S y Dragon Slayer del rayo; en aquel momento sólo era Laxus, el hombre que iba a deshacerse de la virginidad de Mirajane. Lamió y mordió allá donde quiso, y cuando se dio cuenta estaba en las mismas condiciones que la albina: desnudo, con sólo una prenda que estorbaba demasiado.

Sonrió maliciosamente y despojó a la maga de su última prenda, sólo para que ella hiciese lo mismo con él. Ambos dirigieron miradas lujuriosas al sexo del otro y sonrieron de manera lasciva.

Sin tiempo para respirar, Laxus atrapó a Mirajane por las muñecas y la mantuvo pegada al suelo con una mirada de advertencia. Ella era suya, e iba a demostrarlo. Por su parte, la albina asintió y se relamió los labios a la espera de lo inevitable.

-Hazlo.

La acalló con un beso en el que sus lenguas disputaron una encarnizada batalla e introdujo salvajemente su erección en ella.

Una oleada de placer inundó los cuerpos de ambos, a pesar de la cara de dolor al principio de Mirajane. Sin embargo, Laxus arremetía contra ella más rápido, más fuerte y con más urgencia. Necesitaba a Mirajane, la necesitaba toda y solamente para él. Su Demonio.

Aquel día hicieron el amor más veces de las que pudieron contar, y los gritos habían resonado tanto por el bosque que ni los monstruos que allí acechaban se habían atrevido a irrumpir.

Y es que, cuando la pasión te consume, no eres realmente tú el lleva las riendas, sino tu corazón

Al mas fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora