Verusha y la Rana Rebelde

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Era un día desolador en la vida de Verusha. La tormenta azotaba la ciudad, y el sonido de los truenos resonaba como si un rockero furioso estuviera dando un concierto en su sala de estar. Pero los desastres no solo eran meteorológicos; Verusha había llegado al punto crítico de su vida: ¡había acumulado demasiada basura!

Con el valor de quien se enfrenta a un dragón, pero armada solo con una pila de bolsas y una tímida sonrisa, se dispuso a salir. Pero cuando abrió la puerta... ¡sorpresa! Una rana, aparentemente del tamaño de un perro pequeño, decidió que era el momento perfecto para colarse en su hogar. ¡Era todo lo que Verusha temía!

"¡Ay no! ¡Una alimaña!", gritó mientras la rana se acomodaba, como si acabara de llegar a un hotel de lujo. Agarrando una tapa de olla en una mano y una espátula en la otra, Verusha se sentía más como un chef de cocina gourmet que como una guerrera en busca de un ogro.

La búsqueda comenzó. La rana, que quizás tenía un doctorado en escurridiza, saltaba de un lado a otro, dejándola con ganas de gritar: "¿Qué te crees, rana? ¡No soy tu charca personal!". Pero con cada salto, Verusha sentía que la rana se estaba burlando de ella. Era como si tuviera un plan maestro para desquiciarla.

Mientras la rana tenía su propio "tour" por el departamento, Verusha desarrolló todo un esquema de conspiración: "¿Y si es un espía de los animales? ¿Está trabajando para la sociedad secreta de las ranas? ¿O solo es una rana común, pero con aspiraciones de diva de Hollywood?" Sus pensamientos la llevaron a un laberinto de especulaciones mientras corría de un lado a otro intentando acorralar a su enemigo.

"¡No te escapará de mí!", gritó, saltando a una habitación mientras la rana se tomaba su tiempo para contemplar el paisaje desde lo alto del sofá. Verusha resbaló con un calcetín olvidado y cayó de cara al suelo, llevando consigo un par de cojines en su caída como si fueran canastas de baloncesto. La rana, por supuesto, se rio de ella en su propio idioma, saltando con alegría.

Con cada golpe que se daba contra las paredes y los muebles, Verusha juraba que la rana estaba organizando una fiesta a su costa. Pero finalmente, después de un ir y venir digno de un juego de video, logró encerrar a la rana en la cocina. Suspirando profundamente, se acercó lentamente, tapeando la olla y acechando. La espátula estaba lista para darle un "final de película".

Justo cuando estaba a punto de hacer su movimiento, la rana, en un giro espectacular, dio un salto magistral, pasó por encima de Verusha y se estrelló contra la ventana. Con un último "¡fuera, fuera, de mi vida!", ella abrió la ventana de par en par, y la rana, riendo en su propio tono anfibio, salió volando hacia la lluvia.

Verusha, con el corazón aún latiendo con fuerza, se asomó para ver cómo la rana desaparecía en la tormenta. Pero justo antes de perderla de vista, notó que la rana se detuvo un instante y, por un breve momento, sintió lo que parecía ser una mirada burlona, como si le hubiera dicho: "Gran intento, humana. ¡Hasta la próxima!"

Verusha cerró la ventana, respirando entre risas y frustraciones. Aunque había perdido la batalla, la guerra con las alimañas estaba lejos de terminar, y a partir de ese día, siempre miraría a su alrededor antes de abrir la puerta. ¡Quién sabe qué próximo desafío podría estar acechando en su camino!

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