—Madre, por favor, mantente, despierta, ¿sí? La ayuda no tarda en llegar.
—Necesito contarte algo dulcecito mío, antes de irme.
—No, debes ahorrar fuerzas, te lo suplico.
—Quiero que me escuches bien, porque no te lo repetiré de nuevo, debes poner atención a cada palabra, esto es algo que no podrás escuchar dos veces.
Mira mis ojos, hablo muy en serio, no querrás perderte las siluetas del recuerdo.
La noche de ese día. Hace veinte años, ya, se sentía tibia, como la sangre al ser derramada, ¿la has sentido? Como el palpitar de un bebé alimentándose, como la mirada de un can enamorado.
No, no ese tipo de can, hablo de los bonitos, de los que quieres abrazar y proteger por siempre, no de los apestosos e insignificantes que creo la luna cuando estaba demasiado llena para estarse quieta.
Las noches en las que las atrocidades ocurren suelen ser las mejores, a pesar de la creencia popular.
La mujer en esta historia no soy yo, eso lo sabes, era mi hermana, sí, cariño tu tía, como sabes ella es una mujer de energía inagotable, al igual que tú, algún mal habré hecho, mi vida sería tan fácil.
Estate quieta y mira mis ojos.
Esa noche fue a bailar, sus amigas no le acompañaron y yo estaba algo enferma, pero decidí que un poco de aire no me vendría nada mal, así que fui con ella. Los sonidos al llegar eran abrumadores, las voces que intentaban alzarse ante la música estruendosa que incitaba cada poro de nuestro cuerpo a moverse a su ritmo; caótico y desproporcionado, murmullos que más bien eran gritos y risas con tinte alcoholizado, tape mis fosas nasales intentando no captar de golpe el olor a sudor, vomito y alcohol que impregnaba el aire. No lo conseguí, tu tía me sonreía, pero yo no me sentía mejor a pesar de que creí que todo eso me haría bien, quería irme y apenas estábamos entrando. Un olor en particular llamo mi atención, observe hacia arriba, pues, tenía la certeza de que de allí provenía.
Un grupo de personas estaba allí, bailando y bebiendo vino rojizo, mi hermana danzaba, soltando su cuerpo e intentaba que yo le siguiera el ritmo, no podía despegar mis ojos de un tono verde esmeralda reluciente y frío, un par de ojos que iluminaron mi mundo de repente y se llevaron consigo mi malestar. Sonreí complacida y sentí el jalonazo de tu tía que me obligo a moverme al centro de la pista y bailar.
El onceavo trago de la noche torno mis movimientos lentos, los pasos en el lugar se sentían en mi pecho y me empujaban a bailar aún más, el suelo se sentía pegajoso, tu tía tan inquieta bailaba con múltiples personas y se llevaba todas las miradas, intente en vano seguir su ritmo con todas mis fuerzas, pero me era inaccesible, sentía mi cuerpo adormecido.
El poco viento del lugar me trajo de nuevo el extraño aroma, un poco más fuerte, algo dulzón, un agitado resoplido a mi lado me llevo a desviar mi atención, de nuevo, al segundo piso del lugar, una mujer demasiado ebria yacía en el suelo, apenas podía respirar y resoplaba en busca de oxígeno, tal vez se drogó de más, sus ojos lucían opacos y sin vida. Aparte mi mirada sintiendo que debía ayudarla, parecía necesitar a alguien, cuando volví a mirar el dueño de los ojos esmeralda la cargaba y la sentaba en un sofá, mientras le brindaba un poco de agua, me sentí mejor, pero la sensación extraña de que no era el lugar para mí me envolvió como una manta helada y llena de agujeros que dejaban colar un aire aún más siniestro, me acerque a tu tía, bailaba con un hombre muy apuesto, él, la miraba con devoción y ella como si no existiera nada más en la tierra. Me alejé, lo suficiente como para no perder de vista a tu tía y recostarme en una pared, descansar un poco, estabilizarme. Un par de sujetos se detuvo frente a mí, no lograba escuchar lo que decían, pero sentí una de sus manos, no logre distinguir a quien le pertenecía, pero fue directo a mi seno derecho y lo estrujo, lo aparte con ira, todo lo que recuerdo después de eso fue el aroma, la mezcla dulce, un olor a metal húmedo que provoco un mar de sensaciones en mi cuerpo, luego un color rojo oscuro y palpitante frente a mí y el frenético y constante castañeteo de dientes a unos pasos, alguien temblaba y no era yo, lo supe cuando escuche un golpe seco, uno de los sujetos estaba en el suelo, la sangre salía de su pecho de forma delicada, el tono rojo me hizo levantar de nuevo la mirada, un corazón humano apareció a mi alcance y detrás de él, un poco más arriba, ese tono esmeralda que me seguía esta noche brillaba con intensidad.
No cariño, los gritos no están permitidos, lo sé, la imagen en mis ojos es espantosa, pero es real y cosas peores llegarás a ver en la vida.
Lamentaciones, suspiros entrecortados, gritos ahogados y espeluznantes opacaron la música en cuanto asocie la forma, las personas ya no bailaban, los pasos eran aún más intensos y repetitivos, todos corrían por sus vidas, un llanto a mi lado llamo mi atención sobre todo lo que acontecía, el otro sujeto aún temblaba cerca de mí, sus escandalosos dientes delataban su miedo, aparte el corazón frente a mí y pase junto aquellos ojos que habían bajado a auxiliarme en un momento que pudo tornarse mucho peor en segundos. La imagen de mi hermana en peligro era todo lo que mi mente ocupaba, trabaje en piloto automático, observe cuellos ser desgarrados por un par de colmillos, aparentemente filosos y exageradamente puntiagudos. Los sonidos de algo desgarrándose o rompiéndose, de succión, de nuevo los lamentos, de nuevo los gemidos, el placer, el olor, los golpes en la piel, en el suelo, la sangre se derramaba a mi paso, las botellas caían al suelo, los vasos se volcaban, las personas caían inertes o por tropezar no me interesaba, algunos convulsionando, intentando aferrarse a la vida, aquella que hasta ese día aún latía en su interior. Todo hacía eco hacia mí y todo lo que en mi mente perduraba; el rostro sonriente de mi hermana.
Protegerla, salvarla.
Al verla la energía se abrió paso en mi interior y la calma me abandono, tenía en sus manos una copa con un líquido rojizo, la misma que ellos, continuaba bailando con el hombre mientras sus pies pisaban los charcos de sangre que lentamente se abrían paso hacia ellos.
Danzando entre la muerte, allí estaba ella, y no me sorprendió.
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DANZA CARMESÍ
Vampire"El demonio del mal es uno de los instintos primeros del corazón humano" -Edgar Allan Poe. A continuación, te presento el relato de una madre a su hija, una lucha pasada, un poder cedido y una posibilidad de huida para alguien cuyo destino no es la...