Chapter Five: Reencuentro en la incertidumbre

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La castaña estaba exhausta. Sentía los músculos de sus piernas temblar levemente mientras avanzaba por el pasillo final, después de lo que parecían horas enfrentándose a desafíos que habían puesto a prueba su valor y su instinto. Cada paso le recordaba que estaba un poco más cerca del reencuentro que había anhelado desde el inicio: ver de nuevo a Mateo, asegurarse de que él también había sobrevivido.

Finalmente, alcanzó el lobby. La sala era fría, pero una luz suave y constante se extendía por el lugar, como si esperaran a que todos llegaran antes de apagarla. Había sillones y un par de mesas de café dispersas, y, a diferencia de las otras habitaciones que había recorrido, el ambiente aquí era casi acogedor. Aún así, la calma aparente no lograba apaciguar el nudo de ansiedad que sentía en el pecho.

Miró a su alrededor, tratando de encontrar una señal de él entre el resto de los grupos que iban llegando uno a uno. Entonces, sus ojos se cruzaron con los de Mateo al otro lado de la sala. La chispa en sus ojos era suficiente para que Alaska sintiera un alivio inmenso y el impulso de correr hacia él. Sin embargo, justo antes de que pudiera avanzar, una chica del grupo de Mateo se interpuso en su camino y se colgó del brazo de él, como si fuera la persona más cercana en su vida.

La chica, de cabello rubio lacio y sonrisa brillante, parecía estar completamente despreocupada de la tensión en el ambiente. Se reía ligeramente, tocando el brazo de Mateo de forma insistente, mientras decía en voz lo suficientemente alta como para que todos, incluida Alaska, pudieran escucharla.

— Mateo, estuve tan asustada en la última prueba, ¡no sé cómo lo logré! — La voz de la chica tenía un tono meloso y confiado que contrastaba con la solemnidad del lugar—. Si no hubiera sido por ti, creo que no habría encontrado el camino.

Mateo, visiblemente incómodo, le devolvió una sonrisa cortés, quitando su brazo de la mano de la chica con cuidado. Mantuvo una expresión neutral, pero Alaska conocía bien sus gestos, y sabía que estaba tratando de mantener la compostura sin ofenderla.

— Me alegra que estés bien, Paula. Pero todos tuvimos que enfrentarnos a lo nuestro. — Mateo intentaba ser diplomático, evitando darle mucha atención, aunque Paula parecía insensible a la distancia que él trataba de marcar.

En ese momento, Paula se giró y fijó su mirada en Alaska, como si recién se hubiera percatado de su presencia. Le dedicó una sonrisa educada, aunque fría, y luego volvió a mirar a Mateo.

— Y dime, ¿ella es la famosa Alaska? —preguntó Paula en un tono juguetón, lanzando una mirada inquisitiva entre ambos—. Mateo me ha contado tanto de ti. No sabía que también estabas aquí.

Alaska, sintiendo una mezcla de incomodidad y algo de irritación, asintió con una sonrisa forzada. Mantuvo la calma, tratando de no reaccionar, aunque las constantes risitas de Paula comenzaban a ser insoportables.

Mateo se acercó un poco más a Alaska, ignorando la mirada de Paula, y le habló en voz baja, buscando reconfortarla con su presencia.

— Me alegra verte, Alaska. — Su voz era un susurro que intentaba reconectar con ella en medio de tanto caos, era diferente a como trataba con Paula—. Lo logramos, ambos. Eso es lo que importa.

Alaska sonrió con un alivio sincero, permitiéndose finalmente respirar. Quería contarle todo, pero el momento parecía demasiado frágil, especialmente con Paula a su lado, mirándolos como si estuviera esperando para intervenir.

— Sí… me alegra que estés aquí, Mateo. — Sus palabras eran simples, pero llenas de significado, intentando resistir la presión del entorno.

Pero justo cuando Alaska pensó que finalmente podría disfrutar del reencuentro, Paula dio un paso hacia Mateo y se enganchó nuevamente a su brazo, sonriéndole como si Alaska no estuviera allí.

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