Danza de hierro y Fuego.La canción de la guerra (Remake)

Prologo

La tormenta arrasaba todo japón, habían pasado horas desde su llegada más esta no paraba de destrozar todo a su paso; inundando las ciudades poco a poco y, a su vez en el templo de la familia Midoriya una mujer estaba dando a luz, la matriarca de aquella importante familia luchaba para que sus mellizos nacieran, sus gritos llegaban a la par de que los rayos. Los médicos la trataban en el parto así llevaban dos horas hasta que nació el primero, un varón, el gran varón que Hisashi Midoriya espero durante todo ese tiempo quien lloraba con fuerza y salud, minutos después la segunda nació, una mujer, una dama quien lloraba con menor intensidad, pero con gran ímpetu.

-Señor Hisashi, ambos bebes parecen bastante sanos y fuertes-Mencionaría el medico quien limpiaba sus manos- Hombre y mujer respectivamente.

-Ya veo, gracias, Lionel, siempre puedo confiar en ti para estas cosas. Ahora si me disculpas voy a firmar sus actas de nacimiento y ponerlos en el libro familiar.

-Si señor, nos alegramos del nacimiento de sus hijos.

El hombre dio una sonrisa antes de partir a hacer el papeleo en la habitación, una sonrisa en su rostro estaba formada viendo a sus hijos a la distancia, al lado de su madre quien los abrazaba con gran fuerza mientras estos se calmaban al sentir el calor de la mujer que les dio la vida. Agarrando ambos papeles empezó a escribir sus nombres, el varón nacido a las dos de la madrugada llevaría el nombre de Izuku, su hija por en cambio, respetando sus orígenes europeos tendría Emilia como nombre.

Dejo que los médicos se llevaran a los niños un tiempo después mientras su esposa se iba a descansar, él por su parte se quedaba en su oficina terminando el papeleo de su empresa, cosas que ya habían terminado de aceptar los inversionistas o por el contrario habían sido rechazadas. La lluvia chocaba contra su ventana de forma constante mientras que en algún momento escuchaba los relampagos. Eran alrededor de la una de la madrugada cuando logro terminar su trabajo, solo él se encontraba despierto en la casa para ese momento, aquel silencio era aterrador como ninguno, giro para ver por la ventana, encontrándose con una silueta, un hombre que se encontraba sentado frente a él, segundos después junto a la caída de un segundo rayo él estaba ahí, media alrededor de dos metros de altura, sus ojos brillantes como el mismo oro y penetrantes como los de un cazador los tenía fijo en él.

-Hisashi Midoriya- hablaría por primera vez con una voz grave que haría retumbar todo el ser del patriarca- No sabes quién soy yo, tampoco lo necesitas, pero vengo a ofrecerte mis servicios

- ¿Tus servicios? -Diría tratando de controlar su temblor en la silla mientras buscaba de agarrar el arma bajo su mesa- ¿Cuáles servicios específicamente?

-Aquellos que mantendrán a tus hijos a salvo-Acercándose- No le recomiendo sacar esa arma señor Midoriya, el único afectado será usted. Ahora si me lo permite déjeme demostrarle lo que soy capaz.

Antes de que el hombre pudiera decir algo su frente fue tocada por aquellos dedos largos, fríos como los de un cadáver encontrándose con aquellos ojos antes de saltar completamente a otro plano. Hisashi se encontró completamente desorientado durante unos segundos, se encontraba rodeado de escombros, polvo y muerte, no reconoció la ciudad hasta un rato después donde encontraría aquella plaza donde tantas veces había caminado en su infancia, los edificios que alguna vez mostraron la majestuosidad de su ciudad natal se encontraban derruidos hasta los cimientos, manchados por las garras de la muerte. Al mirar al suelo se encontraría la bandera de su nación en el suelo, hecha girones, aquel hombre de cabellos negros se encontraba sentado con su bastón en mano esperando que este le dirigiera la palabra, con una expresión neutra en el rostro tanto que espantaría a cualquier hombre.

- ¿Qué es esto? -Agarrando con fuerza la bandera mientras trataba de no quebrar en llanto- ¡¿Qué fue lo que paso aquí para destruir toda mi nación?!