❝mafia couple❞ yeongyu. ✓

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Beomgyu

Después de estar dos días sin Yeonjun, sentía que todo mi cuerpo se rebelaba. No podía retener la comida y apenas bebía agua. Necesitaba algo para calmar mi estómago o tendría que ir al médico. Decidí intentar comer, pero había sido un grave error.

Ir a la tienda a por unas galletas de soda y un ginger ale fue lo que hizo que me encontrara mi hermano.

Apenas había abierto las galletas cuando llamaron a la puerta de mi habitación de motel. Intenté huir, pero sólo había una puerta en la habitación y mi hermano la estaba bloqueando. Así fue como me encontré esposado en una habitación de lo que estaba seguro que era un casino. Durante un rato me taparon la cabeza con una capucha, pero ahora me di cuenta de que estaba en una especie de oficina. Había un escritorio en un rincón y me senté en uno de esos sofás demasiado rígidos. Sólo había una puerta, pero había dos ventanas. El único problema era que no podía ver por ellas para saber si estábamos en el primer piso o más arriba.

Mi padre y mi hermano estaban sentados en silencio, ambos con las pistolas en la mano. Sus dedos se movían nerviosos, demasiado cerca del gatillo para mi comodidad. Intenté desesperadamente contener la bilis que me subía por la garganta respirando despacio.

Si se enteraban de mi estado, las cosas no irían bien.

Mark miró su reloj mientras su pierna rebotaba. —Debería llegar en cualquier momento.

Mi padre debía de tener tratos comerciales con el casino, que era como tenía acceso, pero yo no sabía que ninguno de nuestros clientes estuviera en el negocio del juego. Al menos, no del tipo público.

Pero no me importaban los negocios de mi familia. Lo único que me importaba era Yeonjun y lo mucho que lo echaba de menos. Confiaba en que Yeonjun me salvaría. Aunque sólo fuera por su orgullo, se aseguraría de salvar a su marido y de que nadie supiera que me había escapado para huir de él.

¿Pero qué pasaría después de que me salvara?

Sin duda, de la sartén al fuego.

Mi padre cogió su teléfono y miró un mensaje. —Ya está aquí.

Mark se levantó, todavía inquieto. —¿Ha venido solo?

—Estaba solo cuando entró por la puerta principal.

—Eso no significa que ninguno de sus matones esté cerca. ¿De verdad crees que va a venir directamente hasta aquí?

La mirada de mi padre se volvió hacia el único hijo alfa que le quedaba. —¿Estás cuestionando mi plan?

Yo cuestionaba su plan, porque si conocía a Yeonjun, tenía conexiones en casi todas partes. Mi padre no. Yeonjun tenía recursos que mi padre ni siquiera podía imaginar.

Papá hizo un gesto hacia la puerta. —Sal a buscarlo. Tráelo aquí.

Mark me miró con desprecio y apretó el cañón de su pistola contra mi sien. —Esta va a ser la última vista que veas. —Lo apretó tan fuerte que supe que quedaría una marca.

Ni siquiera me molesté en mirarle. Él no era nada para mí.

En cuanto Yeonjun entrara en la habitación, le dispararían a él o a mí. Probablemente a ambos, no lo sabía con seguridad.

Mi padre ni siquiera me miró en los pocos momentos que nos dejaron solos.

Y yo no tenía nada que decirle. Si estaba esperando a que suplicara por mi vida, estaría esperando mucho tiempo.

Se oyó un fuerte golpe en la puerta y la madera se hizo añicos.

Mi padre levantó su pistola. —¿Mark?

La puerta se abrió de golpe y el cuerpo de Mark salió volando por los aires. Entonces Yeonjun entró como si no acabara de lanzar a mi hermano a través de una puerta como si no pesara nada.

Mi padre se dio la vuelta. —¡Se suponía que ibas a venir solo!

Yeonjun levantó las manos. —¿Ves a alguien aquí conmigo?

La cara de mi padre estaba enrojecida, con la sangre brotando bajo la superficie de su piel arrugada. —Aquí no tienes la sartén por el mango.

Yeonjun entrecerró los ojos. —Parece que sí.

—Dame el dinero y podrás recuperar a tu preciado marido.

Yeonjun ni siquiera me miró.

Ouch. Bajé la cabeza, sabiendo que me lo merecía. Me arrepentía de muchas de mis decisiones. ¿De verdad creía que me iba a valer por mi cuenta en este mundo?

Si hubiera salido de la ciudad como Kai me dijo, lo habría hecho. Pero incluso entonces, habría echado de menos a Yeonjun. Qué estúpido fui al pensar que merecía más de él de lo que él estaba dispuesto a darme.

Yeonjun se burló como si eso fuera gracioso. —No recibirás dinero de mí, Santo.

Mi padre se mofó. —Sabía que esto no era un emparejamiento real. No hay forma de que a nadie le importe ese omega tanto como para querer casarse con él. Entonces, ¿cuál era el objetivo final? Si no va a haber dinero, seguro que no te importa que me deshaga de él ahora mismo. —Mi padre levantó su pistola y me apuntó.

Dejé escapar un gemido mientras se me retorcía el estómago. Iba a morir. No había forma de evitarlo. —Lo siento, —dije en voz alta—. Te amo, Yeonjun.

Cerré los ojos, esperando a que llegara la bala.

Se oyó un estallido y algunos cristales romperse, pero no sentí dolor. ¿Él había fallado? ¿Qué demonios había pasado? Inspiré y abrí los ojos.

Mi padre yacía en el suelo.

—Te has pasado un poco, ¿no crees? —dijo Yeonjun en su teléfono.

La voz de Soobin sonó por el altavoz. —Necesitaba una visión clara. ¿Está muerto el hermano?

—Todavía no. Santo lo está, sin embargo.

—¿Beomgyu está bien?

—Sí. Consigue un médico, sin embargo. Vamos a llevarlo al médico ahora mismo. —Yeonjun sacudió la cabeza mientras me miraba y colgó el teléfono—. Has adelgazado, cariño.

Las lágrimas brotaron de mis ojos. —No puedo retener la comida.

—El médico quizá pueda darte algo para las náuseas. Me han dicho que es bastante común que los omegas estén enfermos en las primeras etapas.

—Las náuseas matutinas extremas están relacionadas con llevar alfas. —Me sentí culpable por la nota de esperanza en mi voz. Amaría a mi hijo sin importar cómo se presentara, pero una parte de mí esperaba que tuviera todas las ventajas en la vida... y eso significaba ser un alfa.

Sus ojos se entrecerraron mientras buscaba algo en los bolsillos de mi padre. Un momento después, se acercó a mí con la llave de las esposas. Me las abrió y me frotó las muñecas y los hombros. —No me importa si llevas un alfa o un omega. Niño o niña. Sólo quiero un bebé sano.

—¿Sí? —Solté un sollozo, sorprendido por sus palabras.

—Sí, ¿tú no? A menos que... ¿Por eso huiste? ¿Ibas a ponerle fin?

—No, claro que no.

Su teléfono sonó y lo miró. —Tenemos que salir de aquí y volver a casa.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Todavía nada, pero con los hombres de Mennetti todavía por ahí, estaremos más seguros en casa. Agradezco que no te hayan encontrado antes que tu padre. —Yeonjun me atrajo hacia sus brazos y me abrazó durante un largo suspiro—. Vámonos.