Los Celos de Emily
FrederickLas semanas que siguieron al regreso de April a casa estuvieron llenas de momentos agridulces. Aunque la alegría de tener a nuestra pequeña finalmente con nosotros inundaba cada rincón de la casa, también significaba ajustes para todos, especialmente para Emily.
Mackenzie se dedicó completamente a April. La vi transformarse en una madre amorosa, entregada, sujeta a ese nuevo rol con una naturalidad que me sorprendió. Cada vez que April lloraba, Mackenzie estaba allí para calmarla, para acunarla contra su pecho, y sobre todo, para amamantarla. Era un vínculo que se estaba fortaleciendo entre ellas, un lazo tan íntimo que, por momentos, me encontraba observándolas con asombro. Sin embargo, ese mismo vínculo empezaba a tener efectos colaterales en los otros miembros de la familia, especialmente en Emily.
Al principio, Emily estaba fascinada con su nueva hermanita. Cada mañana corría a la habitación de April, esperando ser la primera en verla despertar. Quería ayudar en todo, desde cambiar pañales hasta elegir la ropa que April llevaría ese día. Pero poco a poco, algo empezó a cambiar.
Noté los primeros signos en las pequeñas cosas: la forma en que Emily se quedaba quieta al observar a Mackenzie amamantar a April, su silencio cuando antes hubiera estado haciendo preguntas constantes, o los gestos frustrados cuando se daba cuenta de que la atención de Mackenzie estaba completamente absorbida por la bebé. No tardé en darme cuenta de que Emily estaba sintiendo algo que no entendía del todo: celos.
Un día, cuando April tenía alrededor de seis semanas, la situación alcanzó un punto crítico. Era una tarde tranquila, una de esas en las que la luz dorada del sol entraba por las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Mackenzie estaba sentada en el sillón de la sala, amamantando a April. La bebé estaba acurrucada contra su pecho, sus pequeñas manos descansando sobre la piel suave de su madre, bebiendo con tranquilidad.
Emily entró en la sala con su muñeca favorita en brazos, una muñeca que Mackenzie le había regalado hacía unas semanas. La observé mientras se acercaba lentamente al sillón, mirando a April con esos grandes ojos azules que tanto se parecían a los míos.
—¿Puedo sentarme contigo, mamá? —preguntó Emily, su voz era suave, casi tímida.
Mackenzie levantó la vista y le sonrió, haciendo un gesto para que se sentara a su lado.
—Claro, amor, ven aquí.
Emily se subió al sillón y se acomodó junto a Mackenzie, pero en lugar de acurrucarse como solía hacer, se quedó sentada con la muñeca en brazos, observando en silencio cómo April mamaba.
Los minutos pasaron, y aunque Mackenzie intentaba involucrar a Emily en la conversación, nuestra pequeña parecía retraída, como si estuviera lidiando con algo que no sabía cómo expresar. Finalmente, Emily levantó la mirada hacia Mackenzie, con los ojos brillantes de algo más que simple curiosidad.
—¿Por qué siempre tienes a April? —preguntó, su voz temblando un poco—. ¿Ya no me quieres a mí?
La pregunta me golpeó con fuerza, y vi a Mackenzie tensarse, visiblemente afectada por las palabras de Emily. Soltó una pequeña carcajada nerviosa y acarició la mejilla de nuestra pequeña mayor.
—Oh, cariño, claro que te quiero. Te quiero muchísimo. Pero April es un bebé, y necesita mucha atención porque no puede hacer nada por sí misma todavía.
Emily bajó la mirada hacia su muñeca, apretándola con más fuerza contra su pecho.
—¿Yo también era así de pequeña? —preguntó en un susurro.
Mackenzie asintió, con una expresión suave y comprensiva.
—Sí, mi amor. Tú también eras un bebé así, y tu padre te cuido de la misma manera que estoy cuidando a April ahora. Pero eso no significa que te quiera menos.
Pero Emily no parecía completamente convencida. Soltó la muñeca y se deslizó del sillón, mirando a Mackenzie con un puchero en los labios.
—Quiero que me tengas en brazos como a April —dijo, cruzando los brazos con un gesto de terquedad que me recordó a mí mismo cuando era niño.
Mackenzie sonrió con ternura, entendiendo perfectamente lo que estaba pasando por la mente de Emily. Con cuidado, ajustó a April en su pecho, acomodándola para que siguiera mamando sin problemas, y extendió un brazo hacia Emily.
—Ven aquí, pequeña, ven a los brazos de mamá.
Emily titubeó por un momento, pero finalmente dio un paso adelante y se acurrucó en el espacio libre en el regazo de Mackenzie, apoyando su cabeza en el hombro de su madre. Mackenzie la sostuvo con su brazo libre, y aunque la escena era hermosa, no podía evitar notar la pequeña sombra de celos que todavía nublaba los ojos de Emily.
La comprendía. Emily había sido la más pequeña de la familia durante tanto tiempo, la única niña a la que se mimaba y se cuidaba. Ahora, con la llegada de April, ese papel había cambiado, y aunque seguía siendo profundamente amada, compartía ese amor con su nueva hermana, algo que, a sus cortos años, era difícil de entender.
Durante las siguientes semanas, me esforcé por darle a Emily más atención, llevándola a hacer cosas que eran solo para nosotros dos, como paseos al parque o juegos en el jardín. Quería que supiera que, aunque el amor se expandía para incluir a April, no disminuía para ella.
Sin embargo, cada vez que volvía a casa y encontraba a Mackenzie amamantando a April, veía a Emily mirar a su madre con una mezcla de tristeza y confusión. Era evidente que, aunque trataba de adaptarse, seguía luchando con estos nuevos sentimientos.
Un día, después de una larga jornada de trabajo, regresé a casa y encontré a Mackenzie en la habitación de April, amamantándola mientras le cantaba suavemente. Emily estaba sentada a los pies de la cama, sosteniendo su muñeca pero sin prestar atención, con la mirada perdida.
Me acerqué a ella y me senté a su lado.
—Hola, pequeña —le dije, acariciando su cabello rubio.
Emily levantó la vista hacia mí, con una expresión seria que no se correspondía con su edad.
—¿Papá? —dijo en voz baja—. ¿Por qué April siempre está con mamá? Yo quiero estar con mamá también.
Mi corazón se apretó al escuchar sus palabras. Sabía que Mackenzie también sentía la tensión, y aunque trataba de dividir su atención, la dependencia de April hacía que fuera inevitable pasar más tiempo con la bebé.
—Emily, mamá te quiere muchísimo, al igual que a April —le expliqué, levantándola y sentándola en mi regazo—. April es muy pequeñita y necesita mucho cuidado, pero eso no significa que mamá no tenga tiempo para ti. ¿Recuerdas cómo te abrazaba cuando eras más pequeña? Ahora es el turno de April, pero mamá siempre tendrá tiempo para ti, te lo prometo.
Emily se aferró a mi cuello, abrazándome con fuerza. Sentí su respiración temblorosa mientras intentaba procesar lo que estaba pasando.
—Papá... —dijo después de un momento—. ¿Podemos jugar juntos mañana?
—Claro que sí, pequeña. Mañana jugaremos todo lo que quieras —le respondí, sonriendo mientras la abrazaba con fuerza.
Esa noche, mientras observaba a Mackenzie alimentar a April antes de dormir, sentí una profunda gratitud hacia la mujer que había traído tanto amor y complejidad a mi vida. Sabía que, aunque los celos de Emily eran una fase, eran también una oportunidad para mostrarle que nuestro amor por ella no había cambiado. Era un desafío, pero uno que estaba dispuesto a afrontar, porque ahora tenía dos hijas y dos hijos que necesitaban saber que eran amados, cada una de manera única y especial.
Mackenzie me miró con una expresión que me hizo saber que ella también sentía lo mismo. Nos entendimos sin necesidad de palabras, sabiendo que, a pesar de los desafíos, estábamos construyendo algo hermoso juntos. Y mientras April se acurrucaba para dormir en los brazos de su madre, y Emily finalmente se dormía abrazada a su muñeca, supe que, aunque no siempre sería fácil, todo valdría la pena.
——————————————————————-
Mi Emily....
Ig: mafia.princesa_
TikTok: mafia_princesa

ESTÁS LEYENDO
Building dreams
Teen FictionFrederick Montgomery es el dueño de las empresas más prestigiosas del mundo, un hombre de carácter implacable y presencia dominante. Arrogante, frío y calculador, siempre ha puesto los negocios por encima de todo, incluso de su familia. Viudo y padr...