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Las Vegas brillaba con todo su esplendor aquella noche. El circuito, iluminado con luces neón, reflejaba la euforia de una carrera épica y culminante. Max Verstappen había cruzado la línea de meta en primer lugar, asegurando no solo una victoria en el Gran Premio, sino también el campeonato del mundo. Los fuegos artificiales estallaron en el cielo, y la multitud rugía mientras Max celebraba en el podio, bañándose en champán junto a Lando Norris y George Russell, quienes lo acompañaban en el podio en segunda y tercera posición respectivamente. Sin embargo, Max, pese a estar en la cima, no podía evitar lanzar miradas hacia Checo Pérez, quien había alcanzado una increíble sexta posición después de haber arrancado desde el puesto quince.

El equipo Red Bull estaba exultante, pero Max notó algo extraño en la manera en que Checo celebraba. Se veía distante, ausente, y la chispa de alegría que solía iluminar sus ojos parecía haberse apagado. Desde el Gran Premio en México, Max había notado que su compañero estaba extraño, cada vez más reservado. Aun cuando intentaba acercarse y hablar con él, Checo respondía siempre con evasivas, como si algo lo estuviera consumiendo desde dentro.

Max había escuchado rumores en el paddock, murmullos sobre Checo y Toto Wolff, el jefe de Mercedes. Algunos comentaban que los habían visto hablando en varias ocasiones, en rincones apartados, y a Max le incomodaba la idea. Intentó preguntar a Checo sobre eso en varias oportunidades, pero él siempre le daba respuestas tranquilas, minimizando la situación.

—No es nada, Max —le decía Checo, sonriendo con calma—. Toto y yo solo estamos hablando sobre la temporada, ya sabes... nada de qué preocuparse.

Max quería creerle. Quería confiar en la palabra de Checo, pero una sensación de inquietud se fue apoderando de él, haciéndolo cuestionarse si había algo más detrás de aquella actitud tan relajada.

Después de la ceremonia, Max caminó hacia los garajes, pensando en enfrentar a Checo de una vez por todas. No podía soportar la duda que lo atormentaba, pero, al acercarse, escuchó una voz familiar al otro lado de una esquina del pasillo. Era la voz de Checo, quien hablaba con alguien en inglés por teléfono. Max se detuvo en seco, escuchando sin querer, pero sin poder resistirse. La voz de Checo sonaba seria, casi tensa.

—Estoy listo para irme —decía Checo al teléfono, su tono inusualmente bajo—. He tomado mi decisión, Toto. Solo necesito que me asegures que todo estará en su lugar.

Max sintió cómo un frío le recorría el cuerpo al escuchar ese nombre. Se quedó inmóvil, con el corazón latiendo con fuerza. ¿Toto? ¿Realmente estaba hablando con Toto Wolff? La sospecha que llevaba semanas evitando se materializó de golpe en su mente. ¿Acaso Checo se iría a Mercedes?

—No puedo seguir así —continuó Checo, con una mezcla de cansancio y frustración en la voz—. Sé que esto va a sonar contradictorio, pero... necesito este cambio. Aunque sea difícil, aunque Max no lo entienda, sé que debo hacerlo.

Max sintió que el mundo a su alrededor se derrumbaba. No podía creerlo, pero ya no quedaban dudas. Checo realmente planeaba dejar Red Bull. La llamada terminó, y Max, dominado por una mezcla de ira y desolación, salió de su escondite, enfrentándose a Checo con la mandíbula tensa y los ojos llenos de incredulidad.

—¿Qué significa esto, Checo? —preguntó, su voz teñida de rabia—. ¿Te vas a Mercedes?

Checo se quedó inmóvil, claramente sorprendido por la confrontación, pero pronto recuperó su compostura, tratando de hablar con calma.

—Max..., si , pero puedo explicártelo.

Max sintió una mezcla de ira y traición en el pecho. Sus ojos se llenaron de frustración mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.

Acelerando juntos hacia la historia | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora