Capítulo 1: Susurros en la Niebla
El sexto año en Hogwarts no estaba siendo como Harry había imaginado. Había algo distinto en el aire, algo inquietante y confuso que no lograba entender. Las pesadillas eran constantes, aunque no se trataba de sueños de Voldemort o de cualquier amenaza que acechara en el mundo mágico. En lugar de eso, soñaba con paisajes desconocidos: bosques verdes, ruinas antiguas cubiertas de niebla, y grandes árboles que parecían alcanzar el cielo. Cada vez que despertaba, sentía que había perdido algo importante, aunque no podía recordar qué.
A medida que pasaban los días, se volvía más reservado. Sus amigos lo notaban, especialmente Hermione, quien intentaba hablar con él cada vez que lo veía perderse en sus pensamientos. Sin embargo, Harry no sabía cómo explicarlo; ¿cómo iba a confesar que sentía que alguien, o algo, lo estaba llamando?
Una noche, mientras vagaba por los pasillos en una de sus escapadas habituales, se encontró en un lugar que nunca había visto. La piedra de las paredes tenía un brillo débil, y al fondo, una vieja puerta de madera parecía llamarlo. Sin dudarlo, se acercó y, para su sorpresa, la puerta se abrió con un suave crujido.
Dentro, el aire era pesado y antiguo. Se trataba de una pequeña sala, polvorienta y oscura, con estantes llenos de libros cubiertos de polvo y pergaminos casi desmoronados por el tiempo. Algo en ese lugar lo hacía sentirse extraño, como si estuviera regresando a un hogar que había olvidado. Casi sin darse cuenta, tomó un viejo pergamino de uno de los estantes y lo desenrolló. Las palabras escritas estaban en un idioma desconocido, pero de alguna forma, podía entenderlas.
—“Sabiduría… luz y sombra…”— murmuró en voz baja, sintiendo que cada palabra despertaba algo en su interior.
Mientras se perdía en los extraños símbolos, una voz familiar interrumpió su concentración.
—¿Qué haces aquí, Potter? —La voz fría de Draco Malfoy hizo eco en la pequeña sala.
Harry dio un pequeño respingo y guardó el pergamino en su túnica, como si instintivamente supiera que Draco no debía verlo.
—Nada que te importe, Malfoy, —respondió, con una mezcla de incomodidad y nerviosismo.
Sin embargo, la intensidad con la que Draco lo miraba era diferente a la de otras veces. Como si él también sintiera que había algo extraño en Harry, algo que nunca había notado antes. Tal vez, pensó Harry, no era el único que estaba teniendo experiencias extrañas este año.

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Una diosa en el cuerpo del niño que vivió
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