Amor Imbécil

13 2 6
                                    

Ella tenía el cuchillo reposando entre sus venas, reposando entre su vida. Y yo decidí centrarme en esa expresión en la que nadie se fijaba.

Yo le encontre estética a algo que nadie hubiera sospechado que la tenía, encontré en su pelo seda, en su glauca mirada desconformidad, timidez.

Yo la notaba desesperada, pero era tan delirante, tan cautivador. Ella apenas pronunciaba palabras, así que yo la puse algunas en la boca.

Simplemente no podia creer que nadie la viera, ni que ella supiera quien era. En mi inocencia de aquellos años creía que todos eran perfectos, que nadie tenía heridas ni cicatrices.

Yo la veía tantas cosas, simplemente poder sentarme junto a ella en aquel viejo autocar que cojiamos hacia la ciudad, y poder ver su expresión mientras tumbaba su cabeza sobre la ventana. Se notaba somnolienta todas las mañanas, una somnolencia pesada, no quería hablar, nada le daba gracia.

Nada le daba gracia, todas mis muecas, payasadas y locuras no eran para ser ningún bufón, no eran para ser su payaso. Son actos de amor, la quería ver reír, quería que por lo menos durante un rato alejase ese cuchillo.

La ponía música en vinilo de todo tipo, la gustaba ver el movimiento del disco, y apenas me miraba ni escuchaba. Otras veces hacia caricaturas o comentarios chistosos, cantaba gregoriano en la reverberación de los baños, o imitaba frases y expresiones famosas.

Una vez, por un reto tonto, me tiré de una pequeña colina bastante inclinada, recuerdo aquellos momentos anteriores a la caída, le tengo un miedo horrible a ese tipo de cosas, una ansiedad e impotencia terribles se asentaron en mi cabeza, no veia claro nada, pero vi que por primera vez me mostraba interés, me miraba con expectacion, esperaba ese salto. Mi ingenua conciencia vio un faro en medio de tanto desconcierto.

Me tiré

Sentí una gran carga de energía mientras bajaba la colina, ni lo había pensado, pero me había dirigido la palabra, me había mirado sin yo haberla mirado.
Se había fijado en mí

Mi brazo izquierdo dió contra el suelo, sintiendo un agudo pinchazo de dolor, un dolor que no tardó en llegarme hasta el interior de mi oreja, un dolor que me recordaba mi condición, un romántico imbécil, aun que yo no lo sabía.
No grité, no me salió, solo me levanté vociferando alguna estupidez, sin darle mucha importancia por fuera.

Esa misma noche, todos estaban reunidos fuera, jugando, con música muy alta, disfrutando del clima.

Yo recién estaba bajando por aquellas escaleras talladas en mármol ya desgastado, cuando llegué al salón principal.
Aquel lugar, cubierto entero por fuerte madera de roble, con varios cuadros abstractos colgados, habían dos cómodos sofás bastante concurridos, y varias butacas de madera con mesas dispersas por el espacio, en la butaca mas proxima al baño la encontré.

Sostenía el cuchillo en sus venas.

¿No te asusta eso?
¿No temes morir?

Mejor destino me aguardaría

Pero no sentirías nada
De eso sirve la vida,
para ver sus atardeceres

Yo estoy demasiado ciega para ver eso
La mayoría de noches me desgarro
Y veo que tan lejos llega mi sangre
Pero nunca me he cortado la muñeca

¿Por qué?

Me dan miedo las consecuencias
Tal vez no tengo lo que hay que tener para morir


En ese momento, me di cuenta de un cuadro colgado enfrente nuestro, rápidamente lo analicé con la mirada, un cuchillo derramado con sangre, un padre con las manos manchadas, abraza a su hijo moribundo, su mirada es de culpa.
Se empequeñece por el terror que rememora, acaba de matar a quien más quiso.

Ella se fijó unos segundos después de mí, yo exclamé:

Siempre te querré, dan igual las tormentas, yo seré lo que el hombre del cuadro no es, yo te defenderé.

Con vehemencia, le arrebaté el cuchillo de sus cristalinas y dolidas manos, quedando una mirada de asombro en su rostro. Lo arrojé más allá de la vista, y la cogí de la mano.

Ella, muy confusa y tal vez incómoda, se acercó a mí, lentamente, sentía ya un supuesto beso, que sus labios ni planteaban, quería un abrazo, yo un pasional beso.

Sonrojada, se fue sin mostrar ni una sola palabra.

De aquí me daría cuenta de un error, ella era el padre y el hijo en el cuadro, ella era la única que podría decidir su destino.


Forma De AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora