CORAZON ROTO

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Max siempre sucumbía ante los encantos y las mentiras de su novia. A pesar de las constantes decepciones, mantenía la esperanza de que algún día, aquella brasileña de carácter fuerte y temperamento volátil cambiaría sus actitudes caprichosas y tóxicas para construir una verdadera familia. Max soñaba con una relación estable, incluso si eso significaba aceptar a la pequeña niña, quien, aunque no era su hija biológica, había comenzado a ocupar un lugar especial en su corazón. Con apenas 21 años, Max sabía que era joven para asumir responsabilidades tan serias, pero estaba dispuesto a hacerlo por ella, una mujer madura de 30 años que parecía inalcanzable. Sin embargo, ella siempre encontraba motivos para mantenerlo a distancia, repitiendo que era demasiado joven, que deberían mantener su relación abierta para "experimentar" antes de comprometerse del todo. La idea de una relación abierta, donde ambos exploraran la libertad sexual, le dejaba una extraña mezcla de curiosidad y dolor. Y aun así, cada vez que ella proponía esa "apertura", Max se sentía más atado y, a la vez, más traicionado.

Mes a mes, la brasileña le daba nuevos motivos para cuestionar su lealtad. Max descubría, cada vez con mayor frecuencia, que ella compartía su tiempo y su cama con otros hombres. La constante traición lo sumía en un torbellino de celos, dudas y amargura. En esos momentos de desesperación, Max terminaba huyendo a un pequeño bar en las afueras de Mónaco, buscando la compañía de su amigo, un hombre maduro y cálido llamado Sergio. Inicialmente, Max iba solo por un trago de whisky fuerte, algo que lo ayudara a despejar su mente y sus emociones, pero cada visita lo acercaba más a Sergio. Había algo en los ojos oscuros y cálidos de Sergio que lo atraía; cada mirada y cada sonrisa del mexicano parecían ofrecer un refugio en medio de su tormenta emocional.

Al principio, sus encuentros fueron sutiles. Unas cuantas miradas furtivas, algún saludo cordial, y luego comenzaron los tragos que Sergio le ofrecía sin costo, los pequeños detalles, las notas discretas que le enviaba por medio de los meseros. Para Max, Sergio representaba un oído sincero, alguien que lo escuchaba sin juzgar. Cuando finalmente se sinceró sobre las constantes infidelidades de su esposa, Sergio lo consoló con palabras suaves y abrazos sinceros, brindándole la calidez que tanto necesitaba.

Con el tiempo, la tensión entre ellos creció, y lo que comenzó como apoyo emocional se transformó en algo más físico. Aunque Sergio al principio se mostró reticente, eventualmente ambos cedieron a la atracción. La relación fue un caos en sus inicios; Sergio se debatía entre la culpa y el deseo, mientras que Max, aunque se sentía culpable por traicionar a su pareja, no podía resistir la atracción por el mexicano. Sin embargo, sus encuentros se volvieron una rutina: cada vez que Max descubría una nueva infidelidad, acudía a Sergio, buscando desahogar sus frustraciones en sus brazos, afirmando un "amor" que Sergio, quizá por admiración o anhelo, aceptaba como cierto.

Con el paso del tiempo, Sergio comenzó a notar que Max no parecía dispuesto a dejar a su novia, a pesar de todo lo que le hacía sufrir. Max lo veía solo como un consuelo temporal, un refugio al que acudía cuando su mundo se desmoronaba. Sergio finalmente comprendió que nunca sería más que el "sustituto" de esa mujer a la que Max seguía amando. Decidido a romper el ciclo, citó a Max en su departamento para ponerle fin a todo. Sin embargo, Max tardó dos semanas en responder. Cuando finalmente apareció, traía las mejillas sonrojadas, los ojos enrojecidos y lágrimas que se deslizaban por sus ojeras marcadas.

Sergio, al verlo en tal estado, dejó de lado su enojo y lo recibió con preocupación. Lo abrazó sin reservas, tratando de consolarlo.

—Maxie, ¿qué ha pasado? —preguntó con un tono suave y cariñoso.

—Se terminó, pecas... todo, por fin, se terminó —dijo Max, con la cabeza apoyada en el pecho de Sergio, su voz quebrada por el dolor.

Sergio, confundido, pensó que Max finalmente había dejado a esa mujer. Sintió una mezcla de alivio y tristeza, creyendo que el joven estaba devastado por la separación y por la niña que dejaba atrás. Sin embargo, para Max, la situación era distinta; lo único que buscaba en ese momento era perderse en la intimidad con Sergio, tratando de olvidar cómo su novia había acabado la relación por otro hombre.

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