Una Semana

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La primera luz del amanecer se filtraba suavemente por la ventana, bañando la habitación en un tono dorado y cálido. Jisung despertó lentamente, sintiendo la calidez a su lado y recordando, en un destello de consciencia, la noche anterior. Sus ojos se enfocaron en el perfil de Minho, que descansaba a su lado, con el rostro relajado y la respiración profunda.

No era habitual que durmieran juntos, después de los días tensos llenos de palabras que aún ardían en su memoria. Pero la noche anterior, tras la discusión que zanjó un poco la distancia entre ellos, había buscado la presencia de Jisung, como si necesitara confirmar que aún estaba allí, pese a todo.

El corazón de Jisung se apretó, no de dolor ni de angustia, sino de una mezcla de nostalgia y ternura. Era la primera vez en semanas que Minho había bajado las defensas, permitiéndose buscar consuelo a su lado. La tregua que habían alcanzado la noche anterior aún colgaba en el aire, frágil pero real.

Se permitió trazar con la mirada los detalles de su rostro: las pestañas largas que descansaban sobre sus párpados, la ligera curva de su nariz, y los labios que en ese momento parecían más suaves, menos tensos.

Minho frunció levemente el ceño y murmuró algo inaudible en sueños, moviéndose apenas. Jisung se inmovilizó, temiendo despertarlo, pero Minho no abrió los ojos.

El tiempo pareció detenerse, y Jisung dejó que un suspiro escapara de sus labios. Desde que Minho se había sumergido en su mundo de estudios y responsabilidades, esos momentos de cercanía se habían vuelto escasos, casi inexistentes. 

Estar ahí, en esa mañana de tregua, sintiéndolo tan cerca, le recordó los primeros meses en los que, a pesar de las peleas y los malentendidos, había descubierto cuánto lo necesitaba.

Minho respiraba con una regularidad que solo se veía en los momentos de sueño profundo. Su semblante, sin la tensión habitual, mostraba la vulnerabilidad que ocultaba tan bien despierto.

Jisung lo observó en silencio, luchando contra el impulso de acariciarle el rostro, de volver a tocarlo como solía hacerlo cuando las cosas entre ellos no estaban rotas ni frágiles. Pero la tregua era reciente, y las palabras de Minho aún pesaban en su pecho.

Decidido a no romper el momento de paz, Jisung se movió con cuidado y salió de la cama. No quería despertarlo, así que se dirigió a la cocina, buscando llenar el espacio con algo que pudiera aliviar la carga de la mañana. 

Encendió la cafetera y comenzó a preparar tostadas y huevos revueltos, movimientos automáticos que le permitían pensar en los detalles de la tregua y cómo debían manejarse en los días siguientes.

Minho despertó con el sonido lejano de la cocina y una sensación de vacío en el lugar donde Jisung había estado minutos antes. Parpadeó varias veces, volviendo lentamente a la realidad, y el peso de sus preocupaciones diarias comenzó a asomarse. Solo faltaba una semana para los exámenes y su ansiedad era palpable. 

Había dormido allí, en la cama de Jisung, buscando un consuelo que no se había permitido en mucho tiempo, pero la tensión seguía, flotando entre ellos.

Cuando Minho entró a la cocina, Jisung estaba de espaldas, sirviendo el café y organizando los platos. La visión de su espalda, de la forma en que sus hombros se movían con calma, despertó en Minho una mezcla de gratitud y remordimiento. 

Sabía que sus palabras aún flotaban en la mente de Jisung, que lo hirieron en un momento de frustración. Pero Jisung seguía ahí, preparando el desayuno y tratando de mantener un equilibrio que parecía casi imposible.

—Buenos días —dijo Jisung sin voltear, su voz suave pero con un matiz de cautela. Giró apenas lo suficiente para dejar la taza de café en la isla de desayuno, manteniendo una expresión neutra.

ଘ ¡Él no es mi Hermano!  ▸ 𝙈𝙞𝙣𝙨𝙪𝙣𝙜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora