- No me sueltes la mano, hermana... ¡Ni se te ocurra por un segundo soltarme! - grité con desesperación mientras la sostenía al borde del acantilado. Mi brazo temblaba bajo su peso, y sentía cómo sus dedos empezaban a resbalar. El abismo oscuro se abría bajo sus pies, como si intentara con desesperación mostrar el ansia de querer que ella desapareciera. Su rostro estaba pálido, cubierto de cenizas y terror. Sus ojos, llenos de lágrimas, se aferraban a los míos con un pánico absoluto, como si su mirada supiese de antemano que todo iba a acabar ahí, como si su vida ya no tuviese esperanza. Le agarraba con toda la fuerza que me quedaba, pero cada músculo de mi brazo ardía de cansancio, y el borde de mis dedos, empapados de sudor, apenas podían mantener el agarre.
A nuestro alrededor, el fuego rugía, rodeándonos por todos lados. Llamas altas y oscuras devoraban los árboles, convirtiéndolos en sombras ardientes que se reflejaban en sus ojos. Era como si el bosque se hubiera transformado en un monstruo, listo para desvanecer todo a su paso.
Mis dedos empezaban a entumecerse, y el dolor en mis hombros se volvía insoportable, como si mi propio cuerpo estuviera cediendo. Pero no podía soltarla. La idea de que cayera en el vacío, de verla desaparecer en esa oscuridad, era un horror que me devoraba más rápido que el fuego mismo.
"No puedo perderte..." murmuraba entre dientes, como una plegaria, con la voz rota y desesperada. La angustia se entrelazaba con la inminente tragedia, un eco en mi mente que apenas podía soportar. Sabía que mi cuerpo tenía un límite y que estaba a punto de llegar.
—Lo siento, Eirwen, perdóname por esto, perdóname...— me miró a los ojos suplicando perdón, sus lágrimas resbalando por su rostro como gotas de desesperación.
—Perdónate algún día, hermanita, esto no ha sido tu culpa, pero eres tú o soy yo...— su voz se quebró antes de inhalar su último aliento y soltarse de mi mano. Vi su cuerpo caer con lentitud hacia la oscuridad, viendo cómo poco a poco la consumía. Cada segundo se sentía como una eternidad; el tiempo se volvió un enemigo, al igual que la implacable sombra que devoraba a mi hermana.
—No, no, NO, NO, NO...— la rabia se apoderó de mí mientras la tristeza y el dolor aumentaban por segundos. Mi cuerpo se quedó paralizado, mis músculos se tensaron en un espasmo de impotencia. Sentía como si el mundo se estuviera desmoronando a mi alrededor, como si mi vida desapareciese y se desvanecieran en un polvo negro.
El dolor me atravesó como un cuchillo envenenado, ardiente, letal. Cada latido de mi corazón resonaba en mi pecho cada vez más fuerte, estruendoso, no podía escuchar nada más, cada pulso era una tortura. Mis manos temblaban, y no podía quitarme de la mente la imagen de la pérdida de luz en sus ojos mientras su caída determinaba su fin. Era como si la vida se escapara de mí, como si, al perderla a ella, también me estuviera perdiendo por completo, como si mi existencia ya no tuviese sentido.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, ardían en mis mejillas como si el fuego quisiera consumir mi tristeza, sin dejar nada a su paso. Mi respiración se volvió entrecortada, como si el aire se negara a entrar en mis pulmones. No podía respirar, no podía... Sentía que el dolor se filtraba en mis huesos, como si me estuvieran desgarrando desde dentro, partiéndome, destruyéndose, rompiéndome. Era un vacío indescriptible que me amenazaba con ahogarme por completo.
Grité su nombre, un grito ahogado y cargado de dolor, una súplica que nunca llegaría a escuchar, una grito que no tendría respuesta. La realidad había perdido el sentido a mi alrededor, y el dolor se convertía en un monstruo que me devoraba desde adentro.
Sentí que la oscuridad me envolvía, su abrazo helado apretando mi pecho, asfixiándome. En medio de ese abismo, lo vi de nuevo. Sus ojos, oscuros como la noche misma, brillaban con una intensidad perturbadora, repleto de odio, listos para atraparme en sus sombras. Estaba rodeado de oscuridad, parecía ser dominado por el odio, el dolor y el vacío.
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OVER ME
Fantasy"Te odio, Reyden. Eres la razón de todo sufrimiento." "Dime, Espina, ¿por qué debería importarme tu dolor?" En un reino de sobras, Reyden, el rey oscuro, busca venganza mientras su corazón se consume en odio. Sin embargo, Eirwen es la única espera...