¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Paralizado.
Eso era lo que sentía, mi cuerpo estaba totalmente paralizado. Cerré mis ojos con fuerza, solo podía sentir un dolor que quemaba por dentro, no explotaba, tampoco cesaba, solo seguía ahí, constante y tortuoso, sintiendo como las lágrimas escurrían por mis mejillas me permiti respirar profundamente, pero fue en vano.
La sensación de tristeza en mi pecho se quedaba ahí y mi garganta poco a poco se fue secando hasta el punto de sentirme en un infierno.
Los pensamientos negativos me invadieron.
— Cálmate... — exhalé con dificultad — soy fuerte. Todo estará bien; solo es un episodio más.
Nadie nunca sabría lo que pasaba por mi mente, y está bien, nunca me importo eso.
Abrí mis ojos y miré fijamente como la lluvia torrencial golpeaba con ímpetu el pavimento de la desolada carretera. La noche caía y la oscuridad se ceñia dentro del auto. Me obligué a moverme del asiento del piloto pero el cinturón de seguridad se había quedado atorado.
No podía hacer nada.
Giré mi cabeza hacia el ruido de unas sirenas, miré a un hombre corriendo en dirección a mí, no supe muy bien que estaba pasando hasta que escuché el llanto de mi madre.
— Hijo, ¡Por Dios! ¡Por favor, resiste! — su voz estaba cargada de dolor —. Por favor — pidió una vez más.
Me subieron a una camilla y me movieron con prisa hacia una ambulancia. Habían muchas personas, oficiales y paramédicos.
Volví a girar mi cabeza y ví el auto de mi madre a un lado de la carretera, con notables abolladuras y humo saliendo del capó.
Miré a mi madre, ella estaba junto a mi padre, ambos estaban fundidos en un abrazo fuerte mientras lloraban desconsolados. Pero, ¿Por qué?
Y luego un recuerdo, que aparece como un pequeño fragmento se hace claro en mi mente.
¿Acaso yo... Intenté suicidarme?
♣ ♣ ♣
El sonido de diferentes voces era lo único que podía percibir, cuando abrí mis ojos me encontré con el rostro de mi madre lleno de angustia, sus ojos estaban hinchados y su nariz enrojecida. Mi padre estaba de espaldas mirando hacia la ventana, fue cuando noté que estaba en una habitación de hospital.
Mi madre notó que ya había despertado y se aproximó a mi para rodearme con sus brazos en un abrazo materno lleno de sinceridad y alivio. Quiso decir algo pero pronto el ruido de la puerta abriéndose acompañado del repiqueteo de unos tacones en el suelo se hizo presente en la habitación.
— Buenas noches — dijo la mujer de piel blanca y cabello negro sujeto por una coleta, también tenía unos lentes de armazón negro. Llevaba puesta una bata blanca característica de los médicos —. Soy la doctora Moonbyul. Forense y Psiquiatra — se presentó, su voz era serena y su mirada firme —, estoy aquí para hablar un poco con el joven Jung.
— Por supuesto — dijo mi madre, dando su absoluto consentimiento.
Mi padre se acercó a mí y me dió un efímero beso en la frente antes de salir junto a mi madre, dejándome en privacidad con la mujer de facciones bonitas.
— Es un gusto conocerte — habló con suavidad —, ¿Sabes dónde estás?
— En un cuarto de hospital — respondí con obviedad, sin ser grosero.
— ¿Sabes por qué estás aquí?
Dudé —. Tuve un accidente.
La doctora sacó un bolígrafo de uno de los bolsillos internos de su bata y anoto algo en una pequeña libreta color negro.
— ¿Recuerdas algo antes de que los paramédicos te encontraron?
— Iba camino a la academia y tomé un atajó por la carretera, estaba lloviendo fuerte y perdí el control del volante... Creo.
— ¿Creés?
Guardé silencio.
El sonido de los tacones se aproximaba a la cama y se detuvieron frente a mí. Alcé mi rostro y miré los dedos delgados de la doctora sosteniendo con firmeza el bolígrafo mientras escribía.
— Hoseok — llamó mi nombre y sentí una electricidad recorrer mis dedos —, puedes confiar en mí. Yo quiero ayudarte, pero no puedo hacerlo si tú no quieres.
— Yo — sentí un nudo formándose en el centro de mí garganta, impidiéndome soltar las palabras —... Iba conduciendo y mi cabeza se llenó de extraños escenarios y de repente me sentí ahogado, yo no podía respirar — hice una pequeña pausa —. Mi cuerpo se paralizó y crei que si me calmaba todo estaría bien, pero no fue así; y el volante se escapó de mis manos — sentí la humedad de una lágrima recorrer mi mejilla hasta llegar a mis labios —. Yo no... Yo no quería suicidarme. Lo juro.
— Te creo — su voz fue suave, y volvió a hablar —. Hoseok, ¿Conocés el trastorno de ansiedad?
— Muy poco.
— Es un Trastorno mental que se caracteriza por producir sensaciones de preocupación, ansiedad o miedo que llevan a quien lo padece a presentar episodios como ataques de pánico — explicó.
— ¿Y yo sufro de eso?
— Necesito hacerte algunas evaluaciones para concretar mi informe y darte un diagnóstico completo. Sin embargo, es lo que yo creo.
— ¿Existe cura?
— La hay — afirmó —, pero antes de continuar, necesito que tus padres estén presentes.
Asentí lentamente, poco tiempo después mis padres volvieron a la habitación y se posicionaron a un lado de la cama.
La doctora Moonbyul habló con mis padres sobre el transtorno de la ansiedad, mientras explicaba yo solo miraba el rostro de mi madre quien no dejaba de sollozar.
Y finalmente, dijo:
— Yo recomiendo terapia, un tratamiento para tratar de inmediato tus episodios de pánico — me miró fijamente — Eres un chico joven y no quisiera que tú vida se vea afectada por ello. Hay una clínica de reposo situada a dos horas de aquí, me puedo comunicar de inmediato con la directora y podremos trasladarte para que inicies tu tratamiento lo más pronto posible.
La conmoción lleno las fracciones de mi madre, quien se aferró a mi mano con fuerza mientras la suya temblaba.
La doctora nos explicó que el hospital Rossel sería un lugar agradable en dónde yo podría mejorar.
No quería causarle sufrimiento a mi madre. Por eso nunca les hable de como me sentía o todo lo que experimentaba en la soledad de mi habitación, nunca lo crei importante, porque las personas no siempre son felices, pero... Si existía una solución para que yo dejará de sentirme así. La tomaría.
— Está bien— hablé cortando el silencio —, iré al hospital Rossel.