Un

3 0 0
                                    


Nunca imaginé que mi día terminaría en una pelea a golpes en medio del pasillo. Siempre he sido la chica tranquila, la que evita el drama a toda costa. Pero cuando Daniela Vega pronunció esas palabras, algo dentro de mí explotó.

Todo comenzó con su risa venenosa. Caminaba hacia mi salón, como siempre, tratando de mantenerme invisible, cuando la escuché.

—Ahí viene la santurrona —dijo, con esa voz cargada de veneno—. Dime, Lilith, ¿qué se siente ser una zorra con cara de ángel?

Mis pies se detuvieron en seco. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza mientras las risas a mi alrededor se multiplicaban. No quería mirarla, pero lo hice. Daniela estaba ahí, sonriendo con malicia, rodeada de sus amigas.

—¿Qué dijiste? —pregunté, mi voz saliendo más firme de lo que esperaba.

—Oh, por favor. —Se cruzó de brazos, inclinándose hacia mí—. Todos saben lo que hiciste. ¿O acaso vas a negar que te acostaste con Roberto?

El mundo entero pareció detenerse. Mi piel se puso fría, y mi mente comenzó a girar. No podía ser. Nadie sabía lo que había pasado entre nosotros el año pasado. ¿Cómo…?

—No tienes idea de lo que estás hablando —respondí, tratando de sonar firme, aunque mi voz tembló.

—¿De verdad? —Daniela sonrió con suficiencia—. Porque tengo un video que dice lo contrario. ¿O creíste que esa noche quedaría en el olvido?

Mi corazón se detuvo. Ese maldito video. No podía ser real, no podía tenerlo. Pero Daniela no bromeaba, lo veía en sus ojos.

—No te atreverías.

—Atrévete a pedírmelo y lo subo ahora mismo —respondió, con una sonrisa burlona—. O tal vez podrías arrodillarte y pedirme perdón frente a todos.

Eso fue el detonante. Sentí cómo todo mi cuerpo se llenaba de una rabia que no podía controlar.

—¿Sabes qué, Daniela? Haz lo que quieras, pero no vuelvas a usar mi vida para ocultar lo miserable que eres.

Su sonrisa se torció en una expresión de pura furia.

—¡Hipócrita! —gritó, lanzándose hacia mí.

El primer golpe fue un tirón de cabello, pero no me quedé atrás. Mis manos la empujaron con fuerza, y antes de darme cuenta, estábamos en el suelo. Los gritos y murmullos a nuestro alrededor eran apenas ruido blanco. Todo lo que podía sentir era la necesidad de desquitarme, de liberarme de toda esa humillación.

Me coloqué encima de ella, sujetándola por los brazos mientras intentaba zafarse. Fue entonces cuando una voz grave rompió el caos.

—¡Lilith, suéltala!

Antes de poder reaccionar, unas manos fuertes me sujetaron por la cintura y me levantaron del suelo.

—¡Déjame ir! —grité, forcejeando, pero Roberto no me soltó.

—¡Ya basta! —dijo, su voz resonando en el pasillo mientras me apartaba de Daniela, que se levantaba del suelo con el cabello revuelto y la cara roja de furia.

—¿Por qué demonios le contaste a ella lo que pasó entre nosotros? —le grité, girándome hacia él. Mis ojos ardían de rabia mientras trataba de liberarme de su agarre.

—Yo no le conté nada —respondió, mirándome con seriedad. Su voz era baja, pero lo suficientemente firme como para hacerme dudar—. Nunca hablé de eso con nadie.

La directora Sánchez apareció en ese momento, abriéndose paso entre la multitud.

—¡Oficina, ahora mismo! Los tres.

Roberto finalmente me soltó, pero no dejó de mirarme. Sus ojos eran intensos, llenos de algo que no podía descifrar. Caminamos en silencio hacia la dirección, con Daniela refunfuñando detrás de nosotros.

Después de la dirección

La conversación con la directora fue una tormenta de acusaciones y promesas de castigo. Daniela insistió en que el video existía, pero no lo mostró, y Roberto se mantuvo callado durante la mayor parte del tiempo. Yo estaba furiosa, no solo con Daniela, sino también con Roberto.

Cuando finalmente salimos, caminé lo más rápido que pude, deseando desaparecer.

—¡Lilith! —La voz de Roberto me alcanzó antes de que pudiera llegar al portón.

—¿Qué quieres? —espeté, girándome hacia él con los ojos llenos de furia.

Él levantó las manos, como si intentara calmarme.

—Solo quiero hablar.

—¿Hablar? —repetí, mi voz temblando de frustración—. ¿Hablar de qué, Roberto? ¿De cómo arruinaste mi vida?

—¡Yo no arruiné nada! —respondió, dando un paso hacia mí—. Te estoy diciendo que nunca hablé de lo que pasó. No sé cómo Daniela se enteró, pero no fue por mí.

Lo miré, buscando alguna mentira en sus ojos, pero no encontré nada más que sinceridad.

—Entonces, ¿cómo lo sabe? —pregunté, mi voz quebrándose un poco.

—No lo sé —dijo, su tono más suave—. Pero te prometo que averiguaré quién está detrás de esto.

Quise gritarle, culparlo de todo, pero en el fondo sabía que quizás decía la verdad. Sin embargo, no estaba lista para perdonarlo.

—No necesito tus promesas, Roberto. Necesito que me dejes en paz.

Me giré y me alejé, dejando atrás su mirada. Pero mientras caminaba, no podía evitar sentir que esto era solo el comienzo del desastre.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 01, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Peonía [Roberto Cein]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora