Una noche no tan terrorífica II

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La noche del 31 de octubre está cargada de significado para muchas culturas. Desde que los hombres evolucionaron de los monos y comenzaron a comportarse como eso, como hombres, como seres humanos, han sentido un profundo respeto hacia la muerte. Seguramente por miedo a lo que se es desconocido, los seres humanos comenzaron a honrar a sus muertos. Con el paso del tiempo, estos primeros hombres se fueron esparciendo por el mundo, evolucionando en sociedad y conformando sus propias culturas identitarias, desde el norte hasta el sur, desde el este hasta el oeste. Y en todas ellas se venera la muerte y los muertos, tal vez por reminiscencia de aquellos tiempos lejanos en los que los seres humanos comenzaban a descubrir el mundo, comenzaban a ser conscientes de lo que eran y a utilizar el cerebro para realizar planteamientos cada vez más complejos.

Y cada sociedad creó su propia cultura, y dentro de esa cultura, por supuesto, había un hueco guardado para los muertos. Ya desapareciera, o ya fuese conquistada por otra, la cultura ha permanecido inalterable en algunos aspectos, como en el caso de la concepción de la familia. Otro de los ejemplos es el rechazo a la muerte, el pánico más absoluto, y el desear a los fallecidos un buen viaje hacia lo desconocido. Un viaje de ida, principalmente, porque es lo habitual. Pero en ciertos momentos del año, en ciertos momentos de la vida, ese viaje puede tornarse de vuelta. Y entonces, los vivos, temen por lo que tienen: por su vida. Porque lo desconocido siempre da miedo, y lo natural es que los muertos permanezcan así, muertos.

Trafalgar Law miró a su mejor amigo con escepticismo. ¿Dónde estaba Penguin, y quién se lo había cambiado por otro? El moreno arqueó una ceja cuando el chico sonrió tímidamente, muy nervioso, y Law estuvo a punto de soltarle alguna barbaridad. Shachi, por otra parte, estaba riéndose a más no poder.

–¿Me lo estás diciendo en serio? –Law preguntó, casi gritando, pues la música estaba muy alta. A pesar de su rostro serio, se estaba contagiando de la risa de Shachi–. ¿¡Sabes lo que has hecho!?

–Sí-í... ¿No? O sea, no c-creo que sea tan grave... –Penguin murmuró, desviando la mirada, rojo como un tomate–. Llevamos hablando casi mes y medio...

–Y nunca habéis quedado, ¿verdad? –Trafalgar continuó. Su tono de voz era duro, como si fuese un padre que echaba la bronca a su hijo, a pesar de que se estaba divirtiendo de lo lindo–. ¿No te parece un poco raro que, siempre que le digas de quedar, nunca pueda? Y encima, le invitas a la fiesta...

–Seguro que te da plantón... –Shachi comentó entre carcajadas, metiéndose con su amigo.

–¡Bu-Bueno, vale ya! –Penguin explotó, tan rojo como la gorra que llevaba–. ¡Va a venir, y os vais a tragar vuestras palabras! –el chico se cruzó de brazos, indignado.

–Es broma, es broma –Shachi se disculpó, un poco más calmado–. Pero si ibas a quedar con este chico, podrías haber venido disfrazado de forma diferente. A mí no me hubiese importado vestirme de otra cosa.

–¡Pero me encanta este disfraz! –Penguin se quejó de una forma muy infantil.

Él se había disfrazado de Mario Bros, y Shachi de Luigi. Estaban geniales con los bigotes de pega. Como ambos eran algo bajitos y delgaditos, el mono azul les quedaba un poco holgado y, junto a las gorras y el espeso bigote de mentira, aparentaban menos edad de la que tenían –18 años.

–Veo un poco complicado ligar disfrazado de Mario Bros –puntualizó Law–. No es nada sexy.

–Mejor Mario Bros que no ir disfrazado de algo como tú –Penguin se defendió–. Alguien podría sentirse ofendido con tu traje y pegarte. ¡Y Halloween está para pasárselo bien!

–Si alguien se ofende por mi disfraz, que se joda –el moreno contestó secamente, pues le encantaba su traje.

Trafalgar Law, debido a su tendencia al sarcasmo y al humor negro, se había disfrazado del doctor Mengele. Llevaba el uniforme nazi, incluso con la chapa de las SS. Para remarcar que era el doctor, se había colocado por encima una bata blanca de médico y un estetoscopio al cuello. Por suerte para él, la bata cerrada le cubría la mayor parte del uniforme.

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