Al principio, ni siquiera es capaz de explicar qué está pasando.
Hay una neblina morada que llena la habitación. El olor a quemado es tan repulsivo que Juanjo debe concentrarse en ignorar sus arcadas. Sus manos se mueven a toda velocidad, intentando disipar el humo que lo envuelve.
Podría haber pasado horas así, intentando encontrar el sentido a su apuro actual, si no fuera por la voz alarmada que se hace hueco entre su desesperación. Suelta una serie de palabras que no consigue reconocer, pero cuyo efecto instantáneo es hacer que la neblina se retire, dejando de nuevo la habitación vacía.
Juanjo mira a su alrededor. La trastienda sigue intacta, a pesar del desafortunado percance. Los libros se acumulan unos sobre otros, una fina capa de polvo cubriéndolos por mucho que se esfuerce en limpiarlos. La única luz que le permite ver es una lámpara antigua que cuelga del techo, tan desgastada que Juanjo teme colocarse directamente bajo la luz por miedo a que caiga.
"¿Puedo saber qué pretendías conseguir?" La pregunta le impide continuar con su análisis de la habitación. Sus ojos se centran entonces sobre la figura de su jefe. Álvaro lo mira inquisitivamente, aunque por su tono de voz se sobreentiende la molestia que realmente oculta.
Es un hombre delgado, con el pelo rizado y desordenado. Sus manos, largas como el resto de sus extremidades, se aprietan y destensan, intentando canalizar todo su enfado en ellas.
"Quería organizar los..." Juanjo apunta hacia la montaña de papeles que encuentran reposo sobre una mesa tan desgastada como el resto de la habitación. "Los..."
"La próxima vez..." Álvaro se acerca hacia la mesa, mirando los papeles con un gesto a medio camino entre la exasperación y la diversión. "Puedes hacerlo sin atentar contra la vida de mi tienda."
Juanjo asiente, mordiéndose la lengua en el proceso. Odia cuando su jefe le llama la atención por cosas como esta. Al fin y al cabo, no es su culpa que todavía no haya controlado del todo sus capacidades mágicas.
Es por eso, precisamente, por lo que ha acabado aquí.
Todo comenzó con una obsesión malsana con Sabrina, Aprendiz de Bruja, cuando era un crío. Sus padres decidieron alimentar sus intereses, en vez de apartarlo amorosamente del camino de la brujería.
A partir de ahí, todo fue cuesta abajo para Juanjo.
Ni siquiera se esfuerza en intentar entender su situación actual. Durante toda su adolescencia, Juanjo había sentido una desconexión absoluta respecto a las cosas que deberían de haberle interesado.
En su lugar, se pasaba horas leyendo en su habitación cuanto pudieran encontrar respecto a los juicios de Salem, comprando cristales sin más cualidades que servir de adorno sobre su escritorio y adquiriendo una cantidad cuestionable de cartas de tarot y supuestas 'pociones'.
Habría seguido así el resto de su vida si no hubiera sido por Bea.
El día en el que la conoció todavía sigue fresco en su memoria, a pesar de la década que ha transcurrido desde entonces. Fue en una feria medieval, de entre todos los sitios posibles. Había conseguido convencer a su madre de que lo llevara hasta allí, a un pueblo apartado, pequeño, a tres horas de su ciudad natal.
No sabe cómo supo que habría una feria allí. Ni siquiera recuerda por qué le había parecido de grave importancia asistir. Pero todavía hoy siente los hilos que tiraron de él hasta esa plaza atestada de gente, ocupada por pequeños puestos de productos artesanales que inundaron el pueblo entero de olor a incienso.
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Philtron
FanficJuanjo lleva años trabajando para convertirse en el brujo que lleva dentro, años de esfuerzo y dedicación absoluta a la magia. Pero, cuando una poción de amor se hace hueco entre sus manos, la posibilidad de acabar con su soledad es demasiado fuert...