LUCHA DE TITANES

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Las órdenes del profeta fueron claras, no debía moverme de mi sitio por ningún motivo, su destino era caminar solo durante tres días hasta llegar al punto señalado por el ángel, el anciano me prohibió moverme de aquel lugar, si lo hacía significaba la muerte física y espiritual de cualquier entidad del cielo o de la tierra, no quería dejar ir solo a mi maestro, pero mi presencia era insignificante a ese nivel, acompañarlo sería estorbarlo,  la alternativa era subir sobre el escarpado de roca en la ladera de la montana y seguir a la distancia su camino. 

Así lo hice desde las alturas pude ver su figura convertirse disminuir en su tamaño hasta donde se perdió de mi vista, o eso creí, desde mi posición su presencia quedo reducida al tamaño de un insecto pequeño pero visible, lo extraño ocurrió a partir de ese momento, lo natural era perderlo en el horizonte pero en lugar de ello se movía de un lado a otro, caminaba a los costados, una barrera invisible le impedía avanzar, en cada uno de sus intentos por avanzar chocaba contra dicha pared, el choque de su cuerpo provocaba una estridencia similar a la de varios relámpagos cayendo simultáneamente retumbando en todas direcciones.

En uno de esos impactos el profeta cayó tumbado en el piso, su cuerpo no resistió  el impacto de los terribles estruendos con la fuerza suficiente para hacer vibrar toda la tierra en el horizonte, las palabras no alcanzan para describir la potencia y la magnitud de lo cual voy a relatar a continuación. 

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Un haz de luz similar a varios soles concentrando en un solo punto golpeó la tierra justo detrás de la barrera de donde estaba el profeta, no pude resistir el resplandor, le siguió el estruendo de una voz humana similar a si fuesen relámpagos articulando una frase inentendible en ninguna lengua humana y a pesar de ello el mensaje fue claro – demonio, te has atrevido a levantar tu voz contra el señor de los ejércitos y del universo – dijo ese ser, detrás  suyo una estela de luz rompió el aire con una espada en fuego, fui incapaz de poder identificar a su portador, su apariencia era la de un hombre gigante con un par de alas dispuestas desplegándose en su espalda, no se podía distinguir los rasgos de su rostro, lo envolvía una intensa llama dorada e iba en dirección hacia donde aparecía una mancha negra situada encima de una montaña, fueron segundo pero el choque entre ambas energías sacudió la tierra entera.

Apenas pude distinguir de nuevo, en el cielo las dos entidades peleaban con fuerza, la entidad luminosa en contra de otra de igual proporciones colosales pero de la cual emanaba un resplandor rojizo y obscuro, el cielo parecía desprenderse en cada cuanto se acercaban con sus armas capaces de cortar toda la materia, del cielo cayeron miles haces de fuego, piedras incandescentes, de las voces de parte de uno se escuchaban los clamores para el Dios de todas las cosas y del otro lado las injurias e infamias en contra de esa misma entidad.

Estuve escondido durante todo el tiempo de esa guerra celeste la cual fueron de un total de 21 días, logré sobrevivir gracias a los alimentos provistos en la bolsa destinada para nuestro regreso a casa, una vez terminada la labor del profeta. 

No podría decir muchas cosas, me era difícil reconocer el día de la noche en medio de esa conflagración, el profeta inconsciente aún en el suelo me pareció muerto, no se levantó ni se inmutó para mirar el combate entre esos dos seres.

Para el día 20 uno de ellos dijo llamarse Gabriel, mientras el otro en medio de un terrible estruendo dijo ser el Príncipe de Persia, el choque de ambos colosos volvían indistinguible el sol o  las estrellas, solo relámpagos y chispas incandescentes saltaban en todas direcciones,   aunque me gustaría contar  sobre como mi presencia pasó desapercibida, ese no fue el caso, en varias ocasiones el poderoso demonio colocó su vista encima de mí pero la fuerza del ángel del cielo lograba alejarlo con cada cada ataque, el profeta en cambio detrás de la barrera seguía en el suelo aturdido, sin tener conciencia de nada. 

El príncipe de Persia propinó un fuerte golpe en contra del ángel, el choque provocó un temblor en la tierra y los relámpagos del cielo alumbraron el escenario, solo ahí pude darme cuenta quien iba en la delantera en esa batalla, el demonio parecía más rápido y fuerte respecto a su contraparte angelical, además  daba la impresión de volverse más fuerte mientras la batalla continuaba, se empoderaba con cada golpe recibido y de su boca solo provenían ofensas contra el cielo. 

Al caer en el piso pude ver el rostro del ángel era igual al de un hombre joven y hermoso, sus facciones atemporales, sus alas de un dorado intenso, el demonio era igual pero su cara estaba deformada por el odio, sus alas eran de un color carmesí, pero la energía de su interior las oscurecía con su resplandor.  

La batalla estaba por llegar a su fin el demonio iba con su arma en dirección de donde estaba su rival en el suelo, este último  se colocó en posición de oración y juntó sus manos implorando la ayuda del cielo o de su Padre, el tajo definitivo del Príncipe de Persia estaba por concretarse pero un instante antes de ocurrir un haz de luz brillante cayó del cielo, este fue de tal magnitud y fue capaz de romper la barrera de protección de ahí de donde estaba el profeta. 

El primer ángel saludó al recién llegado, estoy seguro de sus labios salieron las palabras Miguel, este era un gigante con el cabello oscuro con tres rostros en cada lado de su cabeza, lo formaba el de un hombre, una bestia y un dragón, el demonio fue por él pero a pesar de golpearlo con su espada oscura el recién llegado ni siquiera se inmutó, solo miró a verlo y con un fuerte tajo de su arma logró contrarrestarlo hasta hacerlo retroceder.

Al arcángel le bastó un solo ataque con su tridente  del arcángel para destruir al demonio partiéndolo en varias partes, las cuales volaron en todas direcciones. 

Al mirar hacia el profeta lo encontré de pie  atento a todo cuanto ocurría, sin la barrera se levantó de su letargo, aunque por poco tiempo fue testigo de la presencia de estos tres seres y del final de su lucha, al terminar siguió su camino, yo me quedé en el sitio hasta su regreso. 

El profeta volvió hacia donde estaba  - ¿alguna novedad? - preguntó 

Ninguna le contesté.  

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