Me había escapado de mi casa docenas de veces, pero esta noche era diferente. La desesperación de mi familia era palpable, y su determinación por encontrar a mi prima, la arrogante y clasista Ashley, era casi obsesiva.
Mi corazón latía con ansiedad mientras escuchaba los pasos de mis padres en la planta baja. Sabía que no podía permitir que me atraparan. No ahora, no cuando estaba tan cerca irme.
Me dirigí a la ventana de mi habitación, en el segundo piso. La noche me llamaba, y yo estaba lista para responder. Me vestí de negro, como una sombra que se funde con la oscuridad.
Mi ropa ajustada me hacía sentir poderosa, libre. Las mayas se ceñían a mi cintura, las botas negras me daban un aire de misterio. Los collares brillaban en mi cuello, como una promesa de aventuras por venir.
Me encontraba en el umbral de la libertad, lista para saltar por la ventana y escapar de la vigilancia familiar. Pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, escuché los pasos de mi madre acercándose a la habitación. Su caminar era inconfundible, un ritmo que me hacía sentir nerviosa.
Mi corazón se aceleró mientras me lanzaba hacia la cama, simulando un sueño profundo. Me arropé de pies a cabeza, intentando parecer lo más inocente posible. Pero en mi prisa, olvidé apagar la luz.
-Qué raro, pensé que ya las había apagado -dijo mi madre, su voz suave pero llena de curiosidad, mientras se acercaba a mi cama.
Mi corazón latía con ansiedad, esperando que no descubriera mi intento de fuga.
-Amy, cariño -me llamó varias veces, su voz cada vez más cercana.
Me mantuve inmóvil, sin atreverme a abrir los ojos.
-¿Mmm? -le contesté finalmente, sin desarroparme, intentando sonar lo más somnolienta posible.
-Tu padre y yo iremos junto a los demás a ayudar en lo que podamos -me dijo susurrando, su voz llena de preocupación por la desaparición de mi prima.
Pero yo no podía evitar pensar en la hipocresía de sus palabras. Me pregunto si harían lo mismo si la desaparecida fuera yo. Estoy segura de que no. No les importaría tanto, no se preocuparían de la misma manera.
Una punzada de resentimiento me atravesó el corazón. Siempre había sido así, mi prima era la favorita, la que merecía toda la atención y el amor.
-Sí, mamá, está bien, avísenme de cualquier cosa, ¿de acuerdo? -le respondí susurrando, imitando su tono, mientras me preguntaba qué estaría pensando realmente.
-Está bien, nos vemos -dijo, su voz suave pero distante.
Se acercó a la lámpara y apagó la luz, sumiendo la habitación en la oscuridad. La sombra de su figura se recortó en el umbral por un instante, antes de desaparecer en el pasillo.
Me quedé en la oscuridad, escuchando el sonido de sus pasos alejándose. Mi corazón seguía latiendo con ansiedad, pensando en mi próxima movida.
Cuando finalmente se fue, salí de la cama con un suspiro de alivio. Ya no tendría que saltar por la ventana, gracias a la distracción de la búsqueda de mi prima. Ahora solo debía esperar a que se fueran para poder salir sin ser detectada.
Me dirigí directamente al lugar donde el peligro y la adrenalina se unían: el circuito clandestino de carreras en moto. El rugir de los motores y el olor a gasolina y sudor me recibieron como un viejo amigo.
Allí estaba Iván, el hermano de Ivy, el rey de las carreras ilegales. Su sonrisa astuta y su mirada intensa me dieron la bienvenida mientras se encargaba de ajustar mi moto.