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Últimamente, la relación de Orm y Lingling se había quedado un poco estancada en cuestión de la vida sexual.
Lingling había sido ascendida como médico tratante en los últimos meses, provocando que los horarios en los que se veían fueran, prácticamente, por las mañanas y cuando Orm la iba a visitar al hospital.
Y Orm, con su nuevo contrato para realizar una nueva serie televisiva que toda la prensa anunciaba como un rotundo éxito, le ocupaba aún más de ese pequeño tiempo que podía pasar con su novia.
Ninguna de las dos se quejaba de eso, ambas estaban cumpliendo sus tan anhelados sueños. Pero el estrés y tensión sexual era palpable en cada momento que tenían libre.
Sin embargo, Lingling como la excelente novia que siempre ha sido, complacia a Orm.
Adoraba cuando, aparte de su café, su desayuno era Orm de piernas abiertas sobre la encimera de la cocina. O su comida en algún recóndito almacén del hospital.