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La guerra entre humanos y demonios había estallado con una ferocidad inaudita, una lucha sangrienta y despiadada que parecía no tener fin. Los humanos luchaban por su libertad y supervivencia, mientras que los demonios buscaban establecer su dominio sobre la raza humana y los mestizos.

El conflicto había comenzado con bombardeos de energía oscura que habían reducido a cenizas aldeas enteras, dejando a sus habitantes sin hogar ni esperanza. Los soldados demonios, con su armadura negra y ojos rojos, marchaban implacables, saqueando y destruyendo todo a su paso. Los humanos eran arrancados de sus casas y llevados a campos de concentración, donde eran sometidos a trabajos forzados y tratos inhumanos.

La realeza demonia, los Taisho, había establecido un régimen de terror, donde los humanos eran tratados como esclavos y no como seres vivos. Los campos de concentración eran verdaderos infiernos en la tierra, donde niños, ancianos y enfermos eran obligados a trabajar hasta la muerte. Los demonios no mostraban piedad ni compasión, y los humanos eran vistos como simples objetos para ser explotados y desechados.

La guerra había devastado el paisaje, dejando un rastro de muerte y destrucción en su estela. Los humanos luchaban desesperadamente por su supervivencia, mientras que los demonios buscaban establecer su dominio absoluto sobre la raza humana.

Rin, una joven que había crecido en este entorno hostil, había aprendido a sobrevivir mediante métodos ortodoxos y no convencionales. Para ocultar su esencia humana, se bañaba en orina de animales, y para evadir la vista aguda de los demonios, se metía en casas abandonadas y se disfrazaba con hojas para parecer un arbusto.

Pero un día, su destino se cruzó con el de un demonio. Era mediodía, y el sol quemaba con intensidad. Rin se había refugiado en una pequeña casa cerca de un arroyo, lejos de las aldeas y la gente. Estaba bañándose en el arroyo, intentando encontrar un momento de paz en un mundo lleno de violencia.

De repente, un demonio apareció en la entrada de la casa. Era enorme, con ojos dorados que brillaban como el sol y cabello plateado que caía sobre sus hombros como una cascada de luna. Su brazo izquierdo faltaba, y su espada, cubierta de sangre, apuntaba directamente a Rin.

Rin se congeló, su corazón deteniéndose en su pecho. El terror la invadió, y su mente se llenó de imágenes de muerte y destrucción. Los demonios eran conocidos por su crueldad y falta de piedad, y Rin sabía que no tenía ninguna posibilidad de escapar.

El demonio, con una voz que resonaba como un trueno, pronunció una sola palabra: __Humana.__La fuerza de su voz hizo temblar las aguas del arroyo y sacudió a Rin hasta el alma. Ella, cubriendo su desnudez con manos temblorosas, se sintió vulnerable y expuesta.__Ven y curame.__ ordenó, su voz ronca y sonora, pero con un matiz de debilidad que delataba su estado crítico. La sangre manaba de su herida, y Rin pudo ver la palidez de su rostro bajo la luz del sol.

Con cautela, Rin se acercó al demonio, que bajó su espada y respiró agitadamente. Al tocarse la frente, Rin sintió un estremecimiento. En su piel, había una marca lunar que revelaba su origen noble y real. Era un descendiente de los Taisho, la familia demonia más poderosa.

Rin tragó saliva, sabiendo que estaba frente a un enemigo peligroso. Pero al ver cómo el demonio se enterneció bajo su tacto, su miedo se disipó. La fiebre y el sudor cubrían su rostro, y Rin supo que debía actuar rápido.

Con un movimiento fluido, Rin salió del arroyo, completamente desnuda. Su cuerpo esbelto y delicado estaba marcado por cicatrices que contaban la historia de su supervivencia en un mundo hostil. Sus piernas largas y torneadas mostraban signos de haber corrido y escondido; sus brazos delgados y fuertes hablaban de la lucha diaria por sobrevivir. Su piel pálida y suave parecía casi translúcida bajo la luz del sol.

Unidos En La Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora