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Había despertado de una siesta reparadora, definitivamente eso le había subido los ánimos por completo. Lo mejor de todo había sido el precioso sueño que había tenido, en el cual lograba dedicarse a la música como tanto deseaba desde su adolescencia.

Se estiró con pereza en la cama y miró la hora, suspirando por lo mucho que había dormido, 19:48, él solo planeaba dormir media hora y terminó durmiendo cuatro.

No se preocupó mucho, pues como no tenía deberes que atender, podía permitirse un relajo.

Se levantó de su cómoda y calentita cama para ir al baño, pues deseaba lavar su rostro para quitar cualquier rastro de sueño. También aprovechó de lavar sus dientes para bajar a la primera planta donde se encontró a su madre sentada en el sofá durmiendo. Suspiró con una expresión de tristeza y fue a por una manta para cubrir su cuerpo mientras descansara.

—Lamento que hayas trabajado tanto mientras yo dormía, te prepararé algo.

Murmuró a sabiendas que su progenitora no lo escuchaba. Dejó un suave beso en la frente de su madre para dirigirse a la cocina con calma dispuesto a preparar algo para su esta. Se decidió por un platillo de albóndigas con arroz y no tardó mucho en prepararlo, al terminarlo, dejó este en el frigorífico para que no se estropeara y salió de la cocina.

Caminó, subiendo las escaleras a paso lento, a su habitación, buscando su precioso ukelele encontrándolo como siempre en su estuche, el cual estaba lleno de pins, adornado con parches y stickers.

Decidido a ir a su lugar especial tomó su bolso con una sudadera dentro y bajó las escaleras dispuesto a salir, pero al encontrarse con su madre despierta, los planes cambiaron.

—¡Mamá! Despertaste. Te preparé comida, sé que debes de estar muy cansada y lamento no haberte ayudado apenas llegaras-

—Shh, Jake tranquilo. Tú también mereces tu descanso.

El chico bajó la cabeza, sintiéndose culpable, pues en realidad quería contestar "Pero yo no hago nada".

El rubio después de muchos problemas de salud, decidió tomarse un año de sus estudios para evitar recaídas.

—Sé que ahora ibas a salir, ve mi niño.

El muchacho se sintió como un pequeño infante al ser llamado de esa tierna forma, a lo que una sonrisa se formó en sus labios. El rubio asintió y se acercó a la mujer de cabellos castaños para abrazarla, tal como hacía cada vez que salía de casa, pues sabía que el destino era incierto y quizás podría llegar el día en el que no vuelva a casa.

Shim salió, finalmente, de su hogar, con su ukelele y su bolso. Sintió la húmeda brisa, pues vivía muy cerca de la costa, del mar, y caminó observando el precioso cielo, el cual ya estaba oscureciendo, las nubes estaban rosas y cierta parte se veía naranja gracias a los rayos de sol que quedaban.

En medio de su ruta hacia la reconfortante costa, logró cruzar su camino con el de su mejor amigo, Lee Heeseung.

—¡Heeseung! Que bueno verte. ¿Qué tal? No te veo hace ya... uhm... ¿tres meses?

El castaño sonrió al ver a su mejor amigo y chocaron los puños como siempre lo hacían.

—A veces simplemente no entiendo como eres tan animado, en serio nunca te he visto triste o enojado, eres la persona más feliz que conozco.

Ese comentario logró torcer levemente la sonrisa del rubio.

—¿Cómo va tu año? ¿El descanso va bien? Ojalá poder hacer nada, la universidad me está matando.

Nuevamente otro comentario, esta vez la sonrisa del menor se desvaneció.

—Deberíamos juntarnos, un fin de semana, se viene una semana de descanso, ahí podríamos vernos, hazme un tiempo en tu agenda—Bromeó.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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