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Decidí que necesitaba ver a Art. Después de lo que había pasado con Sienna, tenía que escapar, dejar atrás esa confusión. Así que me dirigí a la casa de Art, el corazón latiendo con fuerza mientras me acercaba. Al llegar, noté que la puerta estaba entreabierta. Entré sin pensarlo dos veces; su casa siempre tenía esa atmósfera caótica que me intrigaba, y ahora más que nunca me sentía atraída hacia ese mundo suyo, tan oscuro y fuera de control.

El lugar estaba en silencio, y me dejé caer en el sofá, ansiosa, esperando que él apareciera. Mientras el tiempo pasaba, la expectación crecía, y mis pensamientos se volvían hacia él: su presencia siempre intensa, ese misterio y la fuerza casi salvaje que emanaba de su ser.

De pronto, el sonido de pasos pesados rompió el silencio. Me enderecé, y mi respiración se aceleró al verlo entrar. Estaba cubierto de sangre, con la ropa y las manos manchadas, y el rostro inexpresivo como siempre, pero de alguna forma aún más oscuro, más intenso.

Mi corazón dio un vuelco, y aunque debería haberme invadido el miedo, sentí algo completamente distinto. Mi piel se erizó y una oleada de adrenalina, mezclada con deseo, recorrió todo mi cuerpo.

Él me miró con esos ojos oscuros y profundos, como si pudiera ver a través de mí. No dijo nada, pero en su mirada había algo que me hacía sentir vulnerable y poderosa al mismo tiempo. Sin pensarlo, me acerqué lentamente, sintiendo cómo el aire entre nosotros se cargaba de una tensión eléctrica. Extendí una mano y toqué su brazo, dejando que mis dedos siguieran el rastro de sangre que manchaba su piel.

Él permanecía inmóvil, observando cada uno de mis movimientos. Había algo en su postura que me invitaba a seguir, a acercarme más. Sin apartar la mirada, acerqué mis labios a los suyos y lo besé, un gesto lleno de urgencia y necesidad. Su boca tenía el sabor del peligro, y con cada segundo me sentía más atrapada en ese abismo oscuro.

De repente, él me tomó por la cintura, presionándome contra él, y sentí su erección.
Tenía ahora una mano en mi cuello, agarrándome con delicadeza para no hacerme daño, mientras me miraba a los ojos. Su sonrisa todavía estaba en su rostro, pero ahora había algo diferente en sus ojos: un brillo de emoción y anticipación.

Podía sentir su agarre en mi cuello mientras me tenía acorralada, sus uñas se hundían ligeramente en mi piel, luego Art me empujó hacia el colchón cercano, aún manteniendo su agarre alrededor de mi cintura. Su sonrisa había desaparecido nuevamente, reemplazada por una mirada llena de lujuria mientras se posicionó encima de mi.

Podías sentir su peso sobre mi mientras se movía sinuosamente, sus manos comenzaron a explorar mi cuerpo mientras se presionaba más cerca de mi. Su sonrisa apareció de nuevo, mostrando todos sus dientes afilados mientras te miraba con una mezcla de hambre y deseo.
Art se movió sobre mi, sus caderas empujando contra las mías mientras su sonrisa aún mostraba sus dientes afilados.

Lo sentía empujando contra mi, su peso me presionaba contra el colchón mientras empujaba con más urgencia. Podías sentir su rigidez presionando entre tus piernas mientras se abrían camino hacia mi.

Todavía estaba en la casa de Art, intentando calmar la marea de emociones que me recorría, cuando mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla y vi el nombre de Jonathan. Una punzada de preocupación me invadió; él no solía llamarme así de repente.

Contesté, tratando de sonar tranquila.
—Hola, Jonathan. ¿Todo bien?

Su voz sonaba algo temblorosa, como si estuviera tratando de contener algo.
—Sophia, necesito hablar contigo... Es importante.

Mi corazón empezó a latir más rápido. Jonathan era mi hermano menor, siempre reservado, y si me llamaba con ese tono, algo realmente estaba pasando.
—Dime, ¿qué pasó?

Escuché una respiración profunda al otro lado de la línea, como si estuviera reuniendo el valor para continuar.
—Estuve pensando en algunas cosas que encontré... algo relacionado con papá. Y también, creo que algo raro está pasando en la casa.

Sus palabras me dejaron helada. Desde la muerte de nuestro papá, la casa había tenido una atmósfera extraña, pero nunca habíamos hablado directamente de eso. La sensación de que algo oculto flotaba en el aire se intensificaba día a día.
—¿A qué te refieres? —pregunté, intentando mantener la calma.

Hubo un silencio breve antes de que hablara de nuevo.
—Es difícil de explicar por teléfono. ¿Podrías volver a casa? Creo que necesitas ver esto por ti misma.

Su petición era clara, y aunque había algo que me retenía ahí, sabía que tenía que ir. Jonathan rara vez pedía ayuda, y la urgencia en su voz no dejaba lugar a dudas.
—Voy en camino. Espérame un poco —respondí antes de colgar.

Suspiré y eché un último vistazo al lugar, sintiendo el peso de la decisión. Me despedí en silencio de ese lugar extraño y salí, preparada para enfrentar lo que fuera que Jonathan había encontrado.

Antes de irme, lo miré a Art una última vez, sintiendo que algo en mí se resistía a dejarlo. Su figura, tan enigmática y oscura, tenía una extraña atracción que me mantenía cautiva. Me acerqué un poco más y, con una sonrisa suave, le dije:
—La pasé muy bien... Te quiero mucho.

Él me observó en silencio, con esos ojos que parecían ver más allá de lo que mostraba. Por un momento, creí que no haría nada, que mi confesión quedaría en el aire. Pero entonces, sin decir una palabra, se llevó dos dedos al pecho y me hizo una breve seña, como diciendo "yo también". Su gesto, tan sencillo, me llenó de una calidez inesperada.

Suspiré, sintiendo una mezcla de emociones difíciles de entender. Asentí levemente, comprendiendo que, aunque él no hablara, su forma de comunicarse era igual de intensa. Con esa despedida tácita, me dirigí hacia la puerta, dejando atrás el extraño magnetismo de ese encuentro. Sabía que tarde o temprano volvería a buscarlo; algo en mí ya estaba unido a él de una forma inexplicable.

Me acerqué a él y, sin pensarlo demasiado, le di un beso suave en la frente. Art no se movió, pero sus ojos parecieron brillar por un segundo. Aprovechando el momento, le susurré:
—Sigue haciendo lo que haces... Me gusta verte cubierto de sangre.

Una sonrisa fugaz cruzó su rostro, apenas perceptible, pero suficiente para que sintiera que había entendido. Su silencio era su respuesta, y con eso, me despedí, sabiendo que lo volvería a buscar.

Terrifier (Art y Sophia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora