Masoquista.

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Edward sintió la molestia en sus encías. Desde que olió la sangre de Isabella él estaba descontrolándose.

Estaba evitándola desde entonces y salía todos los días a correr por el bosque.

Hoy de nuevo salía a correr. Sus fosas nasales se llenaban solo del olor de la naturaleza. Sus oidos escuchaban cada crujido que ocurría en el bosque.

Se desvió de inmediato al olor la sangre en el aire. Sus pies lo llevaron hasta una cabaña de dos pisos.

Se acercó a la casa e ingresó por la ventana. El olor lo llevó directo a la cocina de donde provenía el dulce olor.

Vio una mujer chupándose el dedo y se acercó a ella y la estampó contra la pared.

El grito asustado y de dolor llenó sus oidos pero él no pudo detenerse. Abrió la boca y sus dientes rozaron el cuello de la mujer.

Oía el latido acelerado de la humana y sentía el pulso de la vena en su cuello.

Enterró sus dientes y escuchó el grito de la mujer seguido de un goteo.

Chupó la sangre con gusto y luego se separó. Tenía la mirada ligeramente intoxicada ante el sabor.

Cruzó miradas con la mujer que también tenía la mirada perdida. Todos los pensamientos de la mujer los escuchó con mucha claridad.

SÍ. SÍ. SÍ. SÍ.

OTRA VEZ. OTRA VEZ. OTRA VEZ.

Edward volvió a encajarle los dientes en el cuello.

Succionó con fuerza y la mujer se sintió débil. Le temblaban las piernas y fue deslizandose lentamente por la pared.

Edward se separó de ella con la boca manchada de sangre y la observó sentada en el piso. Un charco había debajo de ella.

Él olfateó y se dio cuenta que no era orina y olió el fuerte aroma de excitación de la mujer.

Ella lo miró con los ojos llenos de lágrima.

Sus pensamientos eran de lo bien que se sintió y que quería que la volvieran a morder.

El vampiro la alzó y la llevó hasta la habitación de la mujer. La tiró a la cama y le desgarró la ropa.

Acarició la piel blanca y sus ojos rojos no perdían ni un solo detalle de la mujer.

Sus manos agarron los pechos redondos y acercó su rostro.

Ella quería que la mordiera.

Sus dientes se encajaron en los blancos pechos y la mujer gritó de nuevo.

No succionó su sangre esta vez. Solo la mordió una y otra vez.

Después de bastante tiempo se separó de la mujer.

Observó su obra de arte y sonrió.

-Fue un gusto conocerte.

Él se fue y la mujer quedó en la cama desmayada.

Su cuerpo estaba lleno de mordidas y sangre seca. La cama estaba mojada de distintos fluidos.

Se notaba lo mucho que había disfrutado el solo ser mordida con fuerza.

Se notaba lo mucho que había disfrutado el solo ser mordida con fuerza

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