Como nos gusta culpa a las personas por hechos ajenos a ellas; nos encanta ensuciar el corazón de otros con palabras hirientes, con navajas filosas. Nos es placentero dañar a los que amamos. Nos gusta empujar el puñal y terminar de clavar el cuchillo por el mero placer de sentirnos complacidos con la razón errónea de nuestras palabras.