Cinco años después de Amanecer, las cosas parecen ir relativamente bien tanto para la familia Cullen como la manada de los Quileute.
Sin la amenaza constante de Aro y el resto del clan Vulturi, se podía respirar la paz y la calma en el ambiente.
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CUANDO LOS ÚLTIMOS RAYOS DEL sol se ocultaron finalmente tras la línea de los árboles, Jacob soltó un suspiro pesado y decidió que era momento de volver a casa. Tenía que cambiarse de ropa y aclarar su mente. Aunque, para ser honesto, dudaba que cualquiera de las dos cosas hiciera una diferencia real en cómo se sentía.
Quil optó por acompañarlo. No porque quisiera, sino porque tenía que reunirse con Claire, y ella probablemente ya estaba molesta por su tardanza. Desde que la impronta lo había golpeado, Quil no soportaba la idea de hacerla esperar, así que estaba ansioso por volver.
Jacob casi lo envidiaba.
Seth, en cambio, ni siquiera consideró irse. Por supuesto que no lo haría. Desde la noche anterior, Seth no se había movido del lado de Noah, y era obvio que no pensaba hacerlo. Jacob no podía culparlo; si las cosas hubieran sido al revés y se tratara de Renesmee, él estaría actuando exactamente igual.
Embry también se quedó. Había aparecido en la casa de los Cullen alrededor de las cuatro, después de enterarse por Jared de que Nathan finalmente había regresado. No lo decía en voz alta, pero por la forma en la que se mantenía cerca, estaba claro que, de alguna manera, se sentía responsable por lo que había sucedido con Noah.
Y luego estaban Leah y Sam.
Lo habían llamado hacía unos minutos para decirle que no habían tenido suerte en encontrar al bastardo. Jacob cerró los ojos por un segundo y reprimió la frustración que le provocaba la situación. No era difícil imaginar lo lejos que aquel hijo de perra debía estar en ese momento.
A estas alturas, seguir buscándolo era probablemente inútil.
Jacob odiaba sentirse así, como si sus manos estuvieran atadas, sin poder hacer nada.
Es cierto que Noah nunca le había caído particularmente bien. Desde que se conocieron, habían chocado constantemente, y lo cierto era que él tampoco se había esforzado demasiado en cambiar eso. Pero eso no significaba que quisiera que le pasaran cosas malas.