Lazos Eternos (Versión Alterna)

Capitulo Uno; Muerte y Destrucción.

Tres años atras.

Oscuridad es todo lo que veo, mi cuerpo tiembla, mi garganta duele, abro y cierro la boca intentando pedir ayuda, pero me es imposible.

El olor a sangre es horrible, los minutos pasan y sigo aquí, abrazo con fuerza el cuerpo frío de mi madre.

Solo quiero despertar y que todo sea una pesadilla, quiero que me cante las canciones, que juegue conmigo, que siempre me haga trenzas, que me diga que va a estar bien.

La puerta se abre y veo una mujer entrar después de varios hombres, es Madame Rose, está molesta gritando a todos.

Me arrancan del cuerpo de mi madre a la fuerza y lo único que hago es gritar mientras me sacan de la habitación, ruego que me suelten

—¡Mi mamá me necesita!.— grito en medio del llanto.— ¡Por favor! ¡ella necesita ir al médico! ¡Nesecita tomar sus pastillas!

Me ignoran y atravesamos todo el pasillo, más adelante hay un grupo de mujeres murmurando, Leonor cuando me ve se acerca.

—¡pequeña!.— me tomas de rostro examinándome preocupada.

—¿mi mamá está muerta?.— no sabía si era pregunta o afirmación.

Pero algo era seguro y es que no la volvería a ver nunca más, Leonor me abraza con fuerza.

— no te preocupes, todo va a estar bien.— quiero creer en tu palabra.

La oficina de Madame Rose es fría como ella, tiene un escritorio de caoba, las paredes son de color gris ws vacio y triste.

Ella entra pasado treinta minutos y estampa la puerta haciéndome sobresaltar.

Se sienta en su lugar, saca del cajón una botella pequeña de wiski, la destapa y toma el líquido de un solo tirón.

Me examina luego de eso, no levanto la mirada por nada en el mundo sus penetrantes ojos grises son la miseria de este lugar.

Mi madre me ha contado muchas historias de esa mujer, como es de autoritaria y siniestra.

Y algo que me gusta de ella es su forma de vestir y su postura recta, no esta como las otras chicas en ropa interior o simplemente desnudas todo el tiempo.

Sorbo mi nariz y suprimo las inmensas ganas de llorar, solo han pasado cuatro horas desde que me me cerraron en la habitación dónde mi madre dormía, luego de eso me trajeron hasta aquí.

—Sabes por qué estás aquí ¿No es así, Rita?.— su palabra causan nerviosismos, ese tono francés era otra cosa que le hacía única.

—Mi madre acaba de morir.— no la miro.

— Sí qué pena.— dice desinteresada.— Fue una buena mujer, pero es parte de la vida, tarde o temprano tenemos que partir de algún modo u otro.

Aprieto los puños, y muerdo la lengua, es una desalmada.

—Mi madre no, ella no merecía.

—Cariño, déjame decirte algo.— se acomoda.— Somos como las rosas, hermosas y delicadas, pero condenadas a ser arrancadas de la vida.

— y qué se supone que haga.— digo

—Tu madre debía mucho.— sisea.— Mucho más de lo que te imaginas.

—Ella ya no esta, ella...

—Pero tu si.— me encojo en mi lugar al ver como me mira, como un objeto más.

—Madame Rose yo, yo no puedo.— quiero llorar.

Se lo que es esto, el lugar y lo que hacen, y apenas tengo dieciséis años y ya me han abusado, no podré con esto no podré...