Prólogo

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Narración

Desde la cocina, la voz de mi madre irrumpió mi largo letargo, recordándome que otro día de escuela había llegado. Con la mente todavía atrapada en la bruma del sueño y los huesos pesados como si estuvieran anclados a cadenas que tenían una fuerza similar a la del mismo tiempo, me levanté con esfuerzo, acostumbrándome poco a poco a la luz de la mañana. Salí de mi habitación, me despojé de mi pijama y fui al baño. Tras una refrescante ducha, me dirigí al comedor, donde mis padres ya estaban sentados en la mesa, esperándome para desayunar. Durante el desayuno, sentía un vacío extraño, un hueco en algún rincón profundo de mi ser como si algo faltara. En mi mente como el lento tejido de un tapiz, empezó a surgir un destello, una luz blanca similar a una chispa de estrella, minúscula como un grano de mostaza. Aquella luz parecía venir de un lugar desconocido, pero familiar, una presencia invisible, intangible, y aun así tan cercana que me hacía sentir protegido como el calor de unas alas de un águila cubriendo su nido. Una vez que terminé de almorzar, me despedí de mis padres con un beso y salí rumbo a la escuela, arrastrando una tristeza que no lograba explicar.

En la escuela, todo era como siempre: mis compañeros envueltos en el mismo bullicio habitual Yo, el callado del salón, me senté en el mismo pupitre de siempre, de mi mochila saqué un libro, con la esperanza de que las palabras me hicieran olvidar esa tristeza, llevándome lejos como el verano al desvanecerse ante el invierno. Lamentablemente lectura no logró disipar esa melancolía, mi atención se desvió hacia la ventana, donde el viento arrastraba hojas de un verde oscuro, danzando al azar. Sin darme cuenta me fui de la realidad, me encontraba en la oscuridad de mi mente, pero aquella sombra comenzó a disiparse cuando aquella luz blanca volvió a surgir, esta vez más brillante que las estrellas. Tras esa luz, una figura femenina se manifestó, oscura, más que el crepúsculo de la noche. Y sin embargo, no sentí miedo; al contrario, me sentí seguro como la oscuridad al descubrir la luz por primera vez. No importaba nada, solamente quería quedarme ahí, contemplándola como se admira una obra de arte renacentista. Entonces, una voz comenzó a resonar, era suya, aunque sus labios no se movían. Parecía que la silueta proyectaba recuerdos: momentos de alegría, tristeza y enojo. La luz a su alrededor empezó a brillar con mayor intensidad, hasta que la silueta se hizo clara; en ese instante supe lo que provocaba mi tristeza, esa ausencia que llenaba cada rincón de mi ser... ¡eras tú lo que me faltaba! De repente de golpe algo me sacó de ese trance, me puse de pie, te busqué por todos los salones, por las canchas de fútbol y de baloncesto, el gimnasio, nuestro santuario especial y finalmente el lugar donde nos conocimos. Derrotado, di la vuelta y regresé al salón; finalmente reuní el valor para preguntar por ti, las respuestas fueron unánimes: algunos decían que no te conocían, otros me miraban como si estuviera loco, y varios entre risas, sugirieron que quizá solo te había soñado. Por un momento consideré que tal vez tenían razón, que tal vez todo había sido una ilusión, ya que eso explicaba el porqué te fuiste de mí como agua yéndose entre los dedos. Pero en lo más profundo de mi ser sé que están equivocados... sé que fuiste real, que reí a tu lado, lloré contigo y que te toqué. Tal vez el destino nos negó en esta vida, pero el corazón me lo asegura... en otra vida volveremos a encontrarnos; y cuando llegue ese momento, ni el fuego de la eternidad podrá separarnos.

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⏰ Última actualización: Nov 12 ⏰

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La llegada de ÁngelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora