Ray avanzaba con pasos cautelosos, sus ojos aún llenos de la tensión que el caos de la batalla había dejado en el aire. El silencio que había caído después de la última confrontación era abrumador, roto solo por el suave gemido de las gemas heridas y las suplicas de las hermanas de Nagisa. Pero mientras las demás chicas intentaban consolarse entre sí, los ojos de Ray estaban fijos en Amatista, quien se encontraba apenas consciente, arrodillada en el suelo, su cuerpo temblando de fatiga y dolor. La imagen de su figura destrozada, la ropa rota y la sangre que goteaba de su nariz, resonaba en la mente de Ray, llevándola a un lugar distante y doloroso de su pasado.
Con un esfuerzo controlado, Ray se acercó a Amatista, sus pasos resonando en la habitación silenciosa. Sabía que las gemas no podían hablar, y aunque el rostro de Amatista estaba cubierto de sudor y dolor, Ray podía sentir la lucha interna que libraba. Cuando finalmente llegó hasta ella, se arrodilló a su lado, mirando a la gema morada, cuyo cuerpo estaba quebrado, pero cuyo espíritu seguía ardiendo, aunque de manera apagada.
Ray no pudo evitar sentir una ola de gratitud y emoción abrumarla. Amatista siempre había sido una figura fuerte y presente en su vida, una protectora silenciosa que había estado allí en el peor momento de su existencia. La imagen de ese día en el que sus padres la abandonaron vino a su mente como un rayo. La desesperación, el miedo, la soledad... todo eso lo había sentido antes, hasta que apareció Amatista.
Con una mano temblorosa, Ray colocó su palma suavemente en el hombro de Amatista.
—Amatista... —empezó Ray, su voz suave pero llena de emoción. Sabía que Amatista no podía responderle, pero eso no importaba. Necesitaba decirlo, necesitaba que lo supiera, incluso si no podía escucharla. —Quiero... agradecerte. Por todo.
Ray tragó saliva, las palabras llenas de un peso que había llevado por tanto tiempo, y que finalmente estaba dispuesta a liberar.
—Ese día... cuando me abandonaron. —Las palabras salieron de sus labios, temblorosas pero firmes. —Yo... no tenía a nadie. Pensé que moriría sola en ese lugar. Pero tú... tú apareciste, Amatista. Me salvaste. Me encontraste cuando nadie más lo hizo. No sé cómo lo supiste, cómo llegaste hasta mí, pero nunca lo olvidaré.
Ray recordaba cada detalle. La oscuridad del bosque, la lluvia fría que caía sobre su cuerpo mientras lloraba y gritaba por alguien, por cualquiera. El frío y el hambre habían comenzado a apoderarse de su cuerpo, y en esos momentos, Ray había pensado que todo estaba perdido. Pero entonces, en el momento más oscuro, había sentido una calidez, una mano extendida que la levantaba del suelo y la abrazaba. Esa mano había sido de Amatista. Ray nunca olvidaría la fuerza con la que la gema la había envuelto, protegiéndola del frío y del dolor, dándole algo que había perdido: esperanza.
—Siempre he querido decírtelo, pero no encontré el momento adecuado... hasta ahora. Gracias, Amatista. No solo por salvarme ese día, sino por salvarme todos los días desde entonces. Siempre has estado ahí, incluso cuando ni siquiera lo sabías. —Ray dejó escapar un suspiro profundo, sus ojos llenándose de lágrimas. —Soñé algo hermoso... algo que nunca hubiera soñado si no hubieras estado allí para salvarme. Soñé que no estaba sola. Que tenía una familia, amigas... que tenía una vida. Y eso fue gracias a ti. —Las lágrimas comenzaron a caer lentamente por las mejillas de Ray, pero no hizo nada por detenerlas.
Amatista, aunque debilitada y con su cuerpo al borde de colapsar, parecía captar la sinceridad en las palabras de Ray. Lentamente, la gema bajó la mirada, como si estuviera absorbiendo lo que Ray decía, sus hombros temblando bajo el peso de la batalla, el agotamiento, y ahora, las palabras de gratitud.
Pero antes de que Ray pudiera decir algo más, el cuerpo de Amatista cedió. La pequeña gema (no tan pequeña, porque medía 1.80 metros) cayó hacia adelante, sus rodillas resbalando sobre el suelo polvoriento, y Ray, con reflejos rápidos, extendió los brazos, atrapándola justo antes de que cayera por completo. El corazón de Ray se detuvo por un momento, el miedo de perder a alguien tan importante llenándola de terror. Pero Amatista, aunque herida, aún respiraba, aunque su respiración era débil y pesada.
—Shh, tranquila... tranquila... —susurró Ray, acunando a Amatista entre sus brazos, abrazándola con cuidado, como si fuera la cosa más frágil del mundo. —Estoy aquí. Estoy aquí, y no te dejaré. Igual que tú no me dejaste a mí. —Ray podía sentir el temblor en el cuerpo de Amatista, la batalla interna que aún libraba por mantenerse consciente. Pero ahora era el turno de Ray de ser fuerte por ella.
Amatista, incapaz de hablar, solo se dejó caer en los brazos de Ray, permitiendo que el agotamiento la envolviera. Sus manos temblorosas se aferraron débilmente a la ropa de Ray, como si intentara aferrarse a algo real, a algo que le diera fuerza para seguir.
Ray, con una resolución renovada, limpió las lágrimas de su rostro y miró a su alrededor, hacia las demás gemas y chicas que aún estaban recuperándose de la batalla. Sabía que no podían quedarse así por mucho tiempo. Tenían que moverse, tenían que encontrar una forma de recuperarse, y no lo harían sin la ayuda de Amatista. Ella era una de las más fuertes, y Ray no permitiría que esa fuerza se desvaneciera.
—Vamos, Amatista... —susurró Ray con determinación. —Sé que estás agotada, pero no estás sola en esto. Te ayudaremos a levantarte. Tus amigas, las chicas... todas nosotras. No dejaremos que te enfrentes a esto sola. —Con un esfuerzo suave pero firme, Ray comenzó a levantar a Amatista, sosteniéndola con todo el cuidado del mundo.
Amatista gimió en silencio, sus fuerzas disminuyendo con cada segundo que pasaba, pero Ray no se detuvo. Lentamente, logró ponerla de pie, sosteniéndola con un brazo alrededor de su cintura, manteniéndola en pie.
—No te preocupes... te ayudaremos a recuperarte. —Las palabras de Ray eran suaves pero llenas de determinación, y mientras las pronunciaba, el mundo a su alrededor parecía detenerse por un momento. Todo el dolor, todo el caos, se desvanecía lentamente, mientras el vínculo entre ellas se fortalecía con cada paso.
Con Amatista apoyada en ella, Ray sabía que juntas podrían enfrentar lo que viniera. Pero por ahora, su único objetivo era ayudarla a mantenerse en pie. No había terminado, aún no, pero Ray estaba segura de una cosa: no permitiría que Amatista se enfrentara a la oscuridad sola. No esta vez.
**Continuará...**
ESTÁS LEYENDO
Guerra de Crystal Volúmen 2 - Steven Universe AU
FanfictionLas chicas y las Crystal Gems seguirán su camino para liberar a las gemas de la opresión por los humanos. Pero el camino no es fácil y una traición cambiará el curso de la historia. Sin embargo, esto ayudará a las gemas a recuperar sus poderes y sal...