Manuel se escabulló entre los arbustos de la facultad con el corazón agitado, y la mente hecha un torbellino de adrenalina y satisfacción.
<<Justo debajo de la oficina de ese viejo de mierda.>> Pensó mientras avanzaba hasta que, casi sin darse cuenta, ya se encontraba a las puertas del dormitorio universitario que le servía de residencia desde hacía casi dos años desde que ingresó a la carrera de filosofía en la Universidad Nacional.
No podía dejar de mirar la pantalla con el retrato de su hazaña: "Matemos a Sócrates" rezaba su obra, y junto a él en varías poses, con una botella de vodka en la mano y un cigarrillo encendido en la boca.
Dos horas después, las expectativas de Manuel fueron superadas con creces, cuando su fotografía posando junto al grafiti escrito bajo la oficina del profesor Sócrates García causó sensación entre sus amigos más cercanos. Estos rápidamente hicieron eco y pronto Manuel, aceitado por el alcohol y el prospecto de mayor fama y, sobre todo, éxito con las féminas, accedió a que la fotografía se difundiera en las redes.
Aunque le aseguraron que borrarían su cara, aquello no sucedió y de seguro su éxito fue efímero. A la mañana siguiente fue llamado a la oficina del decano. Pronto fue temporalmente expulsado, un proceso de múltiples instancias que terminó en una especie de apelación interna, de carácter sumamente formal, para la que la familia de Manuel se vio obligada a contratar un abogado.
Solo restaba un día para que la universidad tomara una decisión definitiva respecto a la sanción aplicable a Manuel. Este esperaba tranquilo en su habitación con la vista pegada al móvil, todavía más interesado en las posibilidades de explotar su fama que en su futuro académico.
—Hola Cami, oye, te vi en una foto en la fiesta del Chuncho. —escribió.
—Hola, Manu, sí, estuvo entrete... estás bien, ¿cómo es que todavía tienes el teléfono? —Pudo leer sin que demorara mucho la respuesta.
—Qué????
La voz de su padre interrumpió la concentración de Manuel.
Bajando las escaleras encontró a dos agentes de policía; el más viejo de seguro era un detective, pues llevaba puesto un traje, el otro llevaba uniforme y no debía de tener treinta años.
—Hola, Manuel, tenemos que hablar.
El joven enmudeció; ¿cómo podía un grafiti causarle tantos problemas?
—¿Qué? —fue lo único que alcanzó a pronunciar.
—¡Escucha! —vociferó su madre desde un rincón de la habitación con la cara hundida entre las manos.
—Manuel, solo necesitamos que nos digas lo que sabes. —dijo el detective. Tenía el pelo cano y apestaba a cigarrillos, aunque trataba de disimularlo con una fragancia que a Manuel le recordó a los aromatizadores para autos.
—Claro. —dijo con su acostumbrado tono abstraído y apático.
—Pues bien, esta es la primera pregunta: ¿ya estás al tanto de la muerte del profesor Sócrates García?
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Matemos a Sócrates
General FictionNovela de tono detectivesco que desentraña el misterio tras la muerte del destacado profesor Sr. Sócrates García.