Era extraño, ingenuo e inexperto. El latir de un corazón rebosante de amor, rebosante del anhelo que viene de la mano con el deseo de conocer.
Conocerte.
Conocernos.
Tonto e ingenuo corazón mío, que en cada latido rezaba por acercarse aunque sea un milímetro más al tuyo. Soñando encontrarte, tocarte, alcanzarte.
Y ahí está, la ingenuidad de quienes no hemos vivido nada, aunque deseemos vivirlo todo.
En una inmensa oscuridad el verde de tus ojos se sintió como el sendero que debía caminar. Cómo el lugar seguro, donde vuelan las luciérnagas y el brillo de la luna nos cobija a nosotros, dos almas pequeñas y perdidas que por casualidades de la vida, se animaron a mirarse.
Fue esa primera mirada la que desató el caos en mi mundo interior. Yo estaba en calma, pero soy agua. Y llegaste como una avalancha que sacudió todos los cimientos de mi suelo. De un lago en calma pasé a encontrarme en medio de un océano embravecido, naufragando entre emociones que mi pobre corazón no sabía comprender.
El primer susurro de tu corazón al saludar, la primera vez que el verde de tus ojos me miró, sentí que florecí.
Como si la primavera que hasta entonces se había negado a visitarme por fin tocara mi puerta.
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Cartas al Atardecer del Mediodía
PoetryEra un día cualquiera, una tarde simple de un abril olvidado. Era un día común, cuando nuestros ojos se encontraron. Qué fortuna, en este basto mundo, hallar un bosque donde perder la noción del tiempo y de la vida. Y fueron tus ojos ese bosque, y m...