LA DAGA Y EL FUEGO

11 1 0
                                    

Nuestra noche y mi secreto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nuestra noche y mi secreto

La noche se había instalado como un manto oscuro sobre la ciudad, cubriéndolo todo con sombras y secretos. El resplandor del televisor parpadeaba en la pequeña habitación de Miguel, iluminando de manera intermitente las paredes con imágenes que parecían no tener sentido para Javier. La película avanzaba, pero su mente se encontraba perdida en otra parte, atrapada en pensamientos oscuros que no lograba dispersar. Pensaba en él. En Miguel.

Miguel era el tipo de persona que no necesitaba esforzarse para llamar la atención. Su carisma era natural, casi como si estuviera hecho de luz, siempre rodeado de una energía tranquila pero vibrante. Tenía el rostro de alguien que parecía haber sido esculpido con una mezcla de bondad y juventud, con unos ojos cafés que brillaban con curiosidad y una sonrisa que transmitía confianza. Su cabello, oscuro y ligeramente despeinado, caía suavemente sobre su frente, dándole una apariencia despreocupada, como si el orden no fuera una preocupación para él. A pesar de su facilidad para hacer amigos, Miguel siempre había mantenido un aire de misterio, como si hubiera más en su interior de lo que las personas podían ver a simple vista.

Era conocido por su habilidad para mezclar diversión con profundidad. Estudiante destacado, deportista talentoso y, a la vez, amigo leal. Pero había algo en su forma de ser que atraía a la gente, que los hacía sentirse cómodos a su lado, sin siquiera tener que hacer mucho esfuerzo. Miguel nunca se apresuraba, siempre tomaba las cosas con calma, con una paciencia y comprensión que le daban una calma casi zen, incluso cuando la vida parecía ser un torbellino. Sin embargo, si algo lo caracterizaba de verdad, era su amistad con Javier, una relación sólida que iba más allá de lo que las palabras podían describir.

Javier no podía quitarse de la cabeza la imagen de su amigo, tan cercano, tan inaccesible. Habían compartido muchos momentos juntos, dos años de amistad construida sobre promesas de lealtad y confidencias. Pero Javier había guardado un secreto durante todo ese tiempo: la atracción, tal vez el amor, que sentía por Miguel. Un amor que había crecido con el tiempo, con cada risa compartida, cada conversación nocturna. Pero nunca se atrevió a revelarlo. La amistad era demasiado valiosa, y el miedo a perderla lo mantenía en silencio.

Javier era el tipo de chico que no se hacía notar a primera vista, pero que cuando alguien se detenía a mirarlo, podía ver la complejidad de su ser en sus ojos oscuros, que parecían siempre contemplativos. Tenía una apariencia algo reservada, su rostro serio y algo pálido, un contraste con la energía vibrante de su amigo Miguel. Su cabello oscuro y corto caía ligeramente sobre su frente, dándole un aire juvenil, pero su postura y su forma de caminar parecían reflejar una introspección que lo hacía parecer mayor de lo que realmente era.

 Su cabello oscuro y corto caía ligeramente sobre su frente, dándole un aire juvenil, pero su postura y su forma de caminar parecían reflejar una introspección que lo hacía parecer mayor de lo que realmente era

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LA DAGA Y EL FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora