Parte 1

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Aquella noche no fue la más especial para Miel, aquella mujer alegre y decida y que por nada del mundo hacía doblegar su carácter y buen sentido de la justicia pero tendría que esperar hasta llegar a casa.

Acababa de llegar del aeropuerto de Estados Unidos a Colombia, su hogar.

Casi después de 3 años de estar en Europa y los últimos 2 años en América del Norte por fin pudo llegar a casa, a Colombia, su lugar de nacimiento y de aventuras, apenas y saliendo de la aerolínea pudo ver a sus dos mejores amigos de la infancia, Betty y Nicolás o "teto" como solía apodarlo desde niña, verlos ahí parados junto con Don Hermes y su esposa quienes también la esperaban con una pequeña sonrisa en sus labios, eran como sus tíos y betty como su hermana junto al Nicolás.

Con pasos apresurados llegó con maletas en mano y espalda, dos grandes maletas y dos mochilas, con cosas en mano fue tirándolas para poder abrazar a sus dos compañeros y gritar de emoción su espera.

—¡Betty! ¡Nicolás! — con su risueña voz fue saludando, los padres de Beatriz los miraban con cariño, no podían negar que la castaña era como su segunda hija, pues, al final de cuentas ella había crecido con ellos por algunos meses.

—Mija, que bueno que regreso para Colombia — habló con voz calmada la esposa de Don Hermes, Doña Julia.

—Si niña, por fin volvió, ya la hacíamos casada allá — con su típica voz rasgada habló el señor.

—Hay no diga eso Don Hermes, sabe que aquí es donde debo de estar — aquellos ojos negros miraba la cara de alegría de aquella mujer y de su pareja.

—Y bueno, ¿que nos cuenta Valentina? ¿Qué tal las mujeres de allá de Estados Unidos? — y aquella risa estruendosa y quebrada de Nicolás salió de su garganta.

—¡Nicolás no diga eso! Que Miel solo recibe atención de puro hombre — y su juguetona risa salió de sus labios. —Bueno, dejando de lado a los hombres y mujeres de Estados Unidos, mejor vayamos a la casa que me imagino que estás cansada —.

—Pues claro mi Betty, después les contaré que tal todo por allá — y una preciosa risa tranquila con una vibración serpentuosa llega de sus labios. Una risa parecida a la de una serpiente pero delicada a la vez.

Con ayuda de Nicolás y Don Hermes llevaron sus maletas al pobre carrito del señor, y con pesar en el pecho por no despreciarle la ayuda accedió a ir en el mismo carro. Con bajones para que arrancara y de una que otra discusión de los esposos Pinzón llegaron a la casa de Betty y sin preámbulos Nicolás baja del carro para luego ir al capó trasero a bajar las maletas y luego irse directo a la puerta, en espera a que abrieran.

Las mujeres solo sonrieron por tal acto y con burla fueron a abrir la puerta con un Pinzón todo malhumorado.

—Mijo, vaya arriba y deje esas maleticas a la habitación vacía, la que era de Betty —

—Ay no Doña Julia, yo puedo conseguir un hotel o algo parecido, pero no se moleste con eso — apenada la castaña intentó persuadir a la mujer mayor para que dejaran sus cosas en la sala de estar.

—¡Claro que no muchacha! Usted se queda a vivir en esta casa hasta que la lleguen a traer —con voz autoritaria exclamó el señor Pinzón, claro que la pareja de casados no sabían que a ella no la iban ni a traer.

—¡Ay por Dios papá, no diga eso! —Betty intentó respaldar a su amiga ocultando que ni sus tíos ni su abuela iban a ir por ella.

—No Betty, con gusto ella se puede quedar a dormir aquí el tiempo que quiera, pero sabe que estará bajo mis reglas —

—Muchas gracias Don Hermes, pero no quiero ser una molestia en su casa —apena intentó justificarse, y al momento de mirar a Doña Julia pudo visualizar a Nicolás bajar de las escaleras.

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