Hay noches llenas de silencio en las que de manera inevitable te quedas quieto, acompañado de tus pensamientos, y te enfrentas a ti mismo.
En medio de esa reflexión emites una pregunta al aire, con la vana esperanza de obtener una respuesta: ¿Vida, he hecho tanto mal en el transcurso de mi existir como para merecer esto?
Te sientes aturdido, como si estuvieras hundiendote en las profundas y saladas aguas del océano, tan oscuro, pesado, siniestro.
Rememorando, cuál novela, escenas distantes de un pasado manchado con tonos grises, y es ahí cuando aparece la tristeza, de aplastante naturaleza.
Da miedo quedarse a solas con la única persona en el mundo que conoce todo lo que guarda tu alma, tus penurias, alegrías y traumas...
Aquel, que ves todos los días frente al espejo, tú.