Prólogo

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Cuando recibí la carta de aceptación de Night Raven College, la primera en felicitarme fue mi madre. Mi padre apenas se enteró de la noticia comenzó a decirme que yo no era digno de algo así, que era mi hermano quien debió ser aceptado y yo no; no podía estar más de acuerdo.
La felicidad o la emoción eran los sentimientos que más se alejaban de lo que sentía en ese momento. No me malinterpreten, no es que no me gustará estudiar, lo tolero, pero estaba feliz de asistir a una escuela pública.

Durante los días de espera tuve que soportar a mi padre y sus absurdos comentarios. No esperaba el momento de poder irme al colegio y descansar; al menos un tiempo, de mi padre.

Oh, ¡Olvidé presentarme! Disculpen, recordar a mi padre me pone olvidadizo.

Soy Oliver, Oliver Fastray. Junto a mi familia vivo en Land of Pyroxene, si lo preguntan, SI, conozco a Vil; crecimos juntos.

¡Cómo sea! regresemos al presente, conmigo haciendo las maletas a toda velocidad para que el carruaje no me dejara. Nunca logré entender a ese carruaje, nunca.

Estaba apurado metiendo la ropa en la maleta, cuando terminé y para mi mala suerte, la jodida cosa no quiso cerrar. Tuve que subirme en ella y saltar para hacer que el cierre se moviera. Escuché como algo se rompió, pero no quise preocuparte, lo reemplazaría después.

—¡Oliver!— mi madre me llamaba desde el piso inferior—. Apúrate, ¡Te van a dejar!.

—¡Ya voy mamá!— yo le respondí con un grito para que logrará escucharme, aunque solo recibí un regaño.

—¡No me levantes la voz jovencito! Que vayas a un colegio prestigioso no cambia el hecho de que soy tu madre— se quedó en silencio y al cabo de unos segundos agregó: <<¿Podría repetirlo? No escuché muy bien>>.

Los problemas de audición de mi madre eran un caso… especial. Constantemente confundía palabras porque escuchaba mal, no entiendo porque no va al médico en lugar de gastar el dinero en compras absurdas.
No podía molestarme con ella, creo que actuaría igual si estuviera al borde de quedarme sordo.

Tome mi maleta, baje corriendo las escaleras, casi tropiezo y muero porque la maleta se metía entre mis piernas.

Fuera de la casa estaba mi padre junto a tres de mis hermanos, dos mayores y uno menos. El menor fue quien se acercó y me abrazó con fuerza.

—¡Te voy a extrañar mucho!— dijo entre lágrimas—. ¡No me olvides!.

—Tomy, solo voy a estar ausente unos meses, no es para tanto.

—¡Promete que escribirás cartas!.

—No se si tenga tiempo.

—¡PROMETE LO!— rugió.

—¡Ay! Está bien, lo prometo.

Con esto Tomy se fue feliz y las lágrimas de sus ojos se fueron. Mis hermanos mayores, Adrian y Leo se acercaron a despedirse con un abrazo bastante incómodo.

Ya se que piensas, ¿un leopardo llamado Leo? Mi familia no tiene ni imaginación para los nombres. Yo los hubiera llamado rasPUTÍN y Macario, pero ni modo.

—Te vamos a extrañar— Adrian me dió un par de palmadas en el hombro.

—¡Yo no!— afirmó Leo—. Tomaré tu computadora mientras no estás.

Mi atención se desvió hacia el carruaje que se acercó a la entrada, su presencia era extraña. No sé describir bien, pero era oscura, amenazante y misteriosa…

Me pase el misterio y amenaza por mis bolitas de queso y me subí al carruaje, cerré la puerta antes de que mi familia me volviera a detener.
Dentro del carruaje había varios ataúdes, un escalofrío recorrió mi cuerpo al notar uno con las palabras: “Oliver Fastray”.
Después de pensarlo un poco deje mi maleta junto a otras que había por ahí, me metí al ataúd tan solo con mi teléfono y auriculares.

ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇꜱ ꜱᴀʟᴠᴀᴊᴇꜱ | ᴛᴡɪꜱᴛᴇᴅ ᴡᴏɴᴅᴇʀʟᴀɴᴅ ꜰᴀɴꜰɪᴄᴛɪᴏɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora