1. Es Andrés (no) Andrew

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ANDREW


Todos saben que no quiero regresar hasta por lo menos terminar el bachillerato, estudiar una carrera, volverme millonario, ir de vacaciones a alardear con mis hermanas, regresar a hacerme más rico, hacer lo que tenga que hacer desde treinta a los ochenta años y, creo, que morirme.

Pero vivir de nuevo en Estados Unidos, no.

Y extraño a mi madre, pero la puedo traer a vivir aquí cuando tenga dinero por mi cuenta. Mientras tanto quiero hacer mi vida en Caracas.

Quien me apoya es Joshua y ha llamado a la señora Anna (mi madre) para que me deje un tiempo más y se niega como Joaquin, mi padre energúmeno.

No me parece chévere cuando al regresar de vacilar con Joshua y nuestros amigos, veo a mi tía Mónica hacerme maletas en mi cuarto.

—No seas chimba mami —dice Joshua adelantándose a mi comentario que sería una grosería muy fea.

—Cállate la boca —le dice, se sienta en la maleta que está en el suelo—. Ayúdame a cerrar la maleta.

—Mami, es que Andrew es mi hermanito, es como mi hijo... no podemos dejar que se vaya.

—Ya sabrás tú que es un hijo —espeta.

—Es tener a Andrés en mi vida, si lo adopto de verdad tendría el doble apellido Marty.

—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué estás estudiando en la UCV? ¿Disparates o administración de empresas?

—Empresas y para nosotros es bueno que si él se queda aquí, quedará en familia el negocio si estudia algo del área.

—Es negocio familiar Joshua Gabriel. Mejor deja las ocurrencias y ven a cerrar esta vaina.

—Mami, no quiero que Andrés se vaya. Nunca me quisiste dar un hermanito —dice en tono molesto y lastimero.

—Tía, por favor —suplico juntando las manos—. No dejes irme, yo soy feliz aquí.

—Y yo quería ser feliz siendo miss pero me tocó arrear una vaca llamada Textiles Alvarado, no hay más que hacer. Y no te lo vuelvo a repetir Joshua Gabriel, ven a cerrar esto.

—¿Por qué no se lo pides al dueño? —pregunta molesto cruzado de brazos.

—¿No ves que ese chamo apenas tiene fuerza para comerse una arepa? —Me mira sin ser ofensiva e igual me ofendo—. Tienes más fuerza tú, no me hagas arrechar y ven ya.

Yo soy el que va a cerrar la maleta porque le tengo bastante miedo a sus ojos saltones, me cuesta pero logro llevar los cierres al medio.

—Eres el hijo perfecto que no tuve —me felicita ella tocándome con un dedo el cachete.

—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunta Joshua picado.

—Que quería tener otro hijo —dice con voz grave y una mueca que la hace sonar diferente, de tipo de gente boba—. Y que Dios me salve porque si adopto lo querrás hacer como Andrés Jacobo.

—Tía, pero ¿cuál es la ofensa pues? Respete que soy inteligente.

—Voy a beberme un café, ya vengo para seguir armando las maletas.

Ignora que exclamamos prometiendo que si convence a mi madre nos portaremos bien. Joshua abre el closet.

—¿Qué haces pana? ¿Ya quieres ver que voy a dejar? —le pregunto.

El amigo que sí (no) quise ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora