Lo que la rabia no dice

6 1 1
                                    

Narrador

La noche había caído como un manto pesado sobre la ciudad,y el pequeño café en la esquina apenas mantenía una luz cálida encendida. Alina empujó la puerta con fuerza,entrando de golpe. Su cabello estaba desordenado por el viento, y sus mejillas ardían de la caminata apresurada.Había intentado no venir. Había  ensayado excusas,pero ninguna tenía suficiente peso para sostener la furia que hervía dentro de ella.

En una de las mesas del fondo, sentado con la espalda rígida y una taza de café humeante frente a ella, estaba Marco. Su presencia llenaba el espacio como un incendio silencioso. A pesar de todo lo que Alina había jurado no sentir nunca más,su corazón dio un vuelco al verlo.

-Llegas tarde -dijo Marco sin mirarla.

-No me digas lo obvio -respondió ella,tirando su bolso en la silla frente a él y cruzándose de brazos.

El camarero,un anciano con cara de pocos amigos,se acercó para tomar su comanda, pero Alina agitó una mano para espantarlo.No tenía tiempo para café ni para las normas sociales.Había estado acumulando palabras en su garganta todo el día,y si no las soltaba ahora,sentía que se ahogaría.

-¿Por qué me llamaste? - preguntó,mirándolo con dureza.

Marco alzó la mirada finalmente.Sus ojos oscuros,siempre tan adictivos y llenos de secretos,la perforaron como una daga bien afilada. Alina sintió una punzada en el pecho.Siempre había tenido ese talento: mirarla de una manera que le hacía sentir tanto odio como deseo.

-Por que no podemos seguir así - dijo,su voz tranquila,pero con una tensión apenas contenida-.Este  silencio... está matándome.

Alina soltó una risa seca y se inclinó hacía él,como si necesitara asegurarse de que no había escuchado mal.

-¿Silencio?¿Hablas del silencio después de que decidiste irte sin decirme una sola palabra? Porque, Marco,si alguien domina el silencio, ese eres tú.

Él desvió la mirada, pasando una mano por su cabello es un gesto que ella reconocía demasiado bien.Era lo que hacía cuando estaba atrapado entre decir la verdad o esconderla detrás de alguna mentira bien elaborada.

-No me fui porque quisiese. Lo sabes - murmuró.

-No se nada- replico ella, apretando los dientes-. Todo lo que se es que desapareciste cuando más te necesitaba.

Marco se inclinó hacía ella,apoyando los codos sobre la mesa.Ahora su rostro estaba tan cerca que Alina podía sentir el calor de su aliento, mezclado con el aroma amargo del café.

-¿De verdad crees que fue fácil para mi?- preguntó, con un brillo intenso en los ojos-. ¿Que no pensé en ti cada maldito día?

Alina apretó los dientes.No quería creerle.No podía permitirse creerle,porque sabía que si lo hacía, toda su temple se desmoronaría como un castillo de arena ante la primera ola.

-Pensar en mí no es suficiente, Marco.Yo necesitaba que estuvieras aquí.Que lucharas.Pero te fuiste.Y eso no cambia.

La confesión salió de su boca antes de que pudiera detenerla,y sintió el ardor de las lagrimas que se negaba a derramar. Marco se quedó en silencio, y por un momento, el ruido del café- el murmullo de las conversaciones ajenas, el tintineo de las tazas- pareció desaparecer.Solo estaban ellos dos, atrapados en una batalla sin vencedores.

-Tienes razón- admitió él, su voz en apenas un susurro-. No cambia.Pero si crees que eso significa que no te ame, entonces no entendiste nada de lo que tuvimos.

Alina lo miró, buscando algo en su rostro que confirmara que mentía.Pero todo lo que encontró fue la misma intensidad que la había cautivado desde el principio.Y ese era el problema: Marco siempre sabía cómo hacer que todo pareciera verdad.

-No digas que me amaste en el pasado-dijo ella, su voz quebrándose ligeramente -. Porque eso seria la mayor mentira de todas.

Marco no respondió de inmediato.En cambio, se levantó, rodeó la mesa y se detuvo frente a ella. Alina lo miro, con la barbilla alzada, como si desafiara lo que sabía que venía.

-Nunca te dejé de amar- dijo, su voz firme, pero con un  toque de vulnerabilidad que nunca había mostrado antes.

Y antes de que Alina pudiera responder, antes de que pudiera decidir si quería abofetearlo o besarlo, él se inclino y la atrapo entre sus brazos.Fue un beso que tenía tanta rabia como de arrepentimiento, y aunque su corazón gritaba que no lo perdonara, su cuerpo no pudo evitar corresponder.

Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad. Marco la miró, y en sus ojos había algo que Alina no podía descifrar del todo.

-Esto no arregla todo- dijo ella, casi como un susurro.

-No tiene que hacerlo -respondió Marco -. Pero es un comienzo.

Y aunque ella quería discutir, gritarle que no todo podía empezar de nuevo con un beso, una pequeña parte de ella deseaba que, esta vez, tal vez sí pudiera.

Afuera, la noche seguía cayendo, pero dentro del café, algo había cambiado.












Holaaa no me gusta demasiado si recibe apoyo subire la segunda parte si no no la subo muchos mua mua.

CHAU.


Entre la rabia y el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora