Arrancando incluso el derecho a descansar en Paz
Aquél héroe cubierto de Sangre y barró tendrá que volver a la acción
Después de todo...es lo que un héroe hace no?
"Bienvenido héroe! Chaldea te da la bienvenida"
Su mente se rompía intentando calmar el dolor que lo consumía, su estómago se revolvía mientras su interior gritaba por detenerse. El desgaste mental solo lo impulsaba a seguir caminando, buscando algún lugar que le resultara familiar.
¿Dónde estaban esos edificios destruidos? ¿Dónde estaban las nubes grises? ¿Dónde estaban las llamas que lo rodeaban? ¿Dónde estaba él?
Un dolor fantasma le oprimía el pecho, una ilusión que lentamente se desvanecía. Sus pies se arrastraban sobre la nieve, dejando surcos en una dirección incierta. El maldito frío recorría su piel, la helada nevada lo envolvía. Su visión, deteriorada, y la niebla lo hacían sentir atrapado en un laberinto sin salida.
Gruñía a cada paso, pensando que este podría ser el camino hacia otra vida. ¿Sería? ¿Era aquella luz que vio antes la luz al final del túnel?
La idea irónica de que tal vez se dirigía al infierno cruzó su mente. Curioso, para alguien no tan religioso, pensar que eso existía después de todo.
Siguió caminando, como si fuera algo automático. ¿Por qué seguir cuando la batalla ya había terminado? Cuando ya había cumplido su misión, cuando ya lo había derrotado.
Era hora de irse... ¿o no? Tal vez, antes de partir, quería una respuesta, una visión general de las cosas. Algo que le confirmara que lo que hizo valió la pena.
Una luz se filtraba entre las nubes, ofreciéndole una nueva perspectiva de lo que tenía delante.
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El joven de cabello verde parpadeó con dificultad.
—¿Dónde... estoy...? —susurró, sintiendo cómo el dolor en su cuerpo le impedía seguir adelante.
Cayó de rodillas, hundiéndose en la nieve, mientras sus ojos se cerraban lentamente y su mente se sumía en la oscuridad.
No sabía dónde se encontraba, ni si al final había valido la pena...
Su muerte...
El crujido de pasos en la nieve se mezclaba con el sonido de estática, acompañado por el murmullo de radios y pequeños tintineos metálicos.
—Vaya, ¿qué tenemos aquí? —La figura humana se agachó junto al inconsciente y comunicó algo por su radio—. ¡Oye, Romaní! ¡Tenías razón! ¡El radar no se equivocaba, había alguien aquí afuera!
